Una rabia de clase.

Una rabia de clase. Llamo rabia de clase a la ira o enojo de un humano rabioso por ataque de clases o de lucha de clases sociales. Rabia de clase es lo que me provocan las Carreras de Caballos de Sanlúcar. Más allá del mundo de los toros o de las santas cofradías (que algo de rabia producen, con señoritos y obispos tras las cabañuelas populares), las Carreras de Caballos de Sanlúcar, con su enjundia de turfs, de purasangres, de hándicaps, de puestas por apuestas millonarias, representan un código donde hablar de fachas o pijos o señoritos sería repartir tiritas o caramelos donde habría cirugía de amputa o corta y tente tieso.

Porque la cuestión es quién paga las copas y quién invita al baile, sino instituciones políticas psoecialistas y pepelares: Junta, Diputación o Ayuntamiento de Sanlúcar, ahora bajo el timón de Izquierda Unida. A esta sarta de autistas de alto voto, las CCS le parecen autos de tradición y antiguos usos populares, que cómo no darles cobertura, playas y días de agosto en temporada alta, con la de tantos millones que dejan en nuestras arcas, tanto turismo en nuestro pueblo, tantos puestos de trabajo en nuestras cuentas laborales.

La lógica de Donald Trump sería irrebatible: «Por agosto, seis días de playa son suyos, CCS, si pagaran equis mil millones a su costa y suyos los cargos por montaje y limpieza, seguridad y orden. Y todo según ley de espectáculos, con arreglo a entorno y barrios habitados.»

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