Ñamérica, de Martín Caparrós.

Martín Caparrós: Ñamérica, pura mezcla. XLSemanal, 26 07 2021.

Manu Galán entrevista con Martín Caparrós (Buenos Aires, 1957): Ñamérica (Random House, 2021). ¿Cómo llega Ñamérica a su cabeza?

Ñamérica era una interrogación sobre América Latina (A.L.) que se me ocurrió después de haber afirmado durante demasiado tiempo cosas sobre A.L.. En San Salvador, El Faro es un medio digital muy guerrero que organiza un foro anual de periodismo centro americano. Y yo veía que me llegaba el turno y que iba a repetir las mismas sandeces que venía diciendo los últimos veinte o treinta años. Y me dije ¿por qué no averiguar realmente qué es A.L.? Porque lo que me parecía muy claro es que hacía mucho tiempo que no tratábamos de entender ese conjunto, que seguíamos con certezas y con mitos que ya eran viejos.

Brasil me disturbaba todos los parámetros. Brasil es demasiado grande y tiene una historia radicalmente distinta por la cual nunca se subdividió. Portugal nunca subdividió sus territorios americanos, así como España los subdividió. En cambio, Brasil, como a nadie le importaba, como eran cuatro pueblos en la costa, cuando se independizó tarde y mal y abolió la esclavitud más tarde todavía, se encontró con que era un territorio desmesurado e infinitamente mayor que todos los demás de la región. Por un lado, está fuera del conjunto histórico que forma Hispanoamérica, que tiene otra historia y que tiene además una característica decisiva, que es que son diecinueve países que hablan el mismo idioma. Eso no existe en ningún otro lugar del mundo. En la India, que es un solo país, hablan como veinte idiomas. En Europa hablan treinta o cuarenta. Y ahí diecinueve países hablan sobre todo un idioma común. Eso crea una identidad cultural muy fuerte. Hispanoamérica solo se dice por dinero. Nadie dice Hispanoamérica gratis. En algún momento se me ocurrió la idea de Ñamérica, pensada como la América en la que se habla español.

Hace quince o veinte mil años llegaron unos señores desde Asia Central por el estrecho de Bering, después el estrecho de Bering se deshieló, y ya no pudieron pisar de vuelta. Y después, hace quinientos años, llegó una panda de españoles, y cien años más tarde llegó la tercera ola, africanos que trajeron como esclavos. La cuarta, que parece menos significativa, es la de los europeos pobres a fines del siglo 19 y principios del 20, que parecen menos porque llegaron sobre todo al Cono Sur, pero en cantidad son muchísimos más que los españoles que llegaron alguna vez, o los centroasiáticos, que llegaron mucho antes. Y esas cuatro grandes corrientes, muy precisas, muy delimitadas, son las que arman la mezcla que desde entonces es Ñamérica. Y ahora está la quinta, que es la primera que expulsa en lugar de recibir y que es muy fuerte. Es el continente y la región donde más gente emigra. Y en la emigración de algún modo se realiza el ser ñamericano: el día que desembarcan en Miami pasan a ser un latino, parte de una cultura que supuestamente los une a todos.

EE UU se defiende contra esa quinta ola al mismo tiempo que la promueve porque la necesita para hacer los trabajos que nadie más querría. Trata de controlarla, pero las personas son incontrolables. Y por otro lado está Miami. No es la capital de A.L., no es la capital sino el capital. Es el capital de A.L.. Lo que pasa con A.L. en relación con EE UU es un doble movimiento de desconfianza e imposibilidad. Los más pobres avanzan hacia Estados Unidos y llevan el idioma, burócratas idiotas que dicen que celebran el éxito del castellano en EE UU, cuando en realidad que el castellano esté tan difundido en Estados Unidos es la prueba más evidente del fracaso de nuestros países. Si nuestros países funcionaran no tendrían que haber ido cuarenta millones de hispanoparlantes a EE UU. Los países expulsan pobres con idioma y ricos con dinero. Todo eso va hacia EE UU en un doble sentido.

