LLAVE INGLESA

De lo que pasa en el mundo, no hay más que tomar una imagen de las mujeres dolorosas en Gaza, tan tapadas y plañideras como para una Palestina libre. ¿Hamás, por la libertad? Venga ya. Básicamente, seguimos la línea de argumento que nos dejó el bando aliado a la salida de la 2ªGm, con Uk, Francia, Usa e Israel poniéndole los deberes al resto del mundo, algo que vemos por esa “comunidad internacional” que manda y se impone en el telediario. Siria o Venezuela, se nos filtran igual por semejante objetivo. Quienes siempre hemos querido saber hacia dónde vamos, hemos pasado de elegir cuál es la izquierda que nos lleva, a elegir qué conductor y en qué compañía viajamos. Por supuesto, ni la Otan ni la Onu de los aliados (Uk, Francia, Usa, Israel) han cabido nunca en nuestra mochila, ni han viajado con nosotros a ninguna parte. Se llama «descolonización» a un tiempo en que, ante una obra de arte desubicada o ante un golpe migratorio a un puerto de mar o a una frontera, no podemos reaccionar como reaccionábamos. Ni nuestra visita al museo ni nuestro telediario ni nuestras salidas al extranjero volverán a ser lo que eran. África, Asia, América están llamando a la puerta de nuestros libros de texto y nuestra historia; también a nuestras casas. La vida doméstica de Occidente ha agrandado la brecha entre patrias y migrantes. En la esfera tic del bienestar se impone la reducción de jornada como reducción de la explotación. Y al otro lado, pared por medio, cada día hay más dependencia de “trabajos que nadie quiere hacer” (estribillo). Mientras ese trabajo duro y penoso y sufrido, que nadie quiere hacer, no se pague por lo que cuesta hacerlo, sino por el nivel o grado de estudios, que es ninguno para tareas domésticas o para cuidar personas como para subir al andamio o bajar a la mina, esos trabajos serán carne de subempleo y ni nuestro sistema educativo (con su igualdad de oportunidades) ni nuestra propaganda (con su democracia y libertad) tendrán mucho que decir, por más que alguien diga (como antídoto contra la ultraderecha) que la migración viene bien para cubrir esos trabajos que nadie quiere hacer. Lo llaman globalización por decir algo. Para otra globalización más sabia y bien avenida, tendríamos que volver a la Internacional que hemos sido y volver a apostar por la revolución permanente internacional que hemos dejado de ser. Internacional que fue contraria a las patrias y a las guerras y a las religiones que hubiera repartido la revolución científico técnica bajo el arco del socialismo, Radovan Richta, civilización en la encrucijada (1963). A la recherche de aquel tiempo perdido, que viva el trabajo físico y manual, y que viva bien quien lo desempeña y trabaja. Y a mí, con que Hacienda me pregunte igual que me pregunta ¿para Iglesia o para fines sociales?, ¿para fuerzas armadas o para fines sociales?, ¿para monarquía o para fines sociales?, ¿para aliados en Onu, Ue y Otan o para fines sociales junto a países no alineados?, tendría yo bastante. Pago y decido. Pago y decido con mi dinero y con mis impuestos, yo y mi gente tan demócrata y liberal como la democracia y el capitalismo.


*
de Lawrence de Arabia
a Benjamín Netanyahu:
una llave inglesa
de imperios y religiones.
*


–De tres culturas, alguna,
señalándonos su libro
sagrado y que Dios lo dijo,
querrá ser más que ninguna.
–Y, de las tres, habrá dos
equivocadas del dios,
se quiera o no, verdadero.
–¿Quién les ha dicho que tres
son los colores del cielo?

un mundo que, más allá de su exotismo y de su atractivo para viajeros, pintores, músicos o escritores, vivía en un atraso multisecular


Desde que el mundo canta por la alianza de civilizaciones que trae el diálogo de las tres culturas, el mundo es una película muy vista que, sin embargo, nadie quiere ver. Shlomo Sand, contra la miopía:

«Una nación es un grupo de personas unidas por un error compartido sobre su ascendencia y un desagrado compartido hacia sus vecinos. No hubiera podido escribir el libro sobre nacionalismo si no hubiera sido capaz de llorar, con ayuda de un poco de alcohol, con canciones populares.»

Shlomo Sand ©
La invención del pueblo judío:

«Democracia e identidad nacional se superponen, englobando el mismo proceso histórico. Todos los grandes grupos que se consideran un pueblo tienen el derecho a la autodeterminación nacional. Las luchas por la independencia política han creado más naciones que las que han surgido de luchas nacionales. Es bien conocido que cualquier intento para negar a un grupo humano su autodeterminación solamente intensifica su demanda de soberanía y reafirma su identidad colectiva. No ha habido democracia ni Estado sin marco nacional o multinacional que contenga y exprese esa soberanía, que deriva de la conciencia de que todos los ciudadanos son iguales. La conciencia de la igualdad, legal, civil y política, producida por la movilidad social en la era del capitalismo comercial e industrial, creó un paraguas bajo el que todo el mundo podía compartir una identidad. Este aspecto democrático (el gobierno del pueblo) es moderno y diferencia las naciones de formaciones sociales más viejas como tribus, sociedades campesinas o comunidades religiosas. Ninguna comunidad manifestó un sentido inclusivo de la igualdad civil o un deseo persistente de autogobierno que fuera compartido por toda la población. Pero, cuando la gente empieza a considerarse a sí misma como criaturas soberanas, surge la conciencia, o la ilusión, que les permite creer que pueden ser ellos quienes gobiernen mediante la representación política. Para reforzar una abstracta lealtad de grupo, la nación necesitaba rituales, festivales, ceremonias y mitos; tenía que realizar continuas actividades culturales públicas e inventar una memoria colectiva, una conciencia ideológica de fusión: necesitaba el nacionalismo.

