El aumento de vetos al hiyab en escuelas reaviva el debate sobre la islamofobia en España. Cada vez son más los centros educativos que están vetando estas prendas propias de la cultura musulmana a través de disposiciones en sus protocolos internos.
«Al igual que para muchas otras mujeres musulmanas, para mí {llevar hiyab es una forma de reafirmar quién soy y de vivir mi fe con libertad}. No se trata de una prenda de vestir decorativa, sino de una {decisión que nace de mis convicciones personales y religiosas}. Por eso, cuando se plantean {prohibiciones o restricciones sobre su uso, lo vivo como una vulneración de mis derechos básicos}. La constitución española ampara la libertad religiosa en todas las confesiones, art. 16: Se garantiza la libertad ideológica, religiosa y de culto de individuos y comunidades sin más limitación, en sus manifestaciones, que la necesaria para el mantenimiento del orden público protegido por la ley. Además, la ley de 10 de noviembre 1992, de cooperación con la Comisión Islámica, blinda este derecho. Muchas veces se nos ve a las mujeres musulmanas a través de prejuicios muy arraigados: como si fuésemos personas sin educación, sometidas o incapaces de {tomar decisiones sobre nuestros propios cuerpos y nuestras vidas}. Esta visión no solo es injusta, sino que borra por completo la diversidad y autonomía que existe entre nosotras. Existen muchas formas de ejercer la libertad, y también se puede hacer desde otros valores, otras culturas y otras espiritualidades. «Dentro de la comunidad musulmana, las mujeres nos reconocemos no solo por cómo nos vemos, sino también por los valores y las experiencias que compartimos. Quienes decidimos llevar el hiyab lo hacemos desde una {elección consciente}, sabiendo que, aunque es {una forma de conectar con nuestra fe y nuestra identidad}, también puede exponernos a miradas cargadas de prejuicios. En contextos donde este símbolo religioso todavía se interpreta con desconfianza, muchas veces nos enfrentamos a obstáculos en lo laboral, en lo personal, y en la necesidad constante de demostrar que {somos válidas, capaces y libres}. En la edad adulta, muchas mujeres desarrollamos herramientas para sostener nuestra identidad con mayor madurez y conciencia. Pero cuando las propias instituciones impiden el uso del hiyab en los centros educativos, la situación se vuelve especialmente preocupante. Estas prohibiciones, muchas veces justificadas en nombre de una supuesta liberación, entran en contradicción directa con el {derecho a decidir sobre nuestros propios cuerpos y creencias}. La idea de prohibir el hiyab se convierte en otra forma de imposición. Y ninguna liberación real puede construirse desde la fuerza o la exclusión». El argumento que suele usarse para justificar la prohibición del hiyab es el de liberar a las mujeres. Sin embargo, esta idea plantea una contradicción: ¿qué mejor forma de liberarse que a través de la educación? Impedir que una mujer que lleva el hiyab acceda a la formación es negarle una herramienta esencial para su libertad. Cuando se le dice con esto no puedes entrar a educarte, se está limitando su futuro, poniendo obstáculos adicionales para que pueda alcanzar la igualdad de oportunidades. Aunque la mayoría de mujeres que usan el hiyab lo hacen por decisión propia, no podemos ignorar que existen casos, aunque minoritarios, de chicas que se sienten presionadas a llevarlo, ya sea por imposición familiar o cultural. Por eso, es crucial normalizar el uso del hiyab y fomentar relaciones de confianza entre los centros educativos y las alumnas que lo llevan. Solo así se podrán sentir seguras para expresar cualquier situación de presión o imposición, sin miedo a ser juzgadas o estigmatizadas. En un mundo cada vez más globalizado, donde muchas familias emigran y construyen sus vidas en otros países, es fundamental que las instituciones educativas se conviertan en espacios de inclusión y no de exclusión. Las generaciones actuales, que no se sienten completamente de un lugar ni del otro, necesitan sentirse aceptadas tal como son, con sus identidades múltiples. No se trata de negar que existan casos de imposición del hiyab, sino de abordarlos con sensibilidad y herramientas adecuadas. Pero usar esos casos como excusa para prohibir el velo solo agrava la exclusión. Si se hubiera vetado el uso del hiyab, muchas jóvenes no habríamos podido acceder a la educación. Y sin educación, no hay autonomía posible. La verdadera libertad no nace de la imposición ni del miedo, sino del respeto, del diálogo y de la garantía de derechos para todas.»
