IVA Y DERIVA DE LA CULTURA

IVA Y DERIVA DE LA CULTURA
La orquesta del Titánic

El iva es el impuesto sobre el valor agregado o añadido. Es un impuesto indirecto que opera en la cadena de compra. No es percibido por Hacienda directamente del tributario, sino por el vendedor. Los vendedores intermedios tienen derecho a reembolsarse el iva que han pagado a otros vendedores que los precedieron en la cadena de comercialización, y los consumidores finales tienen la obligación de pagar el iva sin derecho a reembolso. O sea, que hablar del iva es hablar de dinero en movimiento. En España el iva normal es de un 21 por ciento (7%, en Canarias); el reducido, un 10, y el superreducido, un 4 (4 y cero por ciento, en las Islas Canarias).

Vaya por delante que hablar del iva es como hablar de los niños en la frase “las mujeres y los niños, primero”. Nadie quiere naufragios. Nadie quiere pagar impuestos. Parte de la economía sumergida de la que nos perdonamos todos, es que el fontanero o el mecánico, que arreglaron nuestro grifo o nuestro coche, alguna vez nos han preguntado ¿Con iva o sin iva? al hacernos la cuenta. Y todos, salvo que el arreglo nos desgravara por otro concepto, hemos respondido ¡Sin iva! El iva cultural no grava mi cultura ni la cultura en general, sino algunos productos culturales que yo compro, como las entradas del cine o los conciertos de Sabina.

Para empezar, llama la atención que quienes promueven la bajada del iva cultural no seamos los consumidores, sino los consumidos, los Sabina, los Serrat. Es como si el Gran Poder y el Cachorro o la virgen del Rocío quisieran bajarles o ahorrarles la limosna a quienes creen en ellos, mientras que otras imágenes y otras religiones tuvieran que seguir pagando lo que todas. Ese es el tema.

El iva reducido se aplica a los alimentos en general, transporte de viajeros, agricultura. Y el superreducido, a productos de primerísima necesidad: pan, leche, huevos, frutas, verduras, hortalizas, cereales y quesos; además de a libros, periódicos y revistas no publicitarios, medicamentos, sillas de ruedas, prótesis y viviendas de protección oficial. Díganme, Sabinas y Serrats, la orquesta del Titánic, gente del cine y de la SGAE, ¿qué quieren? ¿Qué conciertos y espectáculos, entradas de cine o de teatro paguen igual o menos que el autobús o el pan? Eso, admitiendo que el mejor impuesto es el que no se paga y que, ni mujeres ni niños, lo mejor es que el barco navegue sin mis impuestos y que sin duda llegue a buen puerto.

Daniel Lebrato, Ni artistas, ni cultos ni demócratas, 20 del 5 de 2015

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