»Hans Kohn (The Idea of Nationalism, 1944) consideraba que el nacionalismo estaba compuesto por dos categorías dominantes: por un lado, el nacionalismo occidental, con un enfoque esencialmente voluntarista, que se desarrolló a ambos lados del océano Atlántico y que estaba delimitado al este por Suiza y, por el otro, la identidad nacional orgánica que se extendió por el este desde el Rin y que incluía a Alemania, Polonia, Ucrania y Rusia. El nacionalismo en Occidente surgió de fuerzas autóctonas cuando el Estado estaba comprometido con la modernización; bebe del Renacimiento y de la Ilustración, del individualismo y del liberalismo. La clase hegemónica es una poderosa burguesía secular que tiende hacia la apertura y la inclusión. Convertirse en ciudadano de Usa, Uk, Francia o Suiza depende no solo del origen y del nacimiento, sino también de la voluntad para unirse. No es que en esas sociedades se desvaneciera el racismo o que cesara el desdén y el conflicto. Pero los procesos de integración, algunas veces a través de la absorción de partes divergentes, otras por su represión, se percibían como necesarios, incluso deseables. Si la hipocresía es el tributo que el vicio paga a la virtud, el nacionalismo ciudadano es la cultura relativamente abierta en la que el racista o el etnicista excluyente está obligado a disculparse. Por el contrario, en Alemania, Polonia, Lituania, Ucrania y Rusia, a pesar de los importantes movimientos que apoyaban una definición de la identidad nacional sobre la base política de la ciudadanía, el triunfo fue para los grupos que continuaban cultivando los mitos sobre un antiguo origen homogéneo. Los viejos conceptos sobre una rígida entidad étnica que permanecía sin cambios a lo largo de la historia, sobre una genealogía de un pueblo primigenio y único, impidieron que cualquiera se uniera a la nación o, por la misma causa, que la abandonara; por eso alemanes o polacos y sus descendientes en Usa permanecían siempre siendo miembros de la nación alemana o polaca.

»Los primeros brotes de la ideología nacional, todavía ocultos entre el follaje religioso, los encontramos en la Inglaterra del siglo 17. Quizá habían sido polinizados por su ruptura con el papado romano. A continuación de ese levantamiento, estos brotes empezaron a abrirse y extenderse por el este y el oeste junto al proceso de modernización, y su completa floración se produjo durante el periodo revolucionario de finales del siglo 18. Entre los revolucionarios de América del Norte y Francia empezaba a aparecer una conciencia nacional que iba de la mano con la idea de la soberanía del pueblo, el poderoso grito de guerra de la nueva era. La frase ¡No a los impuestos sin representación!, dirigida contra Gran Bretaña por los atrevidos colonizadores de América, ya presentaba las dos caras de esta ascendente conciencia nacional: nacionalismo y democracia. Para los revolucionarios jacobinos y sus sucesores, el culto al Estado nacional con sus rituales, festivales e himnos empezó a parecer algo natural y lógico. Las conquistas de Napoleón socavaron las estructuras monárquicas tradicionales y aceleraron el virus central de la modernidad política. Incluso los círculos que buscaban oponerse a las conquistas de Napoleón, y los movimientos democráticos que empezaron a desafiar a los reinos tradicionales, se volvieron nacionalistas. La lógica de este fenómeno que iba en aumento estaba clara: el gobierno del pueblo solo podía hacerse realidad en el Estado nacional. Los viejos y debilitados imperios dinásticos, el prusiano y el austrohúngaro y la Rusia zarista, se vieron obligados a la innovación nacional por alargar su propia supervivencia. En el curso del siglo 19, el nacionalismo triunfó en toda Europa aunque solamente maduraría con la aprobación de la ley de la educación obligatoria y, hacia finales, con el sufragio universal.

»Las empresas represivas del colonialismo en el siglo 20 producen nuevas naciones. Desde Indonesia a Argelia, Vietnam a Sudáfrica, la identidad nacional se convirtió en algo universal. En la actualidad hay pocos seres humanos que no se vean a sí mismos como miembros de una nacionalidad definida y que no aspiren al completo gobierno de su país natal. El historiador usa Carlton Hayes, probablemente el primer investigador académico del nacionalismo, comparó su fuerza con las grandes religiones tradicionales y escribió teniendo muy presentes las imágenes de la 1ªGm y de sus millones de muertos, que han dado forma tanto a la identidad personal como a la comunal.

»Las culturas religiosas sirvieron, tanto como lo hizo el folclore popular o el lenguaje de la administración del Estado, como una valiosa materia prima para forjar naciones. Bélgica, Pakistán, Irlanda e Israel, son buenos ejemplos. Encontramos un denominador común en la construcción nacional, incluso cuando el punto de partida era una comunidad religiosa o pueblo. Cuando grandes grupos humanos, principalmente sus élites intelectuales y políticas, toman el control de su destino y empiezan a construir la historia nacional, debe haber un importante descenso de la intensidad del fatalismo religioso. Contra ello, el liberalismo israelí tiene sus limitaciones. No existe el matrimonio civil ni el entierro civil en cementerios públicos, no hay transporte público los sábados y fiestas judías, por no mencionar el atropello de los derechos de propiedad de la tierra de los ciudadanos árabes. ¿No puede calificarse a Israel como una tardía democracia clásica que gobierna sobre una región colonial, como hicieron en el pasado las potencias europeas? La supraidentidad de Israel, cuyo código primigenio era inherente al sionismo desde el principio, hace dudoso que un Estado judío pueda ser también democrático.

»A finales del siglo 20 los sueños de la identidad nacional empezaron a desintegrarse. La globalización ha erosionado el nacionalismo clásico y no está claro dónde se encamina esta evolución.»

