Semana Santa, contradicción consciente

CONTRADICCIÓN CONSCIENTE

Me preguntan qué es para mí la Semana Santa y mi amigo no comprende que me meta en esas bullas. Respondo siempre que para mí la Semana Santa de Sevilla es un vicio. Soy incapaz de oír un tambor y de no ir como tonto detrás de él. Lo atribuyo a la infancia en que me crié, a mi amistad con Jorge Jiménez Barrientos y con Manuel José Gómez Lara, que se dedicaron académicamente al tema por los años que Isidoro Moreno hacía su lectura laica de esta semana como fiesta de primavera, años 80, cuando creíamos posible una lectura civil o social de un fenómeno que no dejábamos de saber en qué manos estaba. Para nosotros, fue el sueño de una transformación que nunca llegó. Vino el papa Woitila, vino el integrismo por comparación o contagio con el islamismo y se jodió el invento. En vez de transformar nosotros, los progres, las bases de la Semana Santa, fue la Semana Santa la que transformó, hasta hacerlos enmudecer, a los progres de Sevilla. Basta ver los rezos que se oyen ahora, la utilización del Sine labe concepta con fines de pro vida, las levantás con dedicatoria que hacen los capataces o sus cuadrillas por las consignas más pepeístas. Pero qué queréis que os diga. Nada humano nos es ajeno y hay mucha humanidad, muchos amigos, muchos alumnos, muchas vecinas que vibran o se emocionan, y no podemos ser los altivos que despreciemos por las malas lo que tanta gente aprecia por las buenas. Creo que a eso se llama contradicción consciente. Mi contradicción consciente es la Semana Santa, la de gente víctima del mismo engaño o del mismo espejismo que me tocó a mí a su edad, solo que con una Iglesia más integrista, más cerrada y más cerril. El caso es que sigo sin poder oír un pachín pachín y quedarme en casa.

Daniel Lebrato, Ni cultos ni demócratas, 31 de marzo de 2015.

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