«Las estudiantes musulmanas que decidimos libremente utilizar esta prenda tenemos que quitárnoslo antes de entrar a clase y ponérnoslo al salir. Ahora, en el Ies Tal o Cual, la jefatura de estudios está decidida a modificar el reglamento interno para que no se puedan llevar prendas en la cabeza». Cada vez son más los centros educativos que están vetando las prendas propias de la cultura musulmana. Discriminar, desacreditar y señalar a las mujeres musulmanas utilizando su indumentaria radical como pretexto para verter sin piedad toneladas de racismo se ha convertido en la tónica habitual en muchas escuelas. Desde que se han recrudecido las normativas, aquellos directivos escolares que afirman abogar por la protección de los derechos de las adolecentes hoy luchan titánicamente por legislar sobre sus cuerpos. Alegan a menudo querer ampliar sus libertades individuales y colectivas, aunque rechazan escuchar sus demandas. A la hora de establecer un marco legal, el Estado español no tiene facultad para prohibir o permitir el uso de prendas religiosas. Sencillamente, no existe una regulación de carácter estatal dedicada a esta materia. Ni siquiera las comunidades autónomas tienen marcada una normativa que regule de forma amplia y generalizada el uso de hiyab en las escuelas: son los propios centros educativos quienes tienen la potestad de decidir. En los últimos años, incluso aquellos centros que antes asumían con normalidad la diversidad de credos y culturas dentro las aulas, están modificando sus reglamentos para vetar el uso del hiyab. Una tendencia a imitar el restrictivo modelo de Francia, donde el uso de esta prenda lleva impedido desde 2004, durante la presidencia de Jacques Chirac. El último informe de la Comisión Islámica de España apela a impulsar desde el ministerio de educación el principio de no discriminación y de inclusión educativa. Para ello, el texto sugiere actualizar las órdenes y reales decretos que aprueban los reglamentos orgánicos de escuelas, colegios e institutos para favorecer una mayor inclusión del alumnado musulmán en las escuelas. En España residen casi 2.500.00 musulmanes. Del total, el 55% son migrantes y algo más del 45%, españoles. Normalmente, los reglamentos no contienen menciones específicas o expresas contra las prendas islámicas, quizás con el objeto de evitar ser tildados de racistas. No obstante, la exclusión se produce de forma indirecta. La norma aparece camuflada en una prohibición general de llevar la cabeza tapada (gorras, capuchas, pañuelos), para no decir directamente que no dejan llevar velo en los colegios. Sí se permite, en cambio, portar símbolos de otras religiones como cruces, medallas, estampas de la Virgen del Rocío o pulseras que remiten a ideologías concretas. La supuesta razón de la norma es evitar que se implanten bandas. Pero el hiyab no es un mero accesorio estético, sino {una forma de habitar la propia identidad, cultura y principios que vertebran la vida de toda una comunidad}. También refleja {una manera de estar en el mundo acorde a ciertos valores que sienten orgullosamente como propios}. Muchas veces son los propios profesores quienes deslizan todo tipo de comentarios. Otros repiten como un dogma discursos que sitúan al islam como un peligro delante del resto de compañeros y estos últimos terminan asociando esta religión a connotaciones negativas. Khadija, de 18 años, cursa bachillerato de ciencias sociales en uno de los institutos que se han levantado contra el veto al hiyab. Antes estudiaba en otro ies donde comenzó a recibir comentarios hirientes por vestir acorde a su identidad cultural: «Al principio no conocía que estaba prohibido llevar la cabeza cubierta y entré el primer día de clase muy feliz con mi hiyab y la jefa de estudios lo primero que me dijo a la entrada fue quítate eso de la cabeza que no te va a dejar pensar. Aquella situación fue tan violenta que acabé llorando». Ese curso, los comentarios y políticas escolares antihiyab llegaron a impactarle tanto