Shlomo Sand,
La invención del pueblo judío.


DanielLebratº


Llevo meses con las dos invenciones de Shlomo Sand, el profesor israelí: la invención del pueblo judío y la invención de la tierra de Israel, dos libros que me han enganchado por su propio valor o por su alcance lateral: la invención del pueblo español, que es también la invención del pueblo portugués, canario, catalán, gibraltareño, como la invención de la patria mía, como quien dice Rota, Morón, Melilla o Andalucía. Hablamos de imperios y religiones, y de una historia que continúa entre otomanos y contemporáneos en los telediarios de cada día y en lo que va de Lawrence de Arabia a Benjamín Netanyahu. Y conste que hablar del viejo mundo de los nacionalismos no conduce a ninguna parte. Muertos los valores de un estado social, ya solo queda el sálvese quien pueda. Y para salvarnos hemos venido y escrito.

Mis lecturas de Shlomo Sand son las que siguen, numeradas del 1 al 3. Con un prologuillo cero que se dio entre Inglaterra y Francia, protagonista y personaje, que cifro en la batalla del meridiano entre Londres y París.

0.
La batalla del meridiano

El meridiano de Greenwich (también cero, base o primer meridiano), a partir del cual se miden los días y las longitudes, fue adoptado en octubre de 1884, frente al meridiano de París, por una conferencia internacional que votaron 25 países y en la que Francia se abstuvo. «Todos los países adoptarán el día universal y día náutico y astronómico que comienza a medianoche en Greenwich, Londres, y tendrá una duración de 24 horas. Y se hará por regular y difundir el sistema métrico decimal, del metro que pasa por Greenwich, a la división del tiempo y del espacio.» Jódete, Francia, como te joderás con el inglés como lengua de contacto universal.

1.
Imperio contra imperio

El proyecto nacional fue un proyecto consciente de imaginación, invención y autocreación. Las formas variaron de un lugar a otro pero, para nosotros, nuestra modernidad se proyectó en la travesía de Napoleón Bonaparte como unidad de principio y de medida: Napoleones contra España, contra Inglaterra, contra Rusia, napoleones contra el turco o el otomano; Francia yendo y viniendo hasta la guerra de 1870 contra Prusia pronto Alemania, o hasta la Comuna de París (1871), pasando por El 18 brumario de Luis Bonaparte (02/12/1851) golpe de Estado de Luis Bonaparte, tras el de Napoleón (09/11/1799): desde el ascenso del cuarto estado hasta el imperialismo francés, que continuará todo el siglo 20 y que pillará a Francia con su amiguito inglés como aliado.

2.
Llave inglesa

A semejanza del meridiano, pero aplicada ahora a la carrera por la colonización y descolonización, Francia parece menos ágil que Inglaterra. Cae y nos hace caer en lo que llamamos llave inglesa: burdas maniobras que nos dejan el penoso mundo que hemos heredado hoy tomando la imagen Qué pasa en Gaza. Lo que pasaba consistía en preparar el eufemismo para los tiempos revolucionarios que vendrían y que había que evitar. Francia mandaba en su Alliance française desde 1883 (136 países) por el francés y la cultura francesa. Uk expuso su Commonwealth en 1926 (Declaración Balfour, con 56 países) por objetivos políticos y económicos que desde 1950 no implican sumisión a la corona británica. Desde 1870 (fecha de la primera guerra civil europea), ni Francia ni Inglaterra tenían las claves de otra actualidad. Las dos habían pasado su revolución y las dos mandaban sus hijos a la guerra, cuando algo pasó en Rusia, octubre de 1917. Desde entonces, Uk y Francia han vendido un discurso anticomunista o antisoviético que cuenta con el aplauso de antiguos proletariados y se ha apoderado de nuestro telediario, algo que deberíamos, como en consulta médica, ir, sin duda, a consultar. Uk y Francia son grandes responsables de la descolonización a base de repúblicas islámicas de signo antisocialista; suyo y de Usa es el rearme del mundo desde Oriente Medio contra todo lo que venía de Rusia o China, Corea, Cuba o Vietnam frente al imperio de pronto llamado comunidad internacional. A mí, con que la democracia me pregunte ¿vota el relato de aliados en Onu, Ue y Otan o vota por países no alineados?, tendría yo bastante y sería yo el demócrata lejos por fin del cuento yanqui que me han contado bajo una llave inglesa.


Cronología bipolar

Época de las Naciones
(1848 – 2024)

↑ 1848. Manifiesto Comunista

: 1863. Fundación de Cruz Roja

↑ 1864. La Internacional

↓ 1870. Guerra franco prusiana

↑ 1871. Comuna de París

↓ 1914. 1ª Guerra Mundial

↓ 1916. Francia & Uk:
Acuerdo secreto Sykes-Picot

↑ 1917. Revolución Rusa

↓ 1917. Uk:
Declaración Balfour

↓ 1920. Francia & Uk:
Conferencia de San Remo

: 1931. Modelo Uk:
Commonwealth

↓ 1932. Arabia Saudí

↓ 1933. Repúblicas Islámicas

: 1945. Onu

: 1946. Modelo francés:
La Unión Francesa

: 1947. Modelo inglés:
India, independiente

↓ 1948. Modelo inglés:
Estado de Israel

↓ 1949. Otan

↑ 1949. Revolución China

↓ 1956. Modelo inglés:
Pakistán, república islámica

↓ 1958. Modelo francés:
Mauritania, república islámica

↑ 1959. Revolución Cubana

↓ 1979. Modelo propio:
República Islámica de Irán


*
fIN
{llave inglesa}

llave inglesa: llave de cabeza regulable para apretar o aflojar. llave: latín clavis. 10. En ciertas clases de lucha, lance que consiste en hacer presa en el cuerpo del adversario, o en alguna parte de él, para inmovilizarlo o derribarlo. Sinónimo: presa. 


