
El paseo marítimo de Sanlúcar de Barrameda, una de mis patrias, limita al sol que da al ocaso por una baranda en balcón sobre la playa de tablas de teca. Pues bien, esas tablas de teca, que es la mejor y más fuerte de las maderas, presentan un combado lamentable según se acerca uno al final del paseo de las Piletas pasado ya el chiringuito Macario y antes de la calzada al hipódromo de las carreras camino de la Morera y de la Fuente de las Piletas. Esta comba en una madera carísima y resistente para ser viga de una galería de mina o túnel, tabla de un casco de mercante granelero, o tablado de baile y taconeo, tiene una explicación que les quiero contar, que es prueba del amor que engorda hasta que la muerte nos separe; muerte en este caso por obesidad amorosa de los dos que hemos llamado obesites *[de obesito y obesita, igual que trilobites]. Obesites son «Cari» y «cari». Cari, miniatura de Caridad, virgen patrona del pueblo que hoy 15 de agosto está en su día. Y cari por cariño, abrevia Cari a su novio *[hipocorísticos dice la Academia a esta clase de palabras familiares o afectivas]. Cari y cari son pobres, no como ratas, sino come pipas o como tantas parejas cortas de nivel y de recursos que celebran con pipas de girasol o con chucherías sus homenajes de a tutiplén. Cari y cari a la hora de la merienda quedan cerca del puesto de chucherías al final del paseo y de la avenida y allí él, cumplido y cumplidor, sienta a su Cari Caridad sobre la tabla de teca *[pensará la madera: esta pesa que tecagas] mientras él acude al quiosco a por las pipas o a por la chuchería que les hará pasar una tarde inolvidable.
¿Qué quieres, Cari? ¿Y tú no quieres nada?, pregunta Cari pensando que, si él no quiere nada, mejor por los pocos euros que tienen para otras meriendas hasta llegar a fin de mes. Una carmela o cuña blanca o de chocolate, pastel ancho y azul como los brazos tatuados que quieres tú. Y cari va al quiosco en busca del pastel ancho y azul como los brazos tatuados que quieres tú, que vale todo un euro.

Total, cari vuelve donde su Cari montada en su teca se balanceaba y le trae una carmela cuña de chocolate que no veas. ¡Aquí lo tienes, Cari! A mitad del condumio, cari dice a Cari: Cari, ¿me das un poco? Y Cari: ¿No dijiste que no querías? ¡Pues no, no te doy un poco ni de cuña ni de coña o habértela pedido! (Y coge lo poco que le quedaba de cuña carmela y lo arroja al suelo dolida y despechada.) Y cari, cariñoso y preocupado: Oh no, Cari, yo te quiero mucho y quiero una cuña carmela entera para ti, que tú te mereces; ahora mismo voy y te compro otra. Total, que obesito a obesita, la teca se va combando como muestran las imágenes.

