farsa y licencia de la reina poesía.

poesía de la experiencia

Hay tres poemas. El que vemos. El que leemos. Y el que oímos o escuchamos. Y cada mismo poema puede sonarnos diferente. Esa distancia será menor ante estrofas conocidas, y parecerá caprichosa ante poetas de hemistiquillo.

poema histórico

El desenlace de la poesía corre a la par que su emancipación de la música y del canto, en cuanto va del verso oral hasta el versolibrismo o poema en prosa. Fue un camino hacia el silencio que solo en el papel se rehabilitaba.

posvanguardia

Si a cada urinario le llega su fuente Duchamp (1917), la poesía no iba a escapar. Desde 1855, Leaves of Grass, Hojas de hierba, de Walt Whitman, los poetas saben de qué hablamos. Otra cosa es que finjan o miren para otro lado. Stéphane Mallarmé lo expresó así: «Cada poeta puede tocar con su propia flauta no atado al atril. Hasta ahora eran precisos los grandes órganos de la métrica oficial. Nos hemos cansado de ellos.» [En Alemania, Goethe probó el verso libre en Prometheus, Hölderlin lo usó y el más fecundo fue Heinrich Heine, en 22 ocasiones. En castellano, lo introdujo Juan Ramón Jiménez, después de Estío (1916), en Diario de un poeta recién casado (1917) y, tras él, León Felipe y los surrealismos del 27: Aleixandre, Cernuda, Alberti, Lorca, más Neruda, Huidobro o Borges. En la poesía desarraigada de posguerra, fueron Hijos de la ira, Dámaso Alonso, y Sombra del paraíso, Vicente Aleixandre, 1944. En lo anteayer, Pere Gimferrer o Blanca Andreu.]

El drama o la tragedia de la poesía consistió en alzar su torre de marfil, que era una forma de endiosarse, en tiempos del «Dios ha muerto», Hegel, Nietzsche o Dostoyevski. La torre de marfil, o tour d’ivoire, fue invención de Sainte-Beuve en 1837, por decir el estatus de Alfred de Vigny frente a Victor Hugo y se apoyaba en la teoría del genio: los treinta años que van de 1790, Crítica del Juicio, de Kant, a 1818, El mundo como voluntad y representación, de Schopenhauer: paradigmas del sujeto y la creatividad artística, a favor del genio y de la excelsa torre. Y eso que, siguiendo a Hegel, el arte, todo el arte, había dejado socialmente de ser útil, de existir.

Y el resto: atril o partitura, convenciones gráficas que hay que añadir a un Dios cadáver, cuando lo que no era verso era prosa como había sido siempre. El desempeño de crítica y público consiste en parecer vivo con las tres funciones de los seres vivos: nutrición y relación (como culto que es uno) y reproducción (para perpetuar la especie), y actúa del mismo modo que la prensa, respecto a la Política, o de las iglesias, respecto a Dios: de poetas a lectores y hasta una sociedad prosaica que, si le preguntas, adora la poesía. Desde mitad del siglo 19 y desde principios del 20, la poderosa farsa ha funcionado. La pregunta sigue siendo ¿tengo que darme por engañado o desengañado, y más en plena agonía del libro imprenta frente al digital?

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