No era un arma cargada de futuro.

«El amor existe como un fuego para abrasar en su belleza toda la fealdad del mundo. El amor existe como un presente de las diosas benignas a quienes aman la belleza y la multiplican, como los panes y los peces. El amor existe como un don solo para quienes están dispuestas a renunciar a cualquier otro don. El amor existe para habitar el mundo como si fuera el paraíso que un amante distraído perdió por pereza por falta de sabiduría. El amor existe para que estallen los relojes lo largo se vuelva corto lo breve infinito y la belleza borre la fealdad del mundo.»

En este párrafo empleó la poesía 28 renglones más seis dobles espacios: 34 líneas.
¿Te parece timo o poesía lo que hizo la poesía?

Como observatorio de la poesía, empezábamos por lo elemental. Que había tres clases o tipos de poemas. El que vemos. El que leemos. Y el que oímos o escuchamos. Los tres van a dar a uno, en cuanto procedamos a su normalización. Semasiología llaman a esta codificación, derecho del receptor que perita la mercancía. Se trata de prosificar. Contra el emisor. Contra los caprichosos saltos de renglón que pretenden ser versos o hemistiquios. Contra las mayúsculas versales de más o de menos. Contra la ausencia de puntuación. O contra una ortografía peculiar. Sin artificios de libro y reducidos a prosa, ¿qué queda de nuestros clásicos contemporáneos, grandes poetas del siglo?

Tres validaciones no exclusivas del género poesía pudieran dar o generar poesía: 1º Textos que suenan poesía, por su ritmo y compás. 2º Textos que construyen poesía, por su sintaxis o por su selección de vocabulario. 3º Textos que hablan poesía, por metáfora de un mundo real. La metáfora como base y sustento del lenguaje poético goza de amplio predicamento, y es normal: «el jinete se acercaba tocando el tambor del llano» o «las piquetas de los gallos cavan buscando la aurora», metáforas de Lorca, no son «vestigios de lo divino, rastros de lo sagrado, perduraciones de lo primigenio anteriores al pensamiento, fruto de ese reconocerse entre la faz invisible de la realidad y el eco interior que le devuelve su forma, y, habiéndose reconocido, se fundan en esa instantánea que el ojo registra al tiempo que la mente asiente porque su representación le era propia aún antes de haberla hallado», estupideces escritas por Andrés Amorós hacia la fe de o en María Zambrano. Es evidente que quien quiera seguir el juego de creyentes, continuará la especie y alargará la iglesia, pero, desde una lectura laica y atea, ni poesía ni filosofía que valgan. No hay torre de babel ni torre de marfil tras el Dios ha muerto de Nietzsche y el arte encontrado (ready made) de Duchamp.

Fernando Lázaro Carreter, en su Diccionario de términos filológicos (1980), incluye el estilema para definir los rasgos constantes característicos del estilo de un autor (de una obra, de un género, de una época o de un movimiento literario). En los pleitos por plagio, el estilema alcanza un valor pericial y probatorio para el cotejo de dos o más textos. Finalmente, la estilística, nos da el estiloma, tumor propio del cáncer de estilo, tanto en el habla como en la escritura. El estiloma puede comenzar de manera localizada en un mal hábito (es que no quiero, en lugar de no quiero) y, a partir del foco, se disemina a otras construcciones circundantes (fue entonces cuando, fue allí donde, es así como). Estilomas fonéticos, gramaticales o de palabras, unos son de lengua antes que de literatura (quien no habla bien es imposible que escriba bien) y otros son específicamente literarios y afectan al abuso de las llamadas figuras retóricas, por ampulosidad, afectación, pedantería, cursilería o esnobismo. En estilismo imitativo, los estilomas más comunes son perofobia (el mas por pero), enclititis (pareciome) o el talcuantismo (tal un dios). Desengáñense, poetas de ¿Qué es poesía? Poesía no eras tú ni era tampoco un arma cargada de futuro.


Tres documentales para acabar. 1º) versos debidamente prosificados. 2º) propaganda de empresa editorial, que habla por sí sola. 3º) enlaces a Cáncer de estilo y De un poeta de provincias que se vino a vivir en digital.


pasarela de textos que fueron verso y son prosa

He aquí la herencia de los bárbaros. No vinieron por avenidas ni por pasos de frontera ni observaron las leyes del Plenilunio y la Vendimia. Invadieron el templo con su lenguaje inentendible. Todo lo llenaron de invierno y de un olor semejante al de sus cabalgaduras. No hicieron ascos a ciudades en cuarentena ni –que se sepa– respetaron el lecho donde duerme Ares con Afrodita. Por toda herencia nos dejaron un camino hacia el Norte y un Occidente interminable.

