las edades del libro.

Las edades del libro y de la lectura se cuentan en tres: antes de imprenta / durante la imprenta / libros digitales.

Salvando derechos adquiridos por librería y oficios a extinguir, tendríamos que vivir con júbilo el réquiem por un soporte papel, con el albor de un nuevo currículo libre de estrés y de servidumbres de mercado. La sola abolición de una clase guarda y custodia del libro y de la cultura, debería emocionarnos. Nunca la democracia de la cultura llegó tan lejos como ahora, que cualquiera que tiene una brillante idea puede publicarla y difundirla al instante por internet. Será que el mester de librería insiste en planteamiento, nudo y desenlace para alcanzar la gloria, aun sin haberlo leído: el libro parto maravilla desde su gestación; la epifanía del libro en su presentación al público; y el pase por caja con firma de ejemplares y recogida de parabienes. Este lenguaje, como de Adviento a Reyes o de Santo Grial, podría girar, del paseíllo a orejas y rabo, a equivalentes taurinos.

¿Qué abrumadora cosecha de juncos tras El universo en un junco mientras lo sensacional y rupturista es el universo en nuestro bolso o bolsillo, sin más requisito que dos bienes de consumo donde todo es consumo: un terminal o teléfono inteligente con conexión wifi? El capitalismo de Estado del Bienestar tendría que responder ciertas preguntas.

Yo, que fui libro de isbn desde el pie de imprenta hasta el colofón, y que, con Pilar Villalobos, di vida a la más osada editorial para literatura de aula. Yo, que hace años dejé de estar en las nubes para pasarme a la Nube, diré al final por qué se salvan mis recomendaciones eméritas, libres al fin del mal que nos envuelve, dicho en palabras de Fedro Poemas.

Los simples libros de solo texto serán naufragio en la memoria de los hombres. El cambio climático en la prensa cultural, en la filología, en los fondos y en las prácticas de documentación, archivo y biblioteca ‑con su escala de éditos, inéditos o póstumos autorizados‑ se irá imponiendo como testamento vital a quienes, reacios, hoy escriben en Word, y se publicitan y nos convocan por whatsapp o por redes a su puesta de largo en papel, al tiempo que reniegan de los aparatejos que sus hijos llevan en su bolsillo. Si el escritor no piensa en sus hijos, ¿quién pensará entonces?

Otro día hablábamos de cómo la posmodernidad, con su exaltación de la frontera al otro lado del libro (Eco, Vila-Matas, Bolaño) ha enaltecido la voracidad de robadores del libro. Si quieren un caso, libro-libro de los que ahora se editan, vayan a Panza de burro y vean la joya de fragmento que Barret y Amazon Kindle nos regalan de muestra. Para no hacerse terrorista de la letra impresa: 9,02 euros, por 146 páginas, es el rescate.

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