en su cotidianidad que ello repercutió de forma directa a su rendimiento académico. No es la única a la que la discriminación impide estudiar con normalidad. Muchos institutos advierten a las adolescentes musulmanas en el momento de la matriculación de que no podrán llevar hiyab, muchas acaban yéndose a otros institutos. De esta forma, sus posibilidades de elección se reducen considerablemente. Ahora, Khadija muestra una honda preocupación ante la posibilidad de que su colegio también lo prohíba. Cuando varias compañeras se organizaron para tratar de renegociar con la jefatura de estudios: «Una compañera se reunió en nombre de todas explicando nuestra preocupación, estuvo dos horas sola hablando con el director y la jefa de estudios y nos dijo que lo que más repitió el director fue usar el término trapo de manera despectiva para referirse al hiyab». En otras ocasiones, esa misma alumna sufrió burlas contra su culto a través de expresiones como que se vaya a rezar fuera delante de toda su clase. A su juicio, estas actitudes alientan el machismo y la segregación, vulnerándose el derecho a la libertad de identidad. Cuando ni los propios referentes adultos se dirigen con respeto hacia las mujeres de culto islámico, resulta casi utópico que los alumnos no acaben abanderando discursos contra quien viste, siente o piensa diferente. Según los códigos propios del islam, el velo tan solo puede retirarse en presencia de miembros masculinos del entorno familiar como primos o hermanos. Cuando, ignorando las sensibilidades de las alumnas, se les fuerza a retirarse el hiyab como si fuera un jersey, se siente una humillación muy grande porque {te sientes casi desnuda}. «Al principio notaba que había cierta libertad en este sentido pero ahora los colegios están limitando el uso de las prendas religiosas, las comparan a un gorro, que es un accesorio». La libertad religiosa en los centros llevaba siendo una olla a punto de estallar desde hace años en toda Europa. Fátima, de 16 años, quien no sentía los vetos como una discriminación directa, comenzó a plantearse por qué ellas acababan siendo tratadas de forma diferente. «Los musulmanes, sobre todo las mujeres que llevamos el hiyab, sufrimos constantemente con las miradas, con tener que leer comentarios de odio en redes sociales». Para ella, {quitarse el hiyab se asemeja a quitarnos el pantalón}, sentimos una humillación muy violenta. Feministas musulmanas critican el paternalismo de las instituciones que esgrimen argumentos prohibicionistas para gobernar sobre sus cuerpos. «Es como si dijesen que yo no puedo decidir por mí misma, y que ellos tienen que venir a salvarme». «Muchas veces, las instituciones que prohíben el hiyab dicen que lo hacen para protegernos a las mujeres musulmanas, pero en realidad, lo que están haciendo es quitarnos nuestra {libertad de elegir}. El feminismo, para mí, es que todas las mujeres podamos tomar nuestras propias decisiones sin que nadie nos imponga cómo debemos vestirnos o qué hacer». Negar la capacidad de las mujeres y cuestionar {que sean las propias feministas islámicas las que decidan sobre su indumentaria} las infantiliza y pone en jaque cualquier avance en igualdad. Algunos colegios públicos cuyas políticas internas abogan por la inclusión y la diversidad han resultado beneficiar al conjunto de los estudiantes. Andrea Infante es profesora en un centro público donde no existen protocolos que prohiban prendas religiosas. Ha sido testigo de cómo las políticas de inclusión contribuyen a sembrar dinámicas de mayor respeto entre menores. «La presencia en las aulas de identidades, culturas y religiones diversas se traduce en el largo plazo en un mayor aprendizaje de la pluralidad. Cuando los coles que permiten que el alumnado musulmán lleve sus prendas de vestir esto hace que todos los demás interioricen mucho más la diversidad que tenemos en la sociedad, que normalicen las diferencias incluso en la manera de vestir».
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