LA MODA Y EL IDIOMA

LA MODA Y EL IDIOMA

Me sucedió en Media Markt, esa cadena. La tienda promocionaba precios espectaculares rotulando al lado un wow, que me costó entender. El otro día, un amigo, nada esnob, por cierto, me puso un correo: Wow, Danielito. Y ya entendí. Y pensé: ¿qué necesidad tiene el español del wow inglés teniendo, como tenemos, el guau del esperpento y de los tebeos? Todavía, el OK frente al ¡vale! tiene una justificación en los teclados y en órdenes internacionales que pueden ser vitales. Pero el wow, ¿qué aporta el wow al español que lo utiliza? No se me ocurre sino que la palabra está de moda.

Tal y como la vio el lingüista Roland Barthes, la moda es un sistema (esto es: un conjunto de signos y unas reglas de combinación). Pero a diferencia de los sistemas lingüísticos, que basan su eficacia en lo inmutable y sincrónico, la moda busca una constante alteración de la sincronía. Escapan al vértigo de la moda: uniformes, tribus urbanas y personas singulares. Las abuelas de antes, al primer difunto que hubiera en la familia, ya vestían de negro de por vida y nadie las consideraba tribu. Excepto los canis y los pijos, nombres que vimos nacer en Sevilla a un lado y otro de la Ronda del Tamarguillo, todas las tribus urbanas vinieron de fuera, como el wow: raperos, rastas, góticos; antes, cueros, panas, progres o Juliettes Greco. Ocurre que el mercado ni siquiera deja que la tribu se uniforme de una vez por todas. Lo vemos en el grupo yupi (o comerciales). Este año los cuellos de la camisa se llevan más rectos para que a usted las camisas del año pasado ya no le sirvan. Y hasta la corbata se la cambiamos lo justo para que si a usted le regalan una el día del padre, que es de lo que se trata, pueda decir: ¡Qué bonita, como ésta no tengo ninguna! El grupo rap o hip hop, que lleva años entre nosotros, también lo hemos visto pasar por caja no solo para distinguirse el rapero Nike del rapero de mercadillo, sino para añadir tatuajes, pirsins y objetos de complemento. Por eso, lo mejor, aunque no sea fácil, es aconsejar a la juventud que se baje del carro de la moda. Lo cual exige a jóvenes y adolescentes tomar conciencia ante el espejo y ganar en autoestima y madurez, contando siempre con el apoyo de su entorno. Que los zapatos de plataforma se los va a poner su tía, que la hucha la va a enseñar Rita la calentera, que la barba hípster da calor y pica tela, y esos tacones altísimos o esas faldas como cortinas hasta los pies, para la madre que parió a los maniquíes de escaparate.

Pactar con nuestro cuerpo y nuestra imagen, siendo quien somos, y pactar con nuestro idioma, siendo como todos y solidarios. Y ser pacientes con quienes, desde la moda o el lenguaje, son víctimas de las presiones: ese informático que pronuncia [Maicrosoft], por respeto al original inglés, cuando el inglés no respetó el primer original, el griego μικρο, que jamás sonaría maicro, ni quien lo oyó. Si ya es dudoso que nos dejemos llevar por las ventajas de otro idioma, el colmo es imitar sus errores. Decía Oscar Wilde: no puedo exigir a los demás mis virtudes; bastante, si encuentro en ellos mis defectos. Pues aquí, al revés. No puedo exigir que sepan lo que yo sé; bastante, si ignoran lo que yo ignoro.

Daniel Lebrato, Taller de escritura de 1ºZ, 30 del 5 de 2015

Deja un comentario