Otro país, otro paisaje, otra ciudad. Un lugar desconocido y un cuerpo desconocido, tu propio cuerpo, extraño camino que conduce directamente al miedo. El cuerpo como otro, y otro paisaje, otra ciudad; atardecer ante las piedras más dulcemente hermosas que has visto, piedras de miel como luz.

Los quince. Veo las paredes con ese lila tenue, la figura inacabada de arcilla, mi versión de la Venus de Milo. Observo el espejo y la línea de labial rojo: indica la distancia de dos puntos que se buscan y los pasos que los acercan. Transito en medio de una neblina entre la muerte de mi abuelo, el episodio en el hospital. Observo tus ojos miel, tu sonrisa y tus cabellos dorados, en ellos veo el dolor del desamor que hoy tanto agradezco, sin ese trofeo amargo se cierra este camino, fuiste la llave que abrió esta puerta, gracias a ti, hoy arrebato la dulce presea. Todo se repite: las piernas, los quince años, el desamor, una música rock me acompaña en esta autopista de visiones absurdas: odiaba las cadenas, las prisiones, las hipocresías de la gente y adoptaba una actitud desafiante de bajo perfil, una salida de escape: el poema.

Roguemos a los dioses el norte perseguido, la ruta favorable y la paz tan deseada. Roguemos una forma de contarlo y, luego, al árbol de la sombra más propicia, dormir hasta que sople el viento del sur.

Este conocido temblor de las hojas con la brisa y este verde de abril como un vómito en la luz. Suficientes aún las antiguas palabras: no percibe el cadáver dulzura ni calor y sí, en cambio, el silencio y el frío, puesto que se percibe lo que se es. Discontinua vivencia, porque todas aquí somos iguales. Como mirlos y mirlos esbeltos en el canto y en el negro intercambian sonidos: acepta la vida, el acorchamiento de la vida, desecha la vieja hybris, nada pierde quien muere, nada gana tampoco. Es nítido el sonido tras la lluvia, se percibe ahora el tren con violencia veloz, el obsesivo zureo de palomas.

La guitarra eléctrica grita las imágenes una y otra vez voy en un vuelo raudo mientras la brisa me acaricia. Me acompañaba la soledad, dulce enemiga, la odiaba en cierta forma hoy me acompaña y pinta de tranquilidad mis pensamientos, aún no entiendo su lenguaje. Todo gira como un torbellino, mientras yo, en el centro calmado del huracán, observo las estelas envueltas en luces girando a mi alrededor en medio de los sonidos estridentes de la guitarra, se muestran ante mí como las páginas de un libro que me escribe y me eleva por los aires sin despegarme los pies de la tierra, hay un sentido oculto. Todo gira a la inversa y me pide descifrarlo, solo tengo la escritura para hacerlo todo de nuevo, solo tengo palabras para ordenar el caos una forja extenuante, un amor de hierro que llene mis zapatos. También se necesita frío todo el mundo sabe que no se puede escribir en medio del calor todo se consume y se vuelve una misma cosa. Tres veces se repiten los años se multiplican los sueños. Soñaba con el ahora distinto, ya he dicho que no se puede escribir en medio de las llamas, por eso el ahora se derrite mientras todo se congela por dentro. Sigo buscando los mismos sueños: esta escritura incesante. He regresado al centro, al origen, a mi esencia soy mi propia Venus de Milo, me muevo hacia todas partes, adelante, atrás en la memoria transito el futuro incierto la guitarra me toma de la mano, el espacio se ha consumido todo se repliega y se desdibuja. Siempre habrá estrellas en el cielo. Y un amor de hierro.

En el muelle de las tabernas el héroe escupe, a media mueca, labio, cigarro y vino. Escupe sedas y naufragios, bellos rostros de pajes y princesas (la constancia en su cara de que el dolor existe). Remotos horizontes, prodigios y batallas por una noche juntos, y no el viaje: la mueca es la aventura.

El trajín de los grajos que se van y vuelven como si hubieran errado. Nada mejor que hacer que mirar pájaros, si no es mirar árboles, ahora que son ramas de grumos, materia de luz tierna casi líquida, vegetal y violenta, buena para comer y morir. Casi aún líquidos endulzan o hipnotizan curvas de alimento y de náusea. Si verde fueras, amor, muerte serías. De la delgada y de bajo tierra luz. Ahora que casi es de noche brota el trino del mirlo punteando en el aire quieta lluvia imperceptible.