apéndice de llave inglesa

Pablo Díaz de Brito © Sobre la masacre del Charlie Hebdo, 07 01 2015. En todas las religiones monoteístas se han cometido, se cometen y se cometerán crímenes tan horrendos como el de París, se dice. Decenas de análisis similares se han publicado más allá del ya lejano 11S de 2001. Todos falaces, ahistóricos, negadores y erróneos. De las tres religiones monoteístas, el cristianismo y el judaísmo han atravesado, más por la fuerza de los hechos que por voluntad propia, un profundo proceso de adaptación a sociedades secularizadas; la tercera religión monoteísta, el islam, aún no hizo ese largo y difícil proceso. A cristianos y judíos les costó muchísimo aceptar la secularización. El catolicismo tuvo que convocar y metabolizar el Concilio Vaticano 2º para admitir, años 60, lo que era obvio para cualquier occidental. Lo secular se impuso, aunque curas, pastores y rabinos se resistieron. Pero es justo reconocer a cristianos y judíos que adoptaron las reglas del pluralismo democrático. No ocurrió lo mismo con las sociedades islámicas. Lo más parecido que tuvieron fue la versión nacionalista del socialismo que siguió al proceso de descolonización en los años 60 y 70. Pero se trató de un proceso fallido en toda la línea. Mientras Gamal Abdel Nasser gobernaba Egipto (1954-70), los imanes mantenían su magisterio entre las clases populares. La Hermandad Musulmana aguantaba la persecución del régimen revolucionario y nutría su amplia red en la base de la sociedad, unos sectores no tocados por el nasserismo. Por esta falta de un profundo y extenso proceso de secularización, es decir, de separación neta de la religión del Estado, en muchos países islámicos la justicia ordinaria está en manos de clérigos. En estos procesos judiciales los derechos jamás tienen como titular a un individuo, sino a la comunidad, la umma, que se los puede quitar al imputado por un delito religioso como la apostasía, la renuncia a la propia religión. La persecución implacable de las minorías cristianas y judías que por estos años se extiende desde Irak a Turquía, de Nigeria a Libia, da cuenta de la casi nula tolerancia de las sociedades islámicas al ecumenismo religioso, a la tan proclamada convivencia religiosa. El experimento de Mohamed Mursi, 6º Presidente de la República Árabe de Egipto, siendo el único votado en la historia del país: Inició su mandato el 30 de junio de 2012 y el 3 de julio de 2013 fue derrocado y encarcelado por un golpe de Estado por Abdelfatah El-Sisi, comandante en jefe de las Fuerzas Armadas de Egipto. Y como era evidente, nada fue producto del extremismo islámico de pequeñas células de fanáticos asesinos, sino del islam promedio, regular, cotidiano y dominante en estas sociedades. La islamización de la legislación que llevaban adelante los dirigentes y clérigos de la Hermandad Musulmana bajo el efímero pero democrático gobierno del presidente Mursi es otra prueba de que la intolerancia no es asunto de minorías terroristas, sino de mayorías dispuestas a imponer su religión al resto recurriendo al poder del Estado. En Egipto estaba en obras una teocracia (no una democracia) como se hizo en Irán con la revolución de los ayatolás. La falacia reiterada de que golpistas, jueces o terroristas no tienen nada que ver con el islam o que no son islámicos choca con estas evidencias. Es casi de rigor que los yihadistas tengan formación en escuelas coránicas y en los centros culturales de las mezquitas; es también un hecho que el reino saudita enseña a sus ciudadanos la versión más dura y ortodoxa del islam sunita, la wahabita, y que el país es una usina de terroristas; que algo idéntico ocurre en Pakistán con las madrasas que formaron a generaciones de talibanes. Se podría seguir con un largo etc. Los islámicos, cuando repudian el crimen contra Charlie Hebdo, agregan que las caricaturas eran ofensivas y que se debió proceder con una presentación judicial. O sea, balas no, censura sí. Libertad de prensa y de expresión, pero con fuertes y claros límites. Límites que imponen ellos, los creyentes. Queda así establecido que hay valores de clase A, intocables, y de clase B, que sí se pueden cuestionar, negar y tomar en broma. Quienes no somos religiosos solo tendríamos valores de segunda clase. Pablo Díaz de Brito ©


