Dulcino y Margarita (Pilar Villalobos)

Marzo de 1307. Sábado Santo. Margarita Biella y su amante, demonio pestífero, hijo de Belcebú y horrendísimo heresiarca (que a fuerza de ser hombre, la Historia decide otorgarle un lugar entre sus héroes), son por fin apresados. Margarita Biella y su amante. Destinos tan diferentes como iguales sus hogueras
“In nomine Domini, amen. Hec est quedam condemnatio corporalis et sententia condemnationis corporalis lata, data et in hiis criptis sententialiter pronuntiata et promulgata”

Recorro un bosque de soldados lleno, donde el agua subterránea corre ciega con presagios y promesas a la velocidad de otras voces. Voz de la mañana que anuncia todas las muertes. Voz del aire, lejos, muy lejos, extrañas voces de un idioma que no es el tuyo, de un cielo que no te pertenece. Voz y rumor del fuego, ensordecedor rumor que espanta las fieras que en el monte anidan, menos a una que se esconde en mi frágil pecho, aceite donde su luz se agranda y consume al día. Solo el amor que por ti siento me espanta

“Hominem male condictionis, et pessime conversationis, vitae et famae, hereticum et herética labe pollutum et contra fidem catolicam credentem et affirmantem………………” Mientras. Las campanas de la ciudad a rebato, el carro con la carne en el asador, la sonrisa desdentada de los monagos y las caries de la plebe el día de la hoguera. La voz del pregonero, las tenazas candentes. Redobles, otra vez, de campana, de tambor y de conciencia
“Deum prae oculis non habendo sed potius humani generis inimicum, acienter, studiose, appensate, nequiter et animo et intentione……………”

—No sé calcular la distancia que, en segundos, me separa de tu cuerpo. El perfil de la muerte, mañana no moverá mi aliento; me detendré en ti, sin miedo. Solo una mirada tuya, saliva espesa que brote en mi garganta para recuperar tu nombre, y tu bendición espero. Silencios recordados acallarán las multitudes y el rojo púrpura que de mis ojos sale teñirá de sangre sus rostros extasiados

“…exercendi hereticam pravitatem stetit et conversatus fuit cum Fraticellis…”
La envidia de la hermosura reflejada en los ojos, el calor, el silencio del juglar, el mercado, el aliento fétido del dominico que aún grita en nuestro oído penitentiate. La rigidez de la cara del amante, el lamento, el largo lamento de las tenazas hincándose en la carne
“…vocatis fraticellis della povera vita hereticis et scismaticis et eorum pravam sectam…”

—Agua querré, cristal en tus ojos. Solo un finísimo cristal en tus ojos quiero. Se hará diluvio que mojará mi herida y regadío para los valles que un día tus dedos sembraron de olor a pan y leche tierna; fertilizaré las viñas con las que poblaste las cuencas de mis ojos y de las que bebiste el dulce vino que el deseo exige. Agua querré. Torrentes de jugos frutales que humedezcan la sed de mi derrota

“…et heresim secutus fuit et sequitur contra fidem cactolicam…”
El rincón para el yunque y el azadón, la travesura de los chiquillos, los gritos de los chiquillos, el aullido de un perro que ha decidido mearse sobre el cepo de los pies del reo, el silencio del reo y los hombros del reo en repeluco fugaz
“…et accessit ad dictam civitatem Florentie et in locis publicis dicte civitatis in dicta inquisitione…”

—Llama ardiente prenderá mi cabellera y más ardor requerirá mi cuerpo para igualarlo al fuego de tus noches. No el agua del río de la muerte, no todo su cauce circulando por mis venas, salvaría a una sola de mis células del incendio que tú siempre les preparas. Agua querré y más ardor requerirá mi cuerpo

“…contentis, credidit, tenuit et pertinaciter affirmavit ore et corde…”
La ebullición del agua con los instrumentos quirúrgicos que no contaminarán la carne casi muerta, el amigo que no está, las tres negaciones, el roce del sudor en las ingles sofocadas de los presentes, la cabañita de troncos que sabiamente llamamos pira, la pus del oído reventado del fráter, el calor, la luz, el fuego, la cruz de guía de una pasión amorosa, el mástil fálico para morir de amores y una brisa marina, aire de marzo que abriles lleva
“…quod Christus redentor noster non habuit rem…”

—Aire de tu amor que venga y me lleve, que no tengo a nadie. Soplo que de tu boca me llegue y me rapte. Aliento claro que deshaga los nudos que mi garganta hizo y alargue el beso, el largo beso que me da la muerte. Viento del Norte, helado viento que purifique la mano pecadora que contra ti se alza, que nos transporte a otra patria, que nos transporte a otra patria
Agua querré, cristal en tus ojos
llama ardiente del fuego de tus noches
Aire que venga y me lleve

“…aliquam in proprio vel comuni sed…”
El dedo en la nariz de un vigilante, el hedor del infanticidio medieval, los gusanos en unión mística con los restos de un corazón putrefacto de alma cristiana. El grito, el grito atroz que nadie oye y es capaz de enmudecer las dinastías. El miembro viril cortado y a pedazos en boca del gato de la perfumista. El ora pro nobis y la resurrección el tercer día
“…habuit a quibuscumque rebus…”

—Tu herida, azada firme que sobre la tierra dieron. Exhalaran el hedor que contamina pueblos y heredades. Maldigas así la luz que nos inunda. Pudran con su poder el ansiado fruto que la vida espera. Y sea para mí fosa común donde descansen cartílagos amantes, médulas encendidas, corazón enloquecido que trota por encontrarte
Seas tú el agua, torrente de jugos frutales que humedezcan la sed de mi derrota
El aire que me falta
la tierra donde descanse mi pasión
Llama ardiente recorrerá mi cabellera y más ardor requerirá mi cuerpo para igualarlo al fuego de tus noches

“…quas sacra scriptura eum habuisse testatur…”
Mil peticiones de manos para la liberación de la hermosísima rea

La gloria entera y su fama para el silencio de los eunucos de la Inquisición. El cuenquito de unas manos para las cxenizas de Margarita Biella. Todo el viento de los siglos para las de su amante en la hoguera
Y la mirada, la atónita mirada de unos visitantes que seis siglos después contemplan esa ejecución, esa simple ejecución en sillas tan eléctricas como las de la pena de muerte
“…tantum simplicem facti usum………ita quod penitus moriartur et anima a corpore separatur…”

—Cercadores de tierra, acorazadores del viento, carceleros del agua de la hembra en celo, seáis veneno que con la humanidad acabe. Y sean tus cenizas, mi amor, pasto y aliento de las muchachas en mayo, de las mujeres que han vivido con la mirada perdida. Observen ellas en mí el destino que elijo:
Ser presa del fuego de una hoguera que en un puñadito me convierte y del fuego de un deseo que en un océano aún me abrasa y me derramo

Buenas noches, señores
No olviden, como yo, seguir comiendo
guardar puntualidad, cerrar la boca,
encogerse de hombros y reír

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