
LOS LIBROS
Los libros son una superstición y, quizás, la peor: que hay que leerlos. Si te cae encima una gran mentira o una gran pamplina, pide que no te venga encuadernada. Libros son los de texto y los libros sagrados, repertorio de las barbaridades de donde venimos. Los libros ni son buenos ni son malos. Sirven de adorno, para afirmar la pata de un mueble cojo, tapar un desconchón, arder en la chimenea o para hacer pesas. Sirven también como testigos de que hubo una vez alguien que concibió la gloria. Porque quien escribe pretende añadir un renglón o un solo verso al gran libro de la creación, lo cual es una forma de creer en Dios. Guarden los libros. Un libro, con sus pastas, con su lomo, con su peso, con su volumen, con sus páginas de respeto y con la firma allí puesta: es como una Capilla Sixtina que no nos cabe en la cabeza y, sin embargo, nos cabe. El dedo de Adán como el dedo de ET. Lo que los hombres llamaron la cultura.
