De las hojas de hierba, a un poeta en Nueva York.

La invención del versolibrista o la autonomía del renglón nombra la soledad del poeta respecto a sus versos y la soledad de los versos respecto a la poesía. Lo que en tiempos de métrica fina había sido una máquina de cantar y contar, con su medir y rimar y acentuar, había pasado a ser, en tiempos de prosa, el renglón que me sale hacer porque el verso de mi pensamiento yo lo pienso así. Toda la poesía libre es poesía en soledad.

Por encima de la preceptiva con su rancia retórica, por encima de los oficios o mesteres de la vieja escuela, la invención del versolibrista, con su narrativa o poética del verso libre, ha resultado ser la construcción más fecunda de la historia de la crítica literaria mundial, siglos 19 y 20. La teoría surgió para dar respuesta -que es dar vida y esperanza dentro del canon- a unas hojas de hierba que nadie en la universidad supo cómo mejor clasificar. Ocurrió en Nueva York, Walt Whitman, 1855. Y desde Leaves of Grass triunfa esa leyenda de poesías sin poesía, como música sin músicos o lienzos en blanco pendientes de dibujar, paradójico mundo que puso en evidencia el urinario de Duchamp, 1917.

El versículo que desembarcaba de Nueva York traía un fondo de oralidad y de predicación contestataria. Mientras el verso libre que venía de Francia o Alemania tenía más de caligrafía a pluma o escrito a máquina o a imprenta, o como trazo de poema visual. De cualquier forma, aquí o allá, se va a llamar poesía a un raro producto que circula como poesía y que se vende (o alguien paga) como poesía. No había ni hay mucho más que hablar.

El talento de Míster Poetry, el impostor, fue el papel de un sacerdote entre Dios y los hombres cuando Dios había muerto (lo diría Nietzsche en 1900). Poeta en Nueva York, de Federico García Lorca en 1929, iba a ser la pieza clave de esta reconversión. Tantos años después, Lorca, como Whitman, seguía siendo poeta y seguía haciendo poesía. ¿Quién como él?

Todo había empezado un ideológico siglo 19 cuando al materialismo de la revolución industrial vinieron a sumarse Darwin, Marx, Nietzsche o Freud. El idealismo se agarraba como podía a los palos de su sombrajo (monarquía, feudalismo, religión), mientras Europa escarmentaba, pero también aprendía, de napoleones bonapartes. Había que levantar el liberalismo del individuo frente al Estado, y eso fue el Romanticismo. La lírica culta se había quedado sin rimas ni canciones, pero iba a seguir cantando como el ave fénix. Pasado el poema cero, todo es verso, con tal que nos expresemos a renglones cortados. Editoras y librerías se frotaban las manos. Otro día hablamos de qué quedará del poema cuando los libros hayan desaparecido.

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