Nieves Paradela Alonso ©. Durante el siglo 19, en Europa se generó y tomó carta de naturaleza una caracterización del mundo araboislámico que, sin muchas diferencias de fondo, ha continuado presente hasta hoy. Recuperando algunos rasgos surgidos en siglos anteriores, presentes en confrontaciones medievales entre el cristianismo y el islam, o en los conflictos políticos que enfrentaron a las potencias europeas y a los otomanos en la época moderna, y con aportaciones del mundo académico, este discurso orientalista terminó nutriendo la visión hegemónica que ámbitos intelectuales, políticos, periodísticos y populares aplicaron al islam. Lo que se presentaba por entonces era un mundo que, más allá de su exotismo y su atractivo para viajeros, pintores, músicos o escritores europeos, vivía en un atraso multisecular, causado por el dominio de una religión fanatizada, como el islam, que se mantenía inmune a todo atisbo de modernidad y progreso. Condenado a repetirse a sí mismo, sobre todo en sus aspectos más negativos, el islam terminó convirtiéndose en la alteridad más evidente de una Europa próspera, dinámica y avanzada que se preparaba para iniciar su aventura colonial en los diversos países árabes, englobados todos ellos, salvo Marruecos, en el menguante, aunque aún poderoso, Imperio Otomano. Es evidente la vinculación entre el saber orientalista generado en Francia y Uk y su potente acción colonial en el mundo árabe. Habría que reflexionar, asimismo, sobre la situación de los estudios árabes en países sin dominio colonial en la zona (Alemania o Rusia) o en los que fue reducido (Italia o España). El Corán se tradujo al latín en el siglo 12. Luego llegarían las copias impresas y las versiones a las lenguas vernáculas europeas. Pero traducir era también difundir y, para frenar los posibles efectos perniciosos de la lectura de un texto tan peligroso, se dio en componer un tipo de obras conocidas de forma genérica como refutaciones. Resulta llamativo constatar cómo se han venido repitiendo en todos los discursos ciertos motivos recurrentes del islam y de los musulmanes. Existiría, por un lado, un homo islamicus, reducido a la consideración de mero resorte, obediente ciego a las normas contenidas en el Corán, y, por otro, una historia idéntica a sí misma, sin cambio, sin avances y sin progreso. Así, por ejemplo, la guerra Irak Irán de los años 80 no podía ser más que la edición contemporánea del secular conflicto entre la Sunna y la chía iniciado en los primeros tiempos del islam; la justa reclamación de los palestinos de su país, ocupado por Israel, ninguna cosa distinta de la perpetua enemistad con los judíos; y la emigración de árabes o turcos a Europa por razones económicas, una reactualización de la invasión de Hispania en el siglo 8 o de las conquistas otomanas de territorio balcánico. O el terrorismo yihadista y su barbarie, un imperativo religioso inserto en el adn de cualquier musulmán, incapaz de nada que no fuera aplaudirlo y justificarlo. Desmontar estos discursos no es fácil. La historia contemporánea de los países árabes no es entendible desde la religión, puesto que factores como los procesos endógenos de modernización, el surgimiento de ideologías potentes como nacionalismos laicos, descolonización y la creación de Estados nación, las posteriores alianzas regionales o internacionales, entre muchos otros, han sido más determinantes que el islam. En los últimos tiempos se ha venido produciendo un continuo cruce conceptual entre el islam como mera religión, como ideología política o como elemento cultural identitario: una confusión que se produce por islamistas y por esencialistas occidentales. Todos con la visión ahistórica desde el siglo 7 hasta hoy. El Corán es un texto que, además de contener las bases doctrinales de la tercera gran religión monoteísta, nos relata el proceso mismo de su génesis. Leer el texto coránico es también asistir a la historia de su creación que fue lenta y que produjo, por así decir, un texto permeado de tiempo. Porque la así llamada revelación fue un proceso que se prolongó durante más de dos décadas (desde el 610 al 632), que aconteció en dos ciudades distintas (La Meca y Medina), lo que influiría de manera decisiva en el contenido del texto y muchos años quedó depositado en quienes Mahoma fue comunicando las palabras que él recibía de Dios. Aun aceptando el hecho de que en las sociedades arcaicas la capacidad memorística estuviera mucho más desarrollada que en las actuales, no todo el mundo confiaría en que la gente que escuchó, retuvo y trasmitió el mensaje profético no lo estuviera alterando. Pero fueron las inexorables leyes biológicas de la enfermedad y la muerte, que iban poco a poco destruyendo tan inestables mecanismos de memoria, las que forzaron a los primeros dirigentes de la umma islámica a la puesta por escrito de un texto cuya literalidad iba siendo cada vez más necesaria para administrar los territorios ganados para el islam. Visitando a allegados y conocidos de Mahoma, bien en La Meca, bien en Medina, se tratase de jóvenes o de ancianos, confrontando versiones, elucubrando sobre la veracidad de tal o cual pasaje. Así se consiguió fijar por escrito un texto que desde entonces se conocería como El Libro o El Corán (lectura o recitación), más de veinte años después de la muerte de Mahoma, bajo el califato de Uthmán, cuando ya comenzaban a producirse serios disensos en la comunidad islámica que desembocarían en el primer gran cisma del que surgirían las tres ramas del islam: los sunníes, los chiíes y los jariyíes. En todo caso, solo hay un Corán para todos los musulmanes. Sin ningún otro texto alternativo, en lo que sí difieren unos y otros es en la interpretación dada a ciertas aleyas y en otras cuestiones de ritual. Con el tiempo, los chiíes terminan por desarrollar una teoría sobre el poder político y las atribuciones y funciones del califa (al que ellos denominan imán) muy diferentes a los de la Sunna. Puede que, en parte debido al peculiar proceso seguido en la fijación escrita del texto, los encargados de hacerlo pusieron un especial cuidado en documentar el tiempo y el lugar de las revelaciones, y también las circunstancias que las rodearon. Gracias a esta extrema minuciosidad, entre teológica y filológica, la comunidad musulmana sabe el día exacto en que comenzó Dios a manifestarse a Mahoma (la noche del 27 de Ramadán del año 610) y cuáles fueron las primeras palabras reveladas. Y así sucedió con el resto de contenidos, sometidos todos a una cuidadosa operación de localización y autentificación, algunas de cuyas huellas han quedado para siempre marcadas en el texto. De cada una de las 114 azoras (capítulos) se sabe dónde fue revelada (La Meca o Medina) y qué circunstancias históricas fueran las personales del profeta y su familia o las del conjunto de la comunidad determinaron su contenido. Este puntillismo, que pareciera querer someter una revelación divina a un radical escrutinio humano, tenía, en parte, razones muy concretas. En varios pasajes del Corán se dictan normas contradictorias entre sí. Las más conocidas se refieren a la dirección que ha de tomar el orante durante el rezo. En un primer momento el texto dice que debía ser Jerusalén, aunque en otro momento posterior se sustituye por La Meca. Los historiadores están de acuerdo en que la elección de Jerusalén estuvo motivada por el deseo de Mahoma de mantener buenas relaciones con las comunidades judías de Arabia y de procurar atraerlas a la nueva fe. Cuando las relaciones con los judíos empeoraron, Mahoma decidió sustituir Jerusalén por su ciudad natal. Los primeros comentaristas del Corán explicaron este hecho como muestra de la adecuación de la voluntad divina a las circunstancias cambiantes de su grey y dieron prioridad a la norma posterior. De cualquier manera, ¿puede un Dios eterno y omnisciente corregirse a sí mismo? Una parecida, si bien no igual, irrupción de la historia humana en el texto coránico volvió a plantearse con un suceso narrado en la azora 53. Viviendo Mahoma todavía en La Meca y mientras comunicaba al pequeño grupo de seguidores las nuevas revelaciones, mencionó a tres diosas (Lat, Uzza y Manat) e invocó su intercesión. Como ya por entonces en este protoislam se había ido abriendo paso la idea del Dios único (Allah), ciertos compañeros le hicieron notar la incongruencia de sus palabras. Mahoma se retiró para al día siguiente volver, desdecirse y aclarar que la equivocación se debía a que el inspirador de aquellas aleyas había sido Satán. Desde entonces y hasta hoy, estos versículos errados son conocidos como los versículos satánicos. Más allá de la duda que, de nuevo, suscita este tipo de pasajes, lo significativo es que ningún comentarista coránico ni ningún historiador musulmán medieval consideró necesario omitir las aleyas satánicas o renunciar a relatar in extenso estos u otros sucesos en los que la intervención de Mahoma en el texto fue algo más que una mera sospecha. Hubo pensadores medievales que en sus obras llegaron a poner en duda toda la labor profética de Mahoma. Tras la muerte del profeta, y con el Corán en un muy incipiente estado de fijación, nada había sobre quién habría de suceder a Mahoma, cómo tendría que ser tal designación o elección y qué competencias tendría el nuevo gobernante. Lo que sucedió a continuación fue pura contingencia humana, un acuerdo entre hombres en el que no solo primó la antigüedad de la conversión a la nueva fe, sino también los vínculos familiares y tribales con el profeta. De los cuatro primeros califas de la historia del islam (632-61), los dos primeros fueron suegros de Mahoma y los dos siguientes, yernos. Alí, el último, era además primo hermano suyo. La historiografía musulmana ha querido ver en este período una suerte de edad dorada del islam, el tiempo del mejor gobierno y de la más perfecta realización del mensaje divino. Sin embargo, la realidad fue muy distinta. En aquellos años las conquistas se sucedieron con inusitada