pasión por la pasión por silenciar
«La fortaleza de estar ofendido
radica en no dudar de sí mismo»
(J.M. Coetzee)
Lo censurado
Le dicen pene por decir algo. Pudiera ser falo o polla o nabo, carajo o miembro viril que luce entre pantalones. También le llaman ano al ojete o al ojo del culo, y dar por culo a disfrutarse de otro modo.
De las tres secuencias que ahora siguen, una ha recibido la maldición de un tiempo entre censuras. Basado en hechos reales, adivinen qué secuencia es la censurada y denle a compartir, si puede ser.
secuencia una
secuencia dos
secuencia tres
Del pene o falo podemos hacer dos observaciones. Una es legal e histórica, y distingue entre erotismo y pornografía en su época clásica (previa al mundo trans): Si en el texto salía o se veía o se verbalizaba un pene erecto (una polla tiesa), a partir de ahí lindaba la frontera de la pornografía, clasificada equis en circuitos oficiales.
La otra observación es puramente lingüística y se refiere al doble sentido de la locución dar por culo, que tanto vale como fastidiar o molestar (como mosca cojonera), que como acto sexual que marca el territorio del macho entre los machos, aquel que, mariquita o maricón, homo o hétero, se folla o taladra hasta lo más duro o difícil. Otro día hablamos de cómo la ambigüedad o ambivalencia de trato es lo más normal en el tiovivo de nuestro idioma, también para desactivar el desprecio o el insulto (llegar a ser el hijoputa que todo lo hace bien), valores que incluyen al que te follen, donde se degrada la fuente original del placer, lo más erótico como Dios manda.
Lo censor (él o ella)
Lo contrario o lo antagonista de la censura es la actitud de ofenderse. Cito a J.M. Coetzee (Ciudad del Cabo, 1940) en su estudio Contra la censura. Ensayos sobre la pasión por silenciar, traducción Ricard Martínez i Muntada:
«El gesto punitivo de censurar tiene su origen en la reacción de ofenderse. La fortaleza de estar ofendido radica en no dudar de sí mismo. Aplico a esa seguridad una crítica erasmista que es una crítica insegura en la medida en que mi crítica del censor es insegura; tengo dudas, por ejemplo, de los artistas que rompen tabúes pero reclaman la protección de la ley.»
Sin adentrarnos en erasmismos (forma de tolerancia entre católicos y reformistas antes de que se abriera la brecha protestante) J.M. Coetzee nos lleva a la frontera de la intolerancia, rigurosa censuropatía que tendríamos que ver en qué se basa y hasta qué extremos se satisface y se sacia. Y en sociedades laicas como la nuestra -con todas las cofradías que usted quiera- la intolerancia no tiene bases ni fundamentos, salvo que usted o usted o usted se mire lo intolerante por su médico de familia, a ver si es virus o bacteria el portador que a su salud lo enferma o contamina.
Lo más terrible que se puede decir del rigorismo censurizante es que carece de lógica y de religión que lo justifique y lo pague, o sea que solo depende del facha que va conmigo.
dijo una voz popular
¿Existe soterrada homofobia patente en la polémica suscitada en el FB {Admiradores de D. Francisco Ibáñez (padre de Mortadelo)}, por las reacciones y por la censura flagrante al borrar allí reiteradamente la portada adjunta? ¿Habría sido igual con Ofelia como uno de los personajes…?
Francisco Ibáñez Talavera (1936·2023) nació en Barcelona cuatro meses antes del golpe de Estado que daría origen a la Guerra Civil, en familia de clase media baja, padre alicantino contable con andaluza madre de tres hijos. Desde pequeño, desarrolló una gran afición por los tebeos y el cine cómico. En octubre de 1947, con once años, se publicó su primer dibujo en la revista Chicos. Tras la primaria, estudió contabilidad, banca y peritaje mercantil y en 1950 entró a trabajar como botones en Banesto, hasta que dos años después comenzó a colaborar en distintas revistas (Nicolás, Chicolino, La hora del recreo, Alex, Liliput, El Barbas) y en dos cabeceras humorísticas de la editorial Marco (La Risa e Hipo, Monito y Fifí). En ellas creó portadas y series como Kokolo (1952), Melenas (1954), Don Usura (1955) y Haciendo el indio (1955), la primera de cierto éxito al ser reproducida en el suplemento semanal La Prensa de Barcelona. En verano del 57, Ibáñez, que ganaba ya más como dibujante que como ayudante de cartera y riesgos, decidió dedicarse por completo a la historieta y además de las publicaciones de editorial Marco, empezó con Bruguera, editorial necesitada de dibujantes tras la marcha de sus principales artistas a Tío Vivo. En Bruguera, Ibáñez aportó chistes para Pulgarcito y El DDT y Selecciones de Humor de El DDT, cuando el chiste era el paso para un personaje de revista. El 20 de enero de 1958, trabajando ya en exclusiva para Bruguera, Ibáñez publicó la primera entrega de Mortadelo y Filemón en la revista Pulgarcito. Desde entonces, fue creando y adaptando algunas de sus mejores series para diferentes revistas de la editorial: La familia Trapisonda (Pulgarcito, 1958), 13 Rue del Percebe (Tío Vivo, 1961), El botones Sacarino (El DDT, 1963), Rompetechos (Tío Vivo, 1964) y Pepe Gotera y Otilio (Tío Vivo, 1966).
A punto de cumplirse los once años de la muerte de Ibáñez y a casi 35 de la condena contra los Versos satánicos (de Salman Rushdie, 26 09 1988) y de otros diez del atentado a Charlie Hebdo (07 01 2015), el tiempo no ha pasado en vano para lectores o espectadores del demócrata mundo.
Querer hoy un admirador atribuirse el estilo o el sello de lo que sería el maestro Ibáñez, y quitar o dejar quitar recreaciones de Mortadelo y Filemón que van por dentro y a lo suyo, no es más que una apropiación indebida del facha en redes sociales, que ese sí que también corre con su endocrino. No le diremos ¡Vete a tomar por culo!, no vaya a ser que le guste. ¡Anda y que te zurzan, merluzo!
