Nunca contra el matrimonio y la familia.

Ahora que empiezan las olimpiadas, nadie echaría a pelear, en ningún deporte, a hombre con mujer o a un equipo femenino contra otro masculino. Y, sin embargo, en materia de géneros y de violencia de género, hay quien se empeña y nos discute desde el nombre, que si violencia doméstica o intrafamiliar, o sea, hombres y mujeres disputando las mismas medallas y la misma liga. Y perdónenme, pero no, desde la perspectiva del macho varón, se llama mujer a la hembra con la que me puedo ligar destinada a casar y a criar (dentro: matrimonio y familia en régimen de monogamía o poligamia) o a la hembra que me puedo ligar para sexualizar con ella (dentro: trata, prostitución, amantía, concubinato). Quienes discuten violencia de género o violencia machista, sexista o contra la mujer (negando el techo de feminicidio por machismo o misoginia) y nos hablan de violencia *doméstica o *intrafamiliar, desconocen o pretenden desconocer la inferioridad de la mujer en fuerza bruta respecto al hombre, lo que la hace víctima en términos de lucha o resistencia física porque serían dos series o categorías [olímpicas] donde mujeres y hombres compiten por separado, sin que ninguno ni nadie se lo dispute. Según datos 2023 de la Onu Mujeres, una de cada tres, 736 millones en el mundo, sufre o padece por ser mujer.

Habría, pues, que tomar medidas ante el matrimonio y la familia como institución. Lo que no es fácil porque, por cultura, las llevamos dentro con toda esa parafernalia que trae la literatura del amor, todo asociado, además, a una teoría del progreso o del crecimiento, dicho en lenguaje clase media: la conquista de un hogar para dos y para los hijos que vendrán, muchos y felices hijos, dirá la propaganda del Estado del Bienestar.

Acorde con eso, la campaña contra la violencia de género se enfoca a la salida de ese vivan los novios y te querré para siempre: se te pide ahora un convenio regulador de separación cuando y donde no hay ni ha habido convenio constructor o constitutivo. Y es el caso del Plan Nacional contra la violencia de género, desde el teléfono 016 al Sistema Viogén con medidas de alejamiento o medidas curativas, antes que las preventivas que se deberían tomar. Miren lo último, que es el Punto Violeta, instrumento promovido por el Ministerio de Igualdad para implicar al conjunto de la sociedad en la lucha contra la violencia machista y extender, de forma masiva, la información necesaria para saber cómo actuar ante un caso de violencia contra las mujeres. Forma parte del catálogo de medidas urgentes del Plan de Mejora y Modernización impulsado por distintos ministerios del Gobierno de España en el contexto de alarma machista de los últimos meses y supone un cambio de enfoque en las políticas públicas de atención a las víctimas, situando la violencia machista como un problema estructural que requiere de la implicación del conjunto de la sociedad para acabar con ella.

Problema estructural, ya oyeron. Échenle paciencia, porque el telediario de las víctimas del verano, como el de los incendios en el bosque, señor conde, no ha hecho más que empezar.

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