A propósito de la Macarena.

A propósito de la Macarena, ayer terminé «ojos para una imagen, miradas para una cara», que iba dedicado al hijo que más me sigue en estos diretes, Juan Rodríguez-Jurado. Mi punto de partida sobre la Macarena sería el de todos a la llegada: Ningún país del mundo o ningún coleccionista de arte consentiría el mínimo cambio en su tesoro, dicho también bien cultural o patrimonio. Ni el Louvre se ríe de la sonrisa de Mona Lisa, ni la Ue ni Inglaterra ni Italia ni el Vaticano permitirían la alteración de una cualquiera de sus obras menores. La inculta risotada que dio en reírse de la Macarena y de los capillitas de Sevilla, no es más que ignorancia de una fechada aproximada a 1680, un siglo antes de los museos nacionales. Hasta 1793 no se abrió el Louvre porque hubo que esperar a la Revolución para poner al público colecciones reales o confiscadas a nobles y a Iglesia.

¿Qué falta o qué sobra a la Macarena para ser tratada igual o parecido que sus precedentes, La joven de la perla o Muchacha con turbante, de Johannes Vermeer, pintada alrededor de 1665·67, o Las meninas, de Velázquez, de 1656, o la Santa Teresa en el Éxtasis de Bernini, de 1652? Hacia 1680, Bartolomé Esteban Murillo pintaba en paralelo a las manos que esculpían la Virgen de la Esperanza para el Hospital de las Cinco Llagas. Virgen que vendría a sumarse a una amplia estela desde el siglo 13, desde la Virgen de los Reyes. Como dolorosa de procesión, la Macarena se adhiere a María Santísima en su Soledad, datada en el siglo 16; la del Rosario, de Montesión, de entre finales del 16 y principios del 17; la de Montserrat, atribuida a Gaspar de la Cueva hacia 1615; la del Socorro, del Amor, atribuida a Juan de Mesa, sobre 1620; la de la Victoria, atribuida a Juan de Mesa, hasta 1628; la del Mayor Dolor, de la Carretería, obra de Álvarez de Albarrán el Mozo, de 1629; la de la Encarnación, de San Benito, del primer tercio siglo 17, o la del Valle, del segundo cuarto del siglo 17.

Lo que sobra en el pelotón de risas a escape es religión, sí religión: la que tienen laicos y ateos cultos por la escultura, por el lienzo, por la iconografía o por los derechos de la obra en curso y a la versión original. Esa religión es, la que al faltarle, le ha cargado al catolicismo el escándalo de unos capillitas por unas pestañas que podrían ser así o así. Y, mire usted, no podrían ser más que las que han sido y nos darían la inteligencia artificial o natural.


WordPress o Google docs. 

Mi consejo es que leáis «ojos para una imagen, miradas para una cara» en DL4 por Google docs, que en daniellebrato.com. A daniellebrato.com es WordPress lo que me obliga. El docs.google de Google docs es una pasada. Ofrece la página tal cual la damos por buena en nuestra máquina de escribir y se comparte y deja leer en pantalla de once pulgadas sin más liturgia que decidir (como en las fotos) si hago lectura en vertical o en horizontal, juego que, en un texto con ilustraciones, conviene siempre manejar. Yo el docs.google lo tenía para pasárselo a Juan, cuando caí en la cuenta que a otras personas podía interesar lo que a Juan y a mí nos apasionaba.

Desde que me robaron mi ordenador con Windows 365, me vi obligado a reponerme. Así caí por 300 euros en Chromebook Acer Spin comprado en El Corte Inglés. Mi chromebook se acopla de maravilla con mi viejo teléfono (Galaxi A12) y me conecta con Google Chrome, con lo que me he librado 

1) de Windows 365,

2) de Microsoft Office Word, 

3) de la impresora

y 4) un día podré librarme de WordPress

(hacia delante, ¡todo gratis!).

Os preguntaréis cómo me he librado de la impresora, mi vieja dueña. Muy fácil. Lo que escribo en mi Acer Chromebook, lo repaso o lo corrijo en mi teléfono Galaxi A12. Ahí nació «ojos para una imagen, miradas para una cara» que os paso con un enlace y con mucho gusto. Estará a disposición todo este verano hasta septiembre, después quien le interese tendrá que ir a WordPress. Sean felices como felicidades doy a mis ladrones, que me robaron el viejo Acer Microsoft Windows.

Deja un comentario