rapidez (se entró en Irak, Damasco, Jerusalén, Alejandría), pero en el seno del gobierno de Medina, la capital, los problemas eran graves. Afectaban al complicado sometimiento de las tribus árabes, al reparto de los bienes obtenidos en las conquistas y a la designación de cargos administrativos, pero sobre todo a la cuestión del derecho al califato. Alí siempre había defendido su derecho de preferencia, por ser familiar de sangre de Mahoma, aunque fue aceptando el nombramiento de los otros. Sin embargo, cuando su antecesor, Uthmán, murió asesinado y él proclamado califa, los partidarios de Uthmán se levantaron en armas contra Alí y sus seguidores (que eran conocidos como chía Alí, es decir el grupo de Alí, de donde luego derivarían los términos chiísmo y chiíes). De aquella batalla, acontecida el 657, derivaron dos hechos: el islam quedó escindido en sus tres grandes ramas: sunnismo (nombre que recibió la doctrina oficial de los nuevos califas omeyas), chiísmo y jariyismo; y que se difundiera de alguna manera la obra. Los chiíes, apartados del califato y considerados por los sunníes como heterodoxos y enemigos políticos del Estado, desarrollaron una teoría en la que las ideas de la injusticia histórica para con ellos y la de la celebración del martirio tanto instauró una nueva dinastía, la omeya, con sede en Damasco. La Península Árabe, origen y primera sede del islam, no volvería ya más a tener un papel político relevante. Podría decirse que la que luego fue pujante civilización islámica clásica, urbana y cosmopolita, dio la espalda al mundo árido y beduinizado de las arenas del desierto. Que muchos siglos después, bajo aquellas arenas se descubriera un océano de petróleo, que favoreció la expansión por los confines del mundo de un islam anquilosado y retrógrado, pareciera una venganza de los dioses por ese olvido secular en el que los musulmanes, antiguos y modernos, habían dejado caer al territorio que, desde 1932, es conocido como Arabia Saudí. Uno de los tópicos más recurrentes aplicados al islam es que el islam ha sido y ha de ser la imbricación esencial entre religión, estado y mundo. Con tal idea se intenta no solo explicar la historia del islam clásico, sino combatir toda pretensión de establecer gobiernos basados en otra cosa distinta de la ley religiosa, a la par que negar la mera posibilidad de concebir el laicismo en sociedades contemporáneas islámicas o no islámicas. La importancia de la fe religiosa en la primera expansión del islam es indudable, como lo es la centralidad del Corán en la génesis y desarrollo del saber humanista clásico. Es cierto también que los califas de las dinastías (omeyas orientales, andalusíes, abbasíes, fatimíes, otomanos) gobernaron en nombre del islam y que muchas de las revueltas que se produjeron contra ellos se revistieron de disenso religioso. Sin embargo, ni con los omeyas ni con ninguna de las demás dinastías, el poder político llegó a solaparse con la autoridad religiosa. Siempre hubo autoridades secundarias a las que los gobernantes tuvieron que atraerse o, por el contrario, controlar y combatir, para mantenerse en el poder. El estamento más relevante fue el de los ulemas, o sabios versados en las ciencias religiosas. Tras la azarosa aventura de la revelación y de la fijación escrita del Corán, pronto se vio que el texto sagrado no podía responder a todas las preguntas que se le planteaban a una comunidad en expansión y con diversidad étnica y cultural. Muchas de esas preguntas no eran meras especulaciones teóricas, sino que implicaban la toma de decisiones prácticas. Los sabios musulmanes se dedicaron entonces a la elaboración de tratados jurídicos que fueron aplicados en los diversos territorios de la umma islámica. Ese material legal es lo que se conoce como sharía y se considera obra humana y no dogma religioso. Son los más puristas de todos los musulmanes y los más igualitaristas. Hoy el jariyismo es la doctrina del sultanato de Omán y hay comunidades de jariyíes en varias localidades del desierto argelino, en la isla tunecina de Yerba y en Zanzíbar. La labor de los ulemas fue de una notable complejidad y para ello recurrieron a varios procedimientos, el más fértil, el denominado ichtihad (esfuerzo interpretativo) que otorgaba una amplia discrecionalidad a la hora de ampliar doctrina. Frente a los literalistas, que solo consideraban lícito o ilícito lo sancionado como tal en el Corán o en los hadices (compilación escrita de los dichos y hechos del profeta) a los que exigían un consenso amplio de expertos para pronunciarse, o a los comparatistas que necesitaban de la existencia de un hecho análogo previo con el que confrontar el nuevo, frente a todos ellos, quienes practicaban el ichtihad actuaban más libres considerando que era la ley la que debía adaptarse a los tiempos y no al contrario. Sus obras contribuyeron a dotar al pensamiento islámico medieval de su mayores cotas de dinamismo cultural y crearon un clima de apertura intelectual en el que florecieron asimismo las ciencias (la cirugía, la óptica, las matemáticas, la agricultura) y la falsafa o filosofía islámica nutrida de las obras griegas que comenzaron a traducirse al árabe a partir del siglo 9. Averroes sería el último gran filósofo del mundo islámico clásico. Tal cúmulo de obras jurídicas producidas a lo largo de siglos, deja sin sentido el intento de quien con solo frecuentar el Corán quiere saber qué significa para el islam el velo femenino, cómo se ha de tratar a los otros creyentes o cuándo es lícito declarar la guerra santa, por mencionar tres cuestiones muy debatidas en la actualidad. Porque, incluso en las ocasiones en las que el Corán se pronuncia con más o menos claridad al respecto, es lo contenido en los tratados posteriores o las opiniones de quien ahora mismo asesore a dirigentes políticos o a algún iluminado autoproclamado califa lo que nos informará mejor sobre cómo una sociedad islámica concreta, en un tiempo específico, se comportaba o se comporta. La recuperación del ichtihad, procedimiento que había quedado apartado del pensamiento jurídico desde que el islam iniciara su lento y prolongado declive a partir del siglo 13, fue una de las aportaciones más significativas del llamado reformismo islámico. Esta corriente, surgida en Egipto a mediados del siglo 19, pretendía dar una respuesta endógena a los muchos problemas que tenía el mundo. Se trataba de producir un pensamiento religioso que, releyendo el Corán para confrontarlo con las realidades del presente, respondiera de manera práctica a los retos de la modernidad. Pero todo ello sucedía en un tiempo en que surgían nuevas ideologías (liberalismo, nacionalismo, feminismo, evolucionismo, materialismo) que mostraron más efectividad ante los requerimientos de la modernidad. El conflicto entre estas nuevas formas de pensamiento y el islam fue inevitable. La opinión emitida por estos jurisconsultos es lo que se conoce como fetua. En la Sunna es un mero dictamen que el juez, el califa, o cualquier otro gobernante puede tomar o desechar. La infalibilidad de la que goza el imán en la chía hace sus disposiciones indiscutibles e irrevocables. El reformismo islámico fue una corriente de pensamiento que, a pesar de sus elementos renovadores (defensa de la mejora del estatus de la mujer, aceptación del establecimiento de la banca moderna), no consiguió dar los frutos esperados. El mundo araboislámico fue creando unas estructuras políticas, jurídicas y culturales en las que el islam no fue el referente principal. Sin embargo, los estados nacidos a partir de 1950 no quisieron prescindir de la religión, sino utilizarla. Con el reformismo agotado y unos estados represores de ideologías laicistas y también de las religiosas poco afines a sus políticas, las ocasiones en que el islam ha ido resurgiendo lo ha hecho desde posiciones retrógradas, antimodernas e incluso violentas. Son los Hermanos Musulmanes, el petroislam patrocinado y difundido desde Arabia Saudí, o de partidos como Hezbolá o Hamás. Los casos de Al-Qaeda o Isis no serían más que el último y dramático eslabón de esta cadena. Y, sin embargo, nada niega la existencia hoy mismo de pensadores laicistas o que aun en la estela de aquel antiguo reformismo islámico, tratan de reestudiar el Corán y reevaluar la tradición para intentar que el islam deje de estar secuestrado por intolerantes, pretendidos dueños absolutos de su mensaje, o manipulado por gobernantes que, a falta de procedimientos democráticos, buscan y siempre encuentran en la religión una aleya, una idea, un hecho o dicho del profeta, que les permite continuar en el poder y hacer y deshacer. La cuestión no es, pues, abogar por luteros en el mundo islámico, sino entender por qué los intentos renovadores del islam que podrían derivar en un laicismo, no son fuerzas de cambio. La carencia de democracia y la inexistencia de una voz que pudiera poner coto a tanto desmán interpretativo, son dos de las razones que explican esta situación de impasse o de claro retroceso. Ponemos fin con las palabras de un ensayista tunecino residente hasta su muerte en Francia, quien, tras visitar Egipto en 1999 y asistir con un nada disimulado disgusto a la islamización antiecológica (son sus palabras) del país, percibida en las prédicas gritonas de los imanes de las mezquitas, amplificadas sin pudor por los potentes altavoces situados en el exterior o en el rezo público y ostentoso de los hombres (solo ellos) en calles y aeropuertos o en el tapado del rostro y del cuerpo de las mujeres (solo ellas) con el hiyab, concluía: Reanudar la tradición, enriquecerla, renovarla, constituye una de las tareas que ayudarían al islam a liberarse de su bobo literalismo y de su aislamiento devastador, funesto y triste. ¿El individuo islámico era más libre, más abierto, más audaz en la edad media? ¿Qué traumatismo le fue infligido para que haya perdido su memoria y se las ingenie para adaptarse a un destino triste y melancólico? Nieves Paradela Alonso ©


