El permiso para ser padre o madre (permiso de natalidad o maternidad o paternidad, como capitulaciones comúnmente llamadas matrimoniales, que la pareja no contempla salvo al divorcio o separación) sería parte de un pacto entre individuos y el Estado que, al no existir, solamente existe, o eso creemos, el sexo y el amor. Y esa es la trampa:
mientras el Estado se ha puesto al día hasta el Estado del Bienestar, que hay que reivindicar, ni la Iglesia ni los creyentes ni los nuevos laicos han actualizado sus posiciones.
Sería un permiso tan exigido y exigente como el de conducir, antes de ingresar al recién nacido en el Sistema de Salud, parte evidente y muy costosa del Estado del Bienestar.
