EL LUNES, AL SOL
No hay género literario más complicado que el cumpleaños. Cumplir años tiene tanto mérito como que el Sol se ponga y salga en otra parte. Y, en todo caso, mérito, el de las madres, que, empujando y empujando, nos trajeron a buen puerto. Yo siempre he motivado mi cumpleaños con ponerme de vacaciones (perífrasis incoativa) en cuanto terminaba mayo, aunque ahora mis clases son como reflejas, como el picor del manco en el brazo amputado. Hoy, viernes 29, se despiden del instituto los segundo de bachillerato a quienes di clase en primero y el domingo 31 es mi cumpleaños. Mi amigo Luis Fernando y Valverde del Camino recordarán las feroces fiestas de colores que hacíamos entre los dos (él cumple el 30 y yo, el 31). Y es que mi madre, tan previsora, me parió el último de mayo, sabiendo que ese día el profesor se despediría de sus bachilleratos, camino de la universidad. Este año me toca cumplir 61 pero seguiré en 60 dos años más, hasta los 63, que daré el salto hasta 65. Así seré un segmento perfecto y facilito a ustedes llevarme en sus cuentas, en el caso poco probable de que eso les interese. Yo soy el primero que no felicito a nadie, salvo a esas personas que vigilo de cerca, y más como testigo del tiempo que pasa, que como parte del coro que canta a quien apaga las velas. Además de aburrida, la edad es relativa. Sé las fechas de mi padre y de mis hijos y sé que el tiempo es ese cálculo. En El Gatopardo, puesto al frente de Tinta de calamar, mi personaje se despedía del último claustro. Ahí os quedáis, dijo el pavo, pero no ha sido tan fácil. Todavía cuento el año por trimestres; la semana, por días, con sus viernes y sus lunes; y el día, como si siguiera trabajando en el nocturno. No sé qué es un lunes al sol, qué buen título y qué terrible, cuando se está en el paro. A mí los lunes me han parecido laborables porque Álvaro me sacaba en tertulia por la carrera oficial de Sevilla Web Radio, y ahí iba yo, como a impartir una clase, qué pedantería. Entre eso y mi lealtad al Jueves de los jueves en calle Feria, mis semanas han sido para Sevilla y mis fines de semana, para Sanlúcar de Barrameda. Hasta este lunes, que será junio y que me quedo en Sanlúcar empezando, un año más, mis vacaciones. Nunca pondré jubilado en mi tarjeta de visita o en mi perfil en red. Nuestro oficio no cicatriza mientras sigan abiertas nuestras heridas y nuestras obsesiones. O sea que no me irá mal repetir los 60, como quien repite curso, y no cumplir los 61 sin antes enterarme de que estoy completamente jubilado. Diría Quevedo que no cambia de estado quien muda de edad, y no de vida y costumbres. Así que [ajínke] (pronunciado por mi Manuel Vanessa del Rocío) me doy por felicitado.
(Después de la de LeMonge, me ha salido una felicitación espantosa.)
Daniel Lebrato, 29‑31 de mayo de 2015.
