
Mucho se habla del amor. Y mucho se habla y se elogia o se presume de nuestros actos de amor.
El amor tiene sus géneros y arquetipos, desde la Amada hacia el Amado, desde Lolita hasta Don Juan, y hablamos de lírica amorosa o del romanticismo, o de novelas o películas románticas. Y eso, por no entrar en misticismos o religiones que cargan hagiografías, vidas de santos y otras vidas ejemplares. Todo en mí es amor o es el amor, viene a decir nuestra biografía y predica nuestro perfil por redes sociales.
Hoy a todo lo que no nos gusta llamamos odio o delito de odio. Y al maltratador que maltrata o mata admitimos que en el telediario se le llame pareja sentimental. En Google iA, la búsqueda de amor genera muchos más resultados que odio, aunque en la vida real puede el odio ser una fuerza motivadora ante la injusticia, y no el opuesto del amor, sino la indiferencia después del amor. Depende de una visión realista de la naturaleza humana y social, donde amor y odio como ambas fuerzas coexisten y actúan.
Por lo que respecta a Daniel Lebrato, o en aplicación a Daniel Lebrato, el amor / odio se ha dado pocas veces, y muchas, sí, el amor / indiferencia. No hace falta poner ejemplos, casos de amistad o familia, basta con lo que Daniel ha sido para fiestas o eventos de Andalucía, desde Reyes Magos y Carnaval, hasta Rocío o Corpus Christie. En todas ha estado Daniel y en ninguna se ha quedado. Y eso no es odio, sino manera de ser por etapas cubiertas que se cierran y se abren a nuevas etapas. Caseta de Feria fue Daniel y ya no es. Camino al Rocío ya Daniel no lo hace, como ya no va a los Toros ni al Corpus, ni a la madre que parió a la tradición de fiestas y costumbres que concejales de cultura llaman populares. Y amigos que fueron ya no son. Es pura técnica imaginativa o narrativa.
En los amores inducidos o conducidos (transmitidos de mayores a chicos, de padres a hijos, de pareja de padres a padres separados, de generaciones a generación) es lógico pensar que las líneas de afectos, verticales, dejen paso, como en el ejército o en la marinería, a otras líneas de mando en un abanico desde la independencia a la lealtad.
La falta de lealtad donde peor se lleva es donde más se exige, que es en la familia, cuando se supone que la lealtad se da por supuesta y preconcebida, como el valor en la mili. Guerras de familia donde las batallas son de corazón a corazón.

