La mayoría de españoles, hombres o mujeres en edad de votar, no acierta a distinguir (y suspendería en un examen) en qué se diferencian Comisiones y Ugt, Policía y Guardia Civil, Presidencia del Gobierno y Jefatura del Estado, Congreso y Senado.
Bueno sería que sus señorías en redes sociales fueran sacando conclusiones. España se ahorraría un montón de gastos superfluos y dolorosos en tiempos de crisis, si se aplicara esta lógica:
Cero dinero público a cargos sindicales: quien los vote, que los libere o subvencione. Unificación de Policía y Guardia Civil y escala única de mando, con lo que se ahorraría en cargos y nóminas. Asunción de la Jefatura del Estado por Presidencia del Gobierno, con la consiguiente amortización de la Jefatura del Estado, ni monarquía ni presidencialismo ninguno (a ver si se enteran quienes insisten en el dichoso referéndum). Y un parlamento unicameral para España como distrito único, sin Ley D’Hondt ni Senado tapón.
Otro día hablamos de cómo el gasto en Defensa y Ejército tendría que someterse a objeción de conciencia (como derecho reconocido en el 16.1 de la Constitución), mediante casilla específica en la Declaración de Hacienda (opción que ya se reconoce para la objeción religiosa). Y de cómo, mientras funcione la Administración, la clase política profesional se podría reducir al mínimo a base de cero subvenciones a partidos políticos y escaños no retribuidos que podrían ir rotando como rotan las comunidades (de vecinos), las mesas electorales o los jurados populares.
Bien está que en estos días infames cada uno escriba su particular diario de Ana Frank. Pero no todo va ser leernos a nosotros mismos ni todo va a ser aplaudir.