tres enmiendas.

Tres enmiendas me desolan por la totalidad de lo total: solidaridad y sumisión con lo malo del mundo y subidón de lo viejo ante lo nuevo que debería haber y habrá.

En Estados Unidos se llama enmienda a cada una de las 27 que se otorgan en su Carta de Derechos de 1791, anteriores incluso a la Declaración de Independencia. Esa Carta de derechos enumera libertades que no constan en el cuerpo de la Constitución: libertad de religión, expresión, prensa o reunión. enmienda del latín emendare, corregir, rectificar, de mendum, falta, error, defecto. Enmiendas, las hay, como los eclipses, totales o parciales, a la totalidad o al articulado.

En discusiones sobre la cosa pública, eso que da en llamarse política, merecen enmienda cada falsa premisa o postizo de grado de nuestra vida y costumbres: sean democracia, lo que no es democracia; neoliberalismo, lo que no es neo ni liberal, capitalismo se ha dicho; ni sociedades líquidas ni estado del bienestar. Merece su enmienda, y no la halla en la pancarta, por la paz y no a la guerra habiendo Otan y Defensa.

Siguiendo al caso de transferencia de significados de quien apoya la pequeña y mediana empresa, con su compra en tu barrio o en tu comercio de proximidad, esta sería la primera enmienda, habiendo gran empresa, cooperativa, teletrabajo, televenta y digitalización. Casi igual eufemismo caritativo que aplicamos a zonas oscuras de nuestro entorno que no queremos ver. Esas mujeres machistas tapadas o veladas, que llamamos ¡cultura! Esas putas que veremos, bajo el masculino puto con el todos y todas, como ¡trabajadoras sexuales! Ese feminismo denominación de origen que cubre oficios que merecían otra explicación: mujeres ¿soldado?, mujeres ¿torero?, mujeres ¿boxeador? Es cuando otorgamos derecho a enciclopedia y libro de texto a biografías que han consistido y consisten en hacer pasar por horas de trabajo, de mérito individual, horas libres o tiempo de ocio que son de todos, que son sociales, pero no del artista ni de su arte. Esta sería nuestra segunda enmienda contra la lucidez. Se llama sumisión o gregarismo. Bien están Dante o Garcilaso allá en su siglo, pero a nuestros ojos, desde el modernismo, desde Rubén Darío o Juan Ramón, todos los poetas deberían haber hecho algo por el bien de la humanidad, por su colectividad y por sí mismos. Lo llaman genialidades o prodigios, y no lo es: rentas de herencia o niño bien.

La tercera enmienda lleva encerrada, como un dulce engaño, viejos vehículos: ¿la obra?, en libros de imprenta y copyright; ¿las fotos?, en papel kodak; ¿la música?, en tocadiscos de vinilo. Contra redes y teclados y pantallas no harán más que vendernos lo viejo como óptimo, otra forma de altanería o de superioridad. Mismo digo de los ismos que adornan nuestros currículos, de anti capitalismo a eco feminismo o a bío diversidad. No nos salvarán las etiquetas.

Tres enmiendas me rebotan. Tres enmiendas que son pocas, para la totalidad de lo total: solidaridad y sumisión con lo viejo y superioridad y altanería ante lo nuevo. Sin futuro, no hay presente. Y quien no entierra el presente no ingresará en el futuro. Te llamarán, me llamarán, nos llamarán a todos. Por Google.

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