El infinito en un junco lo tiene todo: narrativa, documentación, estilo. Cuenta además con dos factores protectores: escrito por mujer y apuesta por los libros de papel. Qué bello, entonces, qué bueno, qué útil El infinito en un junco, de Irene Vallejo, ese que nos trasporta en modo entretenido hasta las últimas claves de la bibliografía, la bibliofilia y la bibliocracia.
Qué acierto en todo, Irene Vallejo, salvo un aspecto: diga usted lo que diga, o aconseje o aventure en su predíctor, el futuro será digital, y no de papel, y todo esfuerzo por Gutenberg es, por demás, una batalla perdida.
Se le olvidaba, Irene, que en esa mezcla de información más opinión que cifra el género ensayo, su opinión no vale más que la editorialista de prensa que uno frecuenta como sumiso a un puñado de ideas, esas que han hecho de usted firma para el diario El País, para entendernos.
El constructo (participio pasado de construere, a través del inglés construct: construcción teórica para organizar datos y experiencias) pide seguirlo o no, como se siguen los dictados de El País o del ABC. Tiene usted muy buena voz pero para mí no es más que un eco semejante a otros ecos: la de quien me alza el disco de vinilo frente a mi lista en Spotify, la de quien me devuelve a la sala de cine frente a mi película en el sofá, mundo analógico que, como voluntad y decisión del usuario consumidor, quién va a discutir, claro que no. Otra cosa es pontificar o ejercer de adivino para el porvenir y otra más, callar las incontables miserias que todo lo antiguo tuvo de siempre y hasta hacerse viejo.
Esas víctimas de los libros sagrados, esas poblaciones no letradas o directamente analfabetizadas, esa exaltación de las universidades como superiores del libro, por no hablar de esos Mein kampf, que también han sido libros.
¡Anda que no es negra la leyenda negra del libro!
REDES SOCIALES
El infinito en un junco
Gracias a redes sociales —muy manipuladas
por magnates Forbes, muy envejecidas
a juicio de lo último de lo último por cuanto atentan
contra derechos y libertades—, recibo la noticia
del recién nacido poema en libro de mis amigos.
Yo, que pasé por Gutenberg hasta estas redes
donde el viejo topo redacta su infinito.