Ni abdicación ni referéndum. Las cuatro derrotas de la infanta Cristina.
Qué mala suerte la tuya, Cristina de Borbón Grecia, con ser mujer y segunda, y siendo tan de derechas, que tengas que verte infanta por vida y no como esa Letizia, reina de España. Cristina Federica Victoria Antonia de la Santísima Trinidad de Borbón y Grecia (Madrid, 1965), séptima en línea de sucesión, vino al mundo dos veces derrotada: como mujer, por su hermano Felipe, y como menor, por Elena. De doña Elena se dice que no es muy lista; doña Cristina no parece muy espabilada y don Felipe es como el padre, cortito de recursos a micrófono abierto: la última, balbuceando el euskera; antes, en aquel minuto de gloria, patente Borbón del ¿por qué no te callas? La tercera derrota de la infanta fue casar con el no tan noble Iñaki Urdangarín. Y la cuarta, como en Los girasoles ciegos, va del tango al fango: de iglesia para todos, a tribunales para dos. O al mayestático modo: para nóos.
Los delitos de Urdangarín son de entre hidalgo y pícaro que se arrima a la sombra del árbol de la Zarzuela. ¿Y qué monarquía no presume, desde la primera papilla y desde su tarjeta de visita, que son altezas y majestades? La Corte, ¿no incluye el cortejo pellejo y genuflexo de aduladores y oportunistas, pelotas y aprovechados del besa la mano a la vuestra majestad? Proveedores de las reales fábricas, de las reales cuadras, de las reales bodegas y despensas, no salimos, Berlanga, ni de coña, de La escopeta nacional, que tiene su versión autonómica. Leo: “Vasa: Empresa colaboradora de la Junta de Andalucía”.
Los cargos públicos periféricos al caso Nóos se han defendido todos a una: legal o no el chaparrón de dinero, el paraguas lo ponía Casa Real Española. Si esos pagos han resultado desorbitados, dígalo ¿quién? La millonaria comisión, el sobre o sobresueldo, el plus a fin de mes son parte de un juego conocido. Discutirlo, da lugar a conversaciones del tipo: con lo mal que está el mundo y la burrada que cobran Messi o Ronaldo. Urdangarín es un crack y su boda, su mejor gol. Antes de criticar sus ingresos, hay que irse a la lógica que aplicó Andy Warhol al precio del arte: una obra vale (y una estrella, también) lo que alguien paga por ella, su precio en el mercado. Otra cosa es la ética política de la derecha valenciana o mallorquina, que metieron mano en dineros públicos para dárselos al muy alto, muy guapo y muy creído yerno del Rey. De no haber tangado a Hacienda, no habría caso Urdangarín. Patrocinar causas humanitarias, atraer eventos de alcance mundial, todo eso cuesta lo suyo. A fondo perdido o a sobre ganado, La Caixa y la causa, Telefónica y yo, somos así, señora.
Sea como sea, demócratas y constitucionalistas ahora nos vienen con la abdicación del Rey y, con él, pasar página en bloque a Urdangarines, Corinnas, elefantes y herencias en Suiza. Con Juan Carlos I se iría el franquismo residual y entraría en escena, oh, el Príncipe con la periodista, la televisiva y televisada pareja. Y ahí quiero yo vernos. No caigamos en el engaño ni aceptemos, como progresista, un referéndum sobre la forma del Estado. Hay temas que no se pueden refrendar. No se vota la igualdad, no se votan laicismo ni igualdad de géneros, no se vota que todos somos iguales ante la ley. Un pueblo machacado por los partidos mayoritarios, por la tele y por la prensa rosa, podría privilegiar a una familia por encima de las demás familias españolas, creyendo que así cumple con sus deberes patrios. La gente pobre que vota al PP (Rajoy, como el Deseado) es la del ruin ¡vivan las caenas!
Qatarí, que te vi, la culpa no la tiene Urdangarín ni la culpa la tiene el Rey, pique o abdique: un particular. La culpa la tiene ofrecerles vida de lujo y carrete institucional con cargo al presupuesto o con cargo al apellido. La culpa, del Quinteto de la Moncloa (Pactos de 1977): PP, PSOE, PNV, CIU, con la Izquierda Unida rehén del viejo PCE de Santiago Carrillo. Las cinco siglas más dos, con UGT y Comisiones, son la denominación de origen de una transición que hay quien escribe con mayúscula y hay quien escribe con vergüenza. Al arco constitucional le pone flecha la prensa, coguionista de: la Corona, garante de las libertades. Véase la serie de El Rey y el 23-F quien aquella noche de 1981 no supiera dónde meterse. Tantos años de propaganda monarquicana han hecho que república suene a República y Guerra Civil, mientras que un príncipe rey alarga el cuento de hadas en las salas de espera. Consultas y peluquerías, quién va a negar unos dientes perfectos y esa sonrisa infinita.
Daniel Lebrato, Ni tontos ni marxistas, WordPress, 10 de abril de 2013