Busque en Wikipedia, la enciclopedia libre, lo que pueda saber de Alianza de Civilizaciones (AdC, Unaoc en inglés), nombre adoptado por la Onu 26 de abril 2007 a propuesta de José Luis Rodríguez Zapatero en la asamblea general, 21 septiembre 2004. Aquella propuesta defendía una alianza entre Occidente y el mundo árabe y musulmán con el fin de combatir el terrorismo internacional por camino que no fuera el militar. Esta idea recupera un diálogo formulado por Mohammad Jatamí, presidente de Irán, en 1998. El programa contiene cooperación antiterrorista, corrección de desigualdades y diálogo cultural. Antes de ser asumido por la Onu, la propuesta consiguió el patrocinio del primer ministro de Turquía, Recep Tayip Erdogan, y de la Liga Árabe. En febrero 2006, la secretaria Usa de Estado, Condoleezza Rice, declaraba su interés en la iniciativa. El Gobierno Usa se incorporó al grupo de amigos de la AdC el 13 de mayo de 2010, bajo la presidencia de Barack Obama, reconociendo la Alianza de las Civilizaciones como una iniciativa que busca el mejor entendimiento entre culturas y pueblos. En España y otros ámbitos, el proyecto de la AdC ha recibido críticas severas por organizaciones y personas. Henry Kamen, historiador británico, afirmó que la AdC era inútil o incluso una farsa puesto que una alianza necesita compartir una serie de conceptos en común, algo que, en su opinión, no sucede entre los occidentales liberales y el mundo islámico: Se supone que la intención no es exportar los decadentes conceptos culturales occidentales, como democracia, derechos de la mujer, libertad de expresión, libertad religiosa o tolerancia sexual. Si Zapatero no tiene intención de profundizar en estos temas, ¿entonces intentará profundizar en conceptos como la dictadura, el control de la prensa y la negación de la libertad sexual?

