El Milagro de los Andes escrito en Tinta de calamar.

Daniel Lebrato, 2014

Tinta de Calamar

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[28 08 2012 > prensa 29 08 2012] Muere un basurero tras caerle encima una isla de contenedores que hirió a otros diez días atrás. Zoom Marcador Compartir Imprimir. Un operario del servicio de recogida de basuras de Benalmádena falleció ayer a las 16:30 en el Hospital Clínico de Málaga, apenas dos horas después de que le cayera sobre la pierna la plataforma de una isla de contenedores de residuos urbanos de seis toneladas de peso. La instalación, utilizada para soterrar los contenedores de basura, es similar a la que atrapó durante varias horas la mano de otro operario, que perdió tres dedos en el siniestro. El banquero se suicida y el obrero tropieza y cae del andamio. No importa. La clase obrera se multiplica felizmente, lo dijo Valle en la sexta de Luces de bohemia. Cada año se producen en España más de 900 mil accidentes laborales. Saquen la calculadora. La clase obrera muere por tierra, mar y aire, de todas las edades, sexos y colores. Algunas muertes ni se ven. Periódicamente se hunden las minas, se vencen las galerías o se dan desplazamientos sísmicos y las brigadas de trabajadores quedan atrapadas bajo la tierra. Pasó en Asturias, Santa Bárbara bendita, y pasará en agosto de 2010 y no muy lejos de los Andes y del Milagro de los Andes, donde la mina San José, en pleno desierto de Atacama, en Chile. 33 mineros atrapados y leyendo a Miguel Hernández. Curas y reverendos, por allí como buitres oliendo el milagrito. Un aprendiz de poeta habló por la boca de la estación minera. Una mina es un submarino con tierra en vez de agua.

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1972. El jueves 12 de octubre de 1972 el avión FH227 de la Fuerza Aérea de Uruguay despegó del aeropuerto internacional de Carrasco con el equipo de rugby Olds Christians del club de exalumnos del Colegio Stella Maris, de Montevideo, que iba a jugar un partido contra el Old Boys, de Santiago de Chile. El mal tiempo obligó a detenerse el avión en Mendoza, Argentina. El vuelo continuó la tarde del viernes 13. Por un error, el piloto notificó a los controladores aéreos de Santiago de Chile que se encontraba sobre el Paso del Planchón, en Curicó, cuando en realidad se encontraban más al norte, en las cercanías del volcán Tinguiririca. Este error de más de 100 km dificultó posteriormente las tareas de rescate, que tuvo lugar 72 días después, del 22 al 24 de diciembre, a tiempo los rescatados para cenar con sus familias la nochebuena. Fue el Milagro de los Andes. Aunque los 16 supervivientes alegaron que en Mendoza habían adquirido grandes cantidades de chocolates, conservas, queso y licores, había fotos tomadas por el Cuerpo de Socorro Andino y publicadas por el diario El Mercurio que no dejaban lugar a dudas. El grupo sobrevivió a las bajísimas temperaturas ambientales de hasta 42 grados bajo cero gracias a alimentarse de carne de compañeros muertos. Elijan. Antropofagia o canibalismo.

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Los Andes. En otras películas los malos han sido los controladores aéreos. En esta no, fue un fallo del copiloto de navegación. Mientras todavía se encontraba sobre las montañas, el copiloto creyó que habían ya traspasado totalmente el cordón montañoso, cuando quedaban Andes, vale decir, por un turbo. El avión comenzó el descenso por medios propios entre una niebla de tormenta de las buenas, pero ni la niebla les quitó la evidencia. El morro tendría que remontar y remontar vuelo si no querían estrellarse. El primer pico lo salvó el piloto, pero detrás de ese pico había otro y había otro y había otro. Al golpear tres veces en dos picos, perdió las alas y únicamente quedó en vuelo su fuselaje, como si fuera un cohete, un proyectil. Con bastante velocidad, golpeó tangencialmente el terreno nevado y resbaló por una amplia ladera empinada de más de 4 km de largo hasta detenerse en un banco de nieve. Ofú, quillo, dijo el primero que pudo hablar. La versión sobre tierra dice ¿Tomaremos tierra, capitán? Nos vamos a hartar. Chiste malo que sirve para aligerar la prosa con distanciamiento.

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La cordillera de los Andes, desde cabo Hornos hasta Panamá, mide 7.240 km por 241 de ancho máximo, con una media de altura de 3.660 m. Cordillera se dice por cordel y literatura de cordel, de aquel atadijo de hojas como circulaba la literatura más popular. En literatura popular el último final tiene que ser feliz y para eso algún superviviente tenía que ser estudiante de medicina o saber lo que usted y yo sabemos. Que el mucho frío conserva los alimentos, impide las infecciones y deja paralíticos los microorganismos de la bioquímica, del crecimiento y de la putrefacción. A la altura de aquellos Andes la carne de los muertos, y casi la de los vivos, estaba congelada. Comer humano muerto no fue fácil. Peor sería comernos vivos, dijo Peláez. Entre muchas consideraciones religiosas, porque todo el grupo era profundamente católico, pronto se demostró que no había otra esperanza de sobrevivir. Se impuso no utilizar como alimento a ningún familiar cercano, ni a ninguna de las dos mujeres muertas, ni para el postre. A la vuelta, los supervivientes agradecieron la comprensión de familiares. Menos mal que había 45 para que hoy podamos tener 16 hijos de vuelta. Un mes más tarde del rescate una expedición humanitaria fue a enterrar los restos de los cadáveres a 800 metros del avión, sin peligro de aludes. Sobre el improvisado cementerio se colocó una cruz de hierro con la inscripción Más cerca, oh Dios, de ti. Años después, Pedro Algorta, superviviente, propuso otro epitafio más laico. Cada cual atraviesa su propia cordillera.


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