el viejo cuento de la madrugá.
pánico, del francés panique, y este del griego panikós, del dios Pan, es adjetivo sustantivable que significa miedo o terror extremado o muy intenso colectivo y contagioso, siendo sinónimos pavor, espanto, horror, terror, temor. botón de pánico es una alarma o prevención que nos avisa que algo o alguien nos necesita, alerta por urgencia o emergencia. síndrome de pánico es cuadro clínico relacionado con la depresión, sinónimos crisis, recesión, caída.
El pánico o sus similares como el dolor, el espanto o el miedo colectivo, va en proporción inversa a sus predicciones de riesgo. Es lo que hace que un torero se queje poco o nada por una cornada que le acarrea una herida de verdadera sangre, y que en fútbol un delantero se queje tela marinera por una falta que no le ha partido ni un tendón ni una pierna ni una rodilla ni un tobillo. El torero y su afición apuestan todo sobre el umbral de riesgo, y el artista futbolista no apuesta nada; menos aún, un público pasivo viendo cofradías.
Semana Santa en Sevilla. Noche de la Madrugá. La bulla se organiza sola. Hasta que alguien oye o cree que ha oído decir «¡pelea!», «¡pelea!», para que una multitud ensimismada se desensimisme de su Gran Poder o de su Silencio y se ponga a correr huyendo de no se sabe qué, la humana tropa a punto de aplastarse contra sí misma en carreras sin destino ni burladero conocido.
[Juego de rol, en español jdr. En 1966 se desarrolló en Usa un nuevo concepto de juego. El profesor de sociología del Boston College, William A. Gamson, creó el SimSoc (Simulated Society), juego de simulación para enseñar aspectos de sociología, ciencia política y habilidades de comunicación. En 1974 se publicó Dungeons & Dragons (calabozos y dragones), basado en los juegos de estrategia (wargames). No había ni fichas ni tablero, ni siquiera reglas estrictas; se basaba en la interpretación, en el diálogo y en la emoción de la aventura heroica. Sus autores, Gary Gygax y Dave Arneson, tuvieron que publicarlo por su cuenta porque ninguna editorial se fiaba del éxito. A este nuevo juego se llamó juego de rol. Hoy hay miles de juegos de rol por todo el mundo, muchos de ellos disponibles en Internet de forma gratuita. En cierto modo, los juegos de rol son la versión adulta de juegos de fantasía infantiles, como «policías y ladrones», «mamá y papá» o «indios y vaqueros», de forma que cuando un jugador anuncia Ahora yo te disparo, el otro puede responder Y yo te lo esquivo.]
El año 2000 los juegos de rol eran un juego imprescindible, un juego cuya sociología dejo a ustedes como dejo a la culta pinturicalva que se gasta una pasta en carísimos botes de espray para pintar al grafiti urbano por fachadas y paredes y o al vagón o al contenedor de la estación en su parada.
La madrugada del jueves al viernes santo del año 2000, jóvenes con a) nociones elementales del alma humana, b) estudios superiores y c) conocimiento de la novela Nadie conoce a nadie, de Juan Bonilla, publicada en 1966 y hecha película en 1999 por Mateo Gil, provocan una serie de avalanchas sincronizadas en la ciudad donde las multitudes se precian de ser la bulla. Que veinte años después algún espabilado publique o quiera publicar un argumento narrativo con ánimo de literatura o afán de lucro, no desmiente que «lo que la policía no quiere saber ni combatir» se cierra o se conjuga con «lo que la judicatura no quiere saber ni combatir», por ejemplo, las pintadas o grafitis por las calles o fachadas de Sevilla. «Lo que la Ley y el Orden no quiere saber ni combatir» son delitos cometidos por los hijos o los ahijados del mismo cuerpo de policía o de la ley. Que la Madrugá del 2000 hubo delitos o gamberradas de gente bien, es algo que no se puede discutir, diga el espabilado autor lo que ahora quiera decir. Escrito el año 2014 en Tinta de calamar, episodio 236:
21 de abril de 2000. La madrugada del jueves al viernes santo, jóvenes con nociones elementales del alma humana, estudios superiores y conocimiento de la novela Nadie conoce a nadie, de Juan Bonilla, provocan una serie de avalanchas sincronizadas y perfectamente repartidas en puntos sensibles abarrotados de gente. Creyendo haber oído en algún sitio ¡pelea!, ¡pelea!, y huyendo de un peligro imaginario, la bulla estuvo a punto de aplastarse a sí misma en carreras sin destino conocido. Víctimas del pánico. En la esquina de Gravina con Pedro del Toro –siguiendo la máxima ignaciana de cuando todo se mueva, no te muevas y a base de no correr y de permanecer en el sitio, mientras la gente gritaba ¡No quiero morir! ¡No quiero morir!–, hubo quien logró quedarse a solas y en fila cero hasta aburrirse delante del mismísimo y multitudinario Señor del Gran Poder, al que sus fieles habían dejado más solo que la una. Cagados y cagadas de miedo, dicho sea en coeducado. El lenguaje de género puede ser cosa de cuatro feministas, si usted quiere, jefe, pero no es efímero. Ha venido a quedarse y habrá que regularlo en un país donde por educación se visibilizan todas las minorías, donde procuramos no meter la «pata» en casa del cojo ni hablar de nuestra buena «mano» en la cocina del manco.
Daniel Lebrato y Juan Rodríguez-Jurado lo vieron y vivieron en directo aquella Madrugá del año 2000.
Viaje en red por Daniel Lebrato:
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