Ángel Monge
«Desoír a urbanistas comprometidos cuando explican que no se debe construir en suelos inundables es fácil para nuestros gobernantes porque, cuando lleguen las desgracias por inundaciones, ellos ya no estarán y el negocio del urbanismo especulativo habrá cumplido su misión. Pensar en construir infraestructuras para canalizar el agua y aprovecharla adecuadamente en un país seco, exige pensar a medio y largo plazo y para eso tampoco están esos gobernantes.»
¿QUEREMOS QUE SE QUEDEN O QUE SE VAYAN?
Angel Monge
La Constitución Española (CE), esa que tanto invocan los llamados constitucionalistas, otorgó a los partidos políticos, cuyo número de afiliados no llega siquiera a un millón, el privilegio de gobernar a más de 48 millones de españoles. Y gobernar no es otra cosa que gestionar, como decía el derecho romano, la res publica, es decir, la cosa pública. La pregunta que debe hacerse la ciudadanía es si esa gestión de la cosa pública se la seguimos encomendando a los partidos políticos que, por otro lado, son estamentos que nacieron en el siglo 19 y que hoy son claramente inservibles para una correcta y buena gestión de la cosa pública, o por el contrario se la quitamos. Las inundaciones en una parte de la Comunidad Valenciana han puesto de manifiesto la incapacidad de los gobernantes para hacer una gestión mínimamente responsable, que ha provocado centenares de muertes y la desesperación y ruina económica de centenares de miles de familias. Ellos, los gobernantes, ni siquiera tuvieron la capacidad de avisar de lo que venía, no sabemos si por pasividad, por torpeza, o por ambas cosas a la vez. Lo que sí son: expertos en escabullirse de sus responsabilidades dando explicaciones tardías que ni se las creen, eso sí, magníficos actores que saben poner delante de las cámaras sus gestos de pesar y falso dolor. Los muertos se olvidarán salvo para los allegados, y los españoles pagaremos una vez más los costes económicos de su desastrosa incapacidad. No dimitirá nadie ni se les juzgará en tribunales de justicia al igual que tampoco dimitieron ni se les ha juzgado a aquellos gobernantes cuando el Covid-19 y alguno que dimitió fue por cobardía y por no atreverse a decir que aquel puesto de tanto boato le venía grande y prefería aprovechar el título para dedicarse a otras tareas menos comprometidas, dejando detrás, mas de cien mil muertos, siendo España uno de los países con mayor número de fallecidos del mundo en relación con su población. Dice la sabiduría popular que la naturaleza da avisos continuos de aquello que no funciona o funciona muy mal, para que los que saben escuchar y leer los acontecimientos lo corrijan. Y en estos casos la naturaleza es la naturaleza popular. Es decir, los miles y miles de jóvenes y no tan jóvenes que se echaron a la calle a ayudar al pueblo cuando constataron que los gobernantes no estaban gobernando, que los gobernantes cobardemente estaban escondidos. Son ellos el verdadero ejército popular los que con sus instrumentos revolucionarios consistentes en palas y escobas tomaron el poder y se han dedicado a hacer efectiva la res publica diciendo al país con su hacer que los gobernantes oficiales no saben gobernar cuando el país se encuentra en una situación de necesidad real. La talla y la altura se mide cuando se actúa ante los verdaderos problemas y conflictos, y se resuelven adecuadamente, no cuando el mar está en calma y no hay tempestades. Presumir es muy fácil, remangarse cuesta más, y ellos no saben hacerlo. Construir km y km de autopistas y autovías en uno de los tres países de la Unión Europea que más km tiene de esas infraestructuras en función del número de habitantes es fácil, construir km y km de vías para Ave es también fácil y sobre todo ampliamente satisfactorio para las grandes empresa constructoras y aunque sean ruinosas para el Estado no hay problema, basta con aumentar el déficit público, que el pueblo ya lo irá pagando con sus impuestos; desoír a los urbanistas comprometidos cuando explican que no se debe construir en suelos inundables es también fácil para nuestros gobernantes porque cuando lleguen las desgracias por inundaciones ellos ya no estarán y el negocio del urbanismo especulativo habrá cumplido su misión. Pensar en construir infraestructuras para canalizar el agua y aprovecharla adecuadamente en un país seco exige pensar a medio y largo plazo y para eso tampoco están esos gobernantes. Parece, por tanto, necesario reflexionar y decidir qué hacemos con esos que dicen que nos representan. Podrían quedarse los partidos políticos, si tanto lo desean, pero sin capacidad de gobernar, es decir, como oenegé, cuyo significado es organización no gubernamental, que subsistan con sus propios medios y trabajo, sin subvenciones públicas, y que sea la sociedad civil en su conjunto quien tenga la única legitimidad de gobernar, haciendo realidad el principio de democracia, que no otra cosa significa que gobierno del pueblo. Que podemos hacerlo no debe preocuparnos, porque somos la sociedad civil quienes día a día mantenemos el país con nuestro esfuerzo y trabajo. Capacidad técnica e intelectual la tenemos, solo queda organizarnos. Las herramientas para llevarlas a la práctica ya existen, las teconologías de informática y ofimática ya permiten consultar cuanto queramos saber y decidir en tiempo real, solo tenemos que decidir si queremos que se que queden o que se vayan.
Angel Monge

llevas toda la razón.
mi voto es que se vayan.
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