Yo, tú, él. Yo trabajaba en la computadora construyendo mundos con nubes y pájaros escuchando a Adele, recordando tus ausencias, tus maneras extrañas de presencia, tu constante asecho, tu frialdad, tu indiferencia tu burla, tus festines amorosos camuflados acampando en mis narices. Él pensaba que le era infiel y estaba en lo cierto, había decidido partir de una vez por todas con ese amante del que me habló aquella modista de trajes de novia: usted, hija, tenga un esposo y un amante: con su esposo tenga una familia pero con su amante sea feliz, diviértase porque solo su amante sabrá amarla, solo su amante la acompañará toda la vida. Su esposo será su marido, su compañero de vida, el padre de sus hijos, pero su amante será su pasión, aquello que la hará sentirse viva, con su amante descubrirá para qué nació, su amante es su carrera universitaria. Fue así como un día me subí sobre un libro y me fui volando.

Se hielan por tus venas, lindo muchacho entre navíos, corrientes de aventura. Sabes de la indecisa balanza del dolor y la hermosura, y que en la plaza los mercaderes echan cuentas. Otra vez miras el mar. Qué sabes tú del mar, si ya te han puesto precio en los burdeles.

Vienes de primavera ahora que puedo oírte, bullir aún invisible de pájaros que pían, vienes con la gran luz y alguien se detiene para que el sol lo envuelva ahí, en la acera, levanta la cabeza y gira el rostro al recibirlo. Antes, sentado, arrastraba áspero un pie, casi no perceptible, áspero y sordo cuerpo solo de sí. Con la garza llegaste, sobre la hierba alta y gris que dejó el hielo. Desde allí yo te traigo un rumor de castaños y una taza de leche, como cena los traigo, ahora que es febrero y vuelve quieta a sonar esa música.

Es rara. Es rara. Allí va. Toda envuelta en misterio, en silencio, en soledad, en ausencias: es rara. Es rara, va por los pasillos del liceo con su falda corta y su cabello largo y su hermosa silueta, pero es rara: conversa con el viento, escribe con nubes y pájaros, luce atuendos excéntricos en las fiestas, todo lo de ella es muy extraño, escucha la quinta sinfonía de un tal Beethoven y las melodías del piano de un tal Chopin. Es rara, la ves en los rincones solitaria, lee unos libros gruesos, a veces novelas, otras poesías, otras psicología. Es ocurrente, se ríe de la vida se enamora y anda flotando en las nubes le escribe una novela a su amado: es rara. Es rara, quiere salvar el mundo, se atreve a hacer teatro y canta, dice que construye el sentido a partir de una idea, dice que hace arte: es rara. Es rara, me siento a hablar con ella muchas veces hablamos de la vida, de los sueños, de creer en las personas, de que son posibles los cambios, así pasamos horas mientras el tiempo se detiene. Yo creo que está loca, es rara.

Ya veis que el extranjero sin túnica y sin prisas resulta francamente apetecible. Pedidle sin temor que pose en vuestro labio el labio deseado. A vuestro alcance el tacto de mucosas como el cielo. Gente de poco gusto y descreída.

Los días nacen condenados a muerte, son las pequeñas muertes que componen nuestra vida. Cada hora que pasa una persiana que cae con sesenta golpes y en cada golpe sesenta astillas saltan. Algunos días nacen enfermos, otros mutilados y deformes muchos, casi muertos, y todos vulnerables, agonizantes, condenados a muerte, sin posibilidad de perdón. Cada día muere de una manera, nacen con la condena impuesta: inyección letal de cobardía, silla eléctrica de la ruindad, la hoguera de la traición, lapidación con piedras de hipocresía, la guillotina del desprecio, la horca en el alambre del egoísmo, disparo a bocajarro a la hora más improbable, garrote vil del desamor. Cuando expira un día, mientras avanza hacia el patíbulo, se corre una cortina y se lleva, en el vuelo de sus pliegues, los sueños; los deseos resbalan en el vacío, los besos no dados se pudren en la angustia. Son las penas las únicas que sobreviven. Hay días que al morir vomitan sucia espuma, otros, sin embargo, dejan olor a albahaca. Pero todos ruedan, estremecidos, hacia la fosa común del pasado. Cuando ciertos días mueren, el delirio de la melancolía se arremolina, resucitan los fondos de los pantanos y el hedor del vacío impregna los almanaques del alma.


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