MADRE CORAJE O MATER DOLOROSA
Una experiencia personal me lleva a divagar sobre el dolor de madre. Frente a la adversidad, hay madres coraje, que toman el mando, o madres dolorosas, que se dejan llorar. En mi caso, se trataba de un desencuentro entre dos de ocho hermanos que terminó en una historia de buenos y malos, con los siete invocando “el disgusto que se va a llevar nuestra madre”, de 86 años.
Visto que, en principio, a nadie le gusta sufrir ni hacer sufrir, lo primero hubiera sido eliminar el dolor como se elimina un factor común en un problema o, lo que es lo mismo, repartirlo por igual, incluido el mal hermano, que, por muy malo que sea, no está libre de pasarlo mal. Otra solución hubiera venido de la propia madre, con mandar callar al coro que quería representarla. En vez de eso, la madre consintió en su papel de víctima, aun a sabiendas de que iba a añadirle otra nota negativa al hijo que empezó siendo el malo y terminó, encima, solo.
La equivalencia evangélica no pasará inadvertida. Lo que sufrió Jesús por los hombres es lo que sufre la madre por la familia: idéntica en su sacrificio aceptado y en su resignación. El malo es Judas, y los demás: a ver quién se gana la medalla de Discípulo Amado, título apetecible en una familia tan numerosa. En este cuadro, no faltará el converso que exagere sus distancias con el hermano malo, al que antes tanto quería, ni faltarán estampas parecidas a las negaciones y lágrimas de San Pedro o al lavado de manos de Pilatos. Lo que no hay es Longinos, alguien a pie de cruz arrepentido.
Lo más crudo es que sin dolorosa bajo palio no hubiera habido procesión y sí, en cambio, un lenguaje que no obligaba a la madre a tomar partido por ninguno o a tomarlo, como Madre Coraje, por toda la familia unida. No sabemos si María la Virgen ‑madre de hijo único‑ habría llamado a capítulo a sus hijos divididos, pero en la parábola del Hijo Pródigo se aconseja acudir al hijo descarriado, que es, de todos, el que más lo necesita. Claro que, para eso, hay que bajarse del paso.
Daniel Lebrato, 22 de enero de 2015