El 16 de mayo de 1916, París y Londres se dividieron las provincias otomanas de Oriente Medio (Om). Ni el Estado árabe ni la patria judía aparecían en el Acuerdo Sykes-Picot, cuyo trazado creó conflictos aún vivos de fronteras, de legitimidad y de frustración histórica. Durante la 1ªGm Londres utilizó una calculada ambigüedad para ampliar su presencia en Om y en ruta hacia India. En 1915, Lawrence de Arabia, agente de los servicios secretos británicos, y el alto comisario británico en El Cairo, Mac Mahon, prometieron al emir hachemí de La Meca, Hussein (38 descendiente del profeta y guardián de los santos lugares), el reconocimiento de una entidad árabe independiente si se rebelaba contra el Imperio Otomano, aliado de los imperios centrales. Mac Mahon azuzó el resentimiento de Hussein contra Estambul, recordando que el califato no estaba en manos árabes. La revuelta se inició el 5 de junio de 1916 en Hedjaz y tuvo un papel destacado en la campaña del general británico Edmund Allenby y en la ocupación de Bagdad (1917) y Damasco (1918). En noviembre del 17, el canciller británico, Arthur James Balfour, comunicaba a la comunidad sionista de Londres que el gobierno de su majestad contemplaba el establecimiento de una patria nacional para el pueblo judío en Palestina. Un mes después, Allenby entraba en Jerusalén y, al año siguiente, una ofensiva franco británica ocupaba el litoral de Palestina. Sin embargo, entre noviembre del 15 y marzo del 16 británicos y franceses mantuvieron reuniones secretas para repartirse las provincias otomanas de Om. El diputado conservador británico Mark Sykes y el excónsul francés en Beirut Charles François Georges-Picot trazaron sobre un mapa una línea que unía Acre (Palestina) y Kirkuk (Irak): el norte sería para Francia; el sur, para Uk. Entre los antecedentes significativos del conflicto árabe israelí, sobresalen: a) La fundación de la Organización Sionista Mundial liderada por Theodor Herzl (Basilea, 1897). b) Las promesas británicas a los árabes por su colaboración durante la 1ªGm, a través de su agente Lawrence de Arabia, para un Estado árabe unido que comprendería todo Om. c) La declaratoria del primer ministro británico Arthur James Balfour en la que compromete el apoyo de su país para la creación de un hogar nacional judío en Palestina (noviembre de 1917).


apéndice de llave inglesa

llave inglesa: llave de cabeza regulable para apretar o aflojar. llave: latín clavis. 10. En ciertas clases de lucha, lance que consiste en hacer presa en el cuerpo del adversario, o en alguna parte de él, para inmovilizarlo o derribarlo. Sinónimo: presa.


Una mañana de abril de 1920, Francia y Uk arrancaron una conferencia en San Remo, población de la Riviera italiana, cuyo objetivo era oficializar el reparto del Oriente otomano. París se quedaría con Líbano y Siria, mientras que Londres tomaría el control de Irak y Palestina. Esta repartición se había pactado cuatro años antes en una reunión secreta en la que, con el