Otro de los lugares comunes aceptados sobre A.L. es que es el continente más violento del mundo. Veamos, miremos un poco de cifras. La primera que salta a la vista es que si uno ve la violencia que hubo en los últimos cien o ciento veinte años en el mundo, no hay ninguna región que haya sido menos mortífera que A.L.. En el mismo período del siglo 20, en Europa hubo setenta, ochenta millones de muertos; en Asia cien millones; en África no se sabe, veinte o treinta en las guerras de descolonización. En A.L., con toda la furia, hubo solamente un millón o entre un millón y dos. Son cifras absolutamente incomparables con las de la violencia del resto del mundo. A.L. es donde más se dio este paso de la violencia pública a la violencia privada. De la violencia de Estado a la violencia individual. Durante todo el siglo 20 esas cifras espantosas de muertes tienen que ver con la violencia de estados que se pelean o estados que matan a los ciudadanos. En cambio, en A.L. no hubo guerras entre estados. Hubo represión, pero la represión dentro de los países, sobre todo del Cono Sur en los años setenta, por mucho que fuese espantosa, cuantitativamente no llega ni a los tobillos de la que había en otros lugares del mundo.

La violencia pasó a ser un recurso privado que usan ciertos empresarios para llevar adelante sus negocios. Ese es el narco: un señor que tiene un negocio de producción y exportación de materia prima, que es lo que siempre se hizo en A.L., solo que para poder llevarlo adelante bien necesita un pequeño ejército en paralelo al Estado. Cuando tienes unos cuantos cientos o miles de personas armadas trabajando para que tú puedas desarrollar tu negocio rápidamente se te ocurren otros negocios que también podrías estar haciendo. Entonces eso hizo que en los últimos treinta años esa violencia privada de A.L. creciera y creciera y que ahora los países con mayor tasa de homicidios del mundo estén en A.L.. Lo cual tiene una serie de consecuencias. Muchas de ellas tienen que ver con la imagen que A.L. ofrece al mundo. Ahora, así como hace cincuenta años A.L. era un espacio en el que se pensaba en términos de violencia política (la guerrilla, el Che Guevara), ahora se piensa en términos de violencia comercial. La imagen por excelencia es el narco: Pablo Escobar, el Chapo Guzmán, etcétera. Ese es un cambio muy fuerte de la imagen que se tiene de la región.

Si ahora estoy hablando de un libro que se llama Ñamérica es porque llegaron unos delirantes y muy brutos paisanos de por aquí que ocuparon ese continente. Para empezar, lo que hicieron es inverosímil: nadie podría creer que unos desarrapados se iban a quedar con un continente donde había imperios poderosos. Y también es totalmente cierto, y yo insisto bastante en el libro, que si pudieron ocuparlo es porque esos imperios no eran en absoluto las sociedades armónicas y maravillosas que ahora nos pintan, sino unas dictaduras extremas donde el canibalismo campeaba o donde la explotación de los campesinos era absoluta. Por eso los indios que no estaban en el poder, sino que lo sufrían, se aliaron en muchos casos con esas bestias a caballo para acabar con su situación. Si no, no se podría entender todo esto. A partir de ahí efectivamente vino también uno de los peores genocidios que se conocen, porque la población autóctona de América descendió en muy poco tiempo, en menos de un siglo, en no se sabe exactamente pero alrededor de seis millones de personas causado por enfermedades, también por hiper explotación de esos primeros tiempos. Ahora ¿qué hacemos con eso? Somos, somos eso. No somos otra cosa. América existe porque llegó esa invasión delirante. Antes de eso no existía como concepto. Además, como era lógico en esa época, no tenían conciencia de que esto formaba parte de un conjunto, no tenían forma de tener esa conciencia. Si empezó a existir América es porque estos hijos de puta la invadieron y, de algún modo, la unificaron. Ahora muchas de sus características tienen que ver con esa invasión: el idioma, por supuesto, la cultura, la religión y, sobre todo, la mezcla. Si hay algo que hace que Ñamérica sea particularmente interesante es que es una de las zonas más claramente mezcladas del mundo. Lo bueno que tenemos es que no somos puros, es que somos pura mezcla. ¿Para qué sirve tratar de separar o identificar en sentido fuerte a los que son realmente mapuches de los que no lo son?

