¿Libertad sin democracia?

¿Libertad sin democracia? Distopías neorreaccionarias que recorren el mundo, Pablo Stefanoni, ¿Libertad sin democracia? | Nueva Sociedad, Nueva Sociedad, 2025

La neorreacción es un movimiento de culto, antimoderno y futurista, de libertarios desilusionados con la democracia que decidieron que una cosa es la libertad y otra la democracia y que ya no se pueden lograr cambios mediante la política. Los neorreaccionarios consideran la democracia un producto catastrófico de la modernidad, un régimen subóptimo e inestable, orientado hacia el consumo en lugar de hacia la producción y la innovación, y que conduce siempre a una mayor tributación y redistribución (los políticos necesitan ganar elecciones). La democracia es consumismo orgiástico, incontinencia financiera y reality show político. No genera el progreso, lo consume. Por eso termina dando lugar a una sociedad de parásitos. El único remedio es un neo elitismo oligárquico, en el que el papel del gobierno no debería ser representar la voluntad de un pueblo irracional, sino gobernarlo correctamente. Los libertarios clásicos suelen quejarse, también, de que la democracia es demasiado permeable a poblaciones hostiles al laissez faire e impregnadas de una mentalidad anticapitalista gregaria, incluso de socialismo. Por eso, si de manera realista resulta difícil creer que el Estado pueda ser eliminado, puede ser curado de la democracia. Para eso, la clave está en tratar a los estados como empresas. Los países serían desmantelados y transformados en compañías competidoras administradas por directores generales competentes; algún tipo de variante o combinación de monarquía, aristocracia o del denominado neo imperialismo, en el que el Estado es una sociedad anónima dividida en acciones y dirigida por un ceo que maximiza los beneficios; una suerte de feudalismo corporativo. Que los países sean ciudades Estado como Hong Kong o Singapur, pero más libres de política y más tecno autoritarias y que todos ellos compitan por los ciudadanos consumidores. Los habitantes serían como clientes en un supermercado. Si no están contentos, no discuten con el gerente, se van a otro lado. La tecnología nos dirige hacia la singularidad y el futuro posthumano, hacia una suerte de neo especie, que no tiene sentido tratar de evitarlo porque de todos modos va a ocurrir. No hay política, solo reglas. Pobres, improductivos y deficientes mentales, no tienen que ser asesinados en masa, sino que pueden ser encerrados en una cápsula conectada a un mundo virtual, al estilo de Matrix. Los neorreaccionarios defienden la libertad personal, pero no la libertad política. Mientras la tecnología y el capitalismo han hecho avanzar a la humanidad en los últimos dos siglos, la democracia solo ha hecho daño, por lo que la idea, simple, es separar capitalismo de democracia. Esto no es nada nuevo: de hecho, el maridaje entre capitalismo y democracia es reciente y siempre inestable; lo nuevo son, en todo caso, las formas para lograr ese objetivo. Tampoco es nueva la utopía de acabar con la política. En esta visión, el gobierno tendría un fuerte incentivo económico para que la vida sea placentera y puede hacer lo que debe hacerse sin que se lo impidan los rituales liberal democráticos. La libertad, en el sentido de la participación política y la soberanía popular, ya no existirá, pero se nos promete que debido a que el reino estará tan bien gobernado y será tan seguro, tan maravilloso en todos los sentidos, todos podrán pensar, decir o escribir lo que quieran, porque el Estado (la corporación soberana) no tiene razón de preocuparse. La libertad de pensamiento, de palabra y de expresión ya no es una libertad política. Es solo libertad personal. Como la corporación obtiene sus ingresos de los impuestos sobre la propiedad y los súbditos del reino pueden irse cuando quieran, hacer cosas desagradables, como usar el poder para matar o encarcelar, sería malo para los negocios. Además, si el Ejecutivo demuestra ser incompetente, los accionistas podrían reemplazarlo. El sentimiento antidemocrático es poco común en Occidente y aunque sus recetas para la dictadura corporativa son obviamente radicales, la crítica a la democracia no lo es. La neorreacción simplemente lleva esos temores a su siguiente paso lógico: eliminar la necesidad de un consentimiento electoral. Por eso mismo, aunque sea una constelación de grupos o pensadores marginales, la neorreacción puede funcionar como un sistema de alerta temprana de cómo podrían ser una derecha antidemocrática y un capitalismo autoritario. No es casual que los neorreaccionarios busquen sus ejemplos en Asia, donde muchas de estas ideas son, sin duda, menos chocantes que entre el progresismo occidental. La idea es que un gobierno económica y socialmente efectivo se legitima a sí mismo sin necesidad de elecciones. Se trataría más que de un nuevo fascismo, de una tecnocracia capitalista rígidamente formalizada, una especie de funcionalismo puro basado en incentivos sin movilización de masas ni una reorganización social totalitaria o un culto particular a la violencia.

Elon Musk, con sus connotaciones tecnofuturistas y post democráticas, se fue volviendo una figura de culto para amplios sectores de las derechas radicales, incluidos Milei y Bolsonaro, que lo consideran un héroe de la libertad de expresión. Convertido en un virulento anti woke, hoy el patrón de X sintetiza muchos de los elementos de las nuevas derechas radicales: provocación, anti corrección política, libertarismo económico. Musk es un anarquista de derecha en su expresión químicamente más pura. Es también un sistema que forma parte de nuevos tipos de actores híbridos, que son a la vez empresas privadas, actores geopolíticos y a veces espacios públicos y que plantean una serie de desafíos respecto a los límites de lo público y lo privado en un contexto de remilitarización y geopolitización del mundo.


Giancarlo Summa y Monica Herz (eds.): Multilateralismo na mira. A direita radical no Brasil e na America Latina, Hucitec Editora, Puc, Río de Janeiro, San Pablo, 2024. Pablo Stefanoni: ¿La rebeldía se volvió de derecha?, Siglo XXI Editores, Buenos Aires, 2021.

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