renuncia a lo que fue brujo en tarima.

Jornada de reflexión llaman en democracia al día anterior víspera de unas elecciones. Para este día 22 yo tenía una reflexión desde la tarima, que era un texto aparcado hace algún tiempo y que terminaba con una cita de don Luis de Góngora sobre las dos caras de Jesús: “que hay distancia más inmensa de Dios a hombre, que de hombre a muerte”.

Se oye tanto hablar de la enseñanza como algo vocacional y sublime, y, sobre todo, tanto se ponderan las letras que miran al pasado (la historia, la arqueología, la filosofía y las artes sapienciales que llaman humanidades) que cómo no pensar que predispone más la enseñanza de la antigüedad (ese caballo muerto) que al azaroso tiempo que nos urgirá mañana: grandes maestros no estamos preparando ni hemos preparado a nadie a nada.

Tanto se ha dicho que “quien conoce la historia” o “no la conoce” está obligado a arrepentirse de tal o cual futuro o porvenir, que yo tenía que hacer, sobre la base de Góngora, una renuncia a lo que fui, brujo en tarima, que al mismo tiempo me disculpe o me salve.


RENUNCIA A LO QUE FUE BRUJO EN TARIMA

Porque hay distancia más inmensa
de Dios a hombre, que de hombre a muerte.
Luis de Góngora

De historia antigua y medieval pertrecho
-hincando libros, flexos, codos, sienes-
a las oposiciones vas y vienes
del pegajoso asfalto a dios sin techo
(al precio de callar que no hay derecho
que para licenciarte en letras tienes
que papagayear el bien de bienes,
nunca que criticar lo mal que han hecho).
¿Saben de aquel mester de clerecía?
La vida de estudiante se dispensa
en ciclo profesor que de eso coma
sin nada que indagar qué será un día
del hombre en la distancia, más inmensa
de aquí a mañana que a la antigua Roma.

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