
IGNACIO ESPINA, LITERATURA DE BANCA
Se llama literatura de banca o de pupitre a la de burlas que se cuecen en horas de clase a espaldas de la explicación del profe, que si te pilla y no le ve la gracia te planta un cero pelotero. Hablamos de un subgénero clandestino donde no faltan el dibujo, la caricatura o la sátira y donde sobra la libertad por falta de prudencia o de respeto. El juego puede ser un solitario, alumno que dibuja o escribe y guarda para sí, o puede hacerse entre dos o más que en clase o al salir de clase se comunican. Lo raro es que un profesor se preste al juego como el primero, que para eso es más leído y más experto. Es lo que hizo el profesor de literatura Ignacio Espina la vez que descubrió los papelitos que se traían entre manos sus avispados discípulos Andrés Tudela y Arturo Bouzas, Bebo, auténticos Zipi Zapes del soneto clásico que a él lo ridiculizaban bajo un epígrafe gongorino: Mientras por competir con tu cabello. Ignacio era calvo. Lejos de perder la compostura, el profesor debió pensar que aquellos dos, aprobar, no aprobarían, pero tenían gracia y merecían la suya. Así que, en vez del cero, les plantó una réplica, por competir con tu maestro, donde no faltaban, se pueden imaginar, consonantes como cabestro o padrenuestro, el que tendrían que rezar aquellos dos para ganar la nota y para vencer al diestro. Pidan a Bebo y a Andrés Tudela que se apresuren a poner en limpio y a publicar al mundo sus obras completas de aquellos años ochenta. Mi amigo Ignacio Espina Sáenz murió en Sevilla el 29 de noviembre de 2008. Era sábado y no había clase. / en homenaje /
Daniel Lebrato:
Mientras por competir con tu maestro
(contribución).
(En clase)
Ignacio Espina imparte el clasicismo
y hay dos en una banca que no paran
de hacer como que atienden, y no atienden
pasándose papeles y a su bola.
–Mientras por competir con tu cabello
-iba diciendo el que leía el libro
de texto, y él: –¡Traed aquí esa hoja!
(la coge y lee:)
«Dos alumnos pusiéronse a porfía,
a ver quién de los dos le saca un verso,
tocándole la barba o las narices,
al profe viejo, calvo, feo y tonto
el que lo lea: –Sin causa el carpe diem,
que aplique el ubi sunt, que el tempus fugit,
y váyase en buen hora con sus muertos.»
Y el profe, al estrambote:
–Bebo y Andrés: cien veces, y a mamarla:
«Donde hay maestro, ¡no manda carajote!»
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