Esperamos que los autóctonos o los aborígenes o los pueblos originarios, como dicen ahora, actúen como si nada hubiera pasado. Se mantengan además aislados en lugar de integrarse en nuestras sociedades. ¿Qué pasa? No creemos que puedan interactuar con todos los demás. ¿Tienen que mantenerse en una burbuja que para cualquier otro sector consideraríamos discriminatoria y reaccionaria?

Si se supiera un poco de historia y se entendiera que eso es totalmente falso, que antes de 1521 había una cantidad de naciones sueltas por ahí que no formaban México, que después vino un régimen que lo ocupó, que lo conformó durante tres siglos y que lo que salió en 1821 es el resultado de esos tres siglos anteriores. Además, la mayoría de los que declararon su independencia venían de aquellos que habían llegado, no de los anteriores. Si se supiera todo eso, la gente se podría reír un poco de estos mitos de pureza original.

La corrupción es lógica en una cultura que venga del catolicismo. El catolicismo está basado en la corrupción, en la idea de que uno puede hacer cosas que las leyes no permiten pero que puede pagar para conseguir que a uno se le tolere ese quebrantamiento. Uno paga con avemarías, con padrenuestros, con penitencias o incluso más literalmente con bulas se compran o con donaciones que hace. Pero en A.L. se está desarrollando una pelea muy fuerte entre dos sectas cristianas: el catolicismo y los evangélicos. Una guerra de religión curiosa porque no es violenta: ninguno de los dos puede acusar al otro de infiel o de no adorar al verdadero Dios porque todos ellos adoran al mismo. Tienen algunos problemas de los rituales distintos y cosas menores, pero aun así es una batalla brutal en la cual los evangélicos están ocupando cada vez más posiciones. La Iglesia Católica está tratando de reaccionar pareciéndose más a los evangélicos: es un proceso súper interesante. A saber, ojalá termine con que sea una guerra fratricida en la que se aniquilen los unos a los otros y nos dejen tranquilos por una vez en la vida. Porque si algo hay que reconocerle a la Iglesia Católica y a los evangélicos es que son gente de principios, aunque sean los principios más retrógrados que uno puede imaginar.

No hay región en el mundo con mayor cantidad de población urbana que Ñamérica: cosa que, por otro lado, es el índice más fuerte de cambio. Porque hace cincuenta años la mitad de la población vivía en ciudades y ahora el ochenta por ciento vive en ciudades, o sea, un treinta por ciento de la población de la región, ciento y pico de millones de personas, en los últimos cincuenta años dejaron de vivir en el campo para ir hacia las ciudades. Por la precarización del campo, por la violencia que había en muchos lugares, por las expectativas que la ciudad produce. Por muchas razones es uno de los fenómenos más fuertes, si no el más, de A.L. en las últimas décadas: ese desplazamiento hacia las ciudades. Entonces, ver la Ciudad de México, que es uno de los grandes efectos de este desplazamiento, ver esos 25 millones de personas en movimiento, me hizo ver esa potencia. Ahí era donde estaban las evidencias del cambio. Esas ciudades crecieron y se llenaron de toda esa gente, pero hay que ver qué son esas ciudades. Son espacios caóticos y muchas veces sin ninguna planificación, sin servicios, sin orden, con bastante violencia, espacios que vale la pena tratar de explicar y de entender. «Por eso hacemos libros todavía: por la ilusión, siempre fallida, de alguna vez entender algo».

Manu Galán entrevista a Martín Caparrós, XLSemanal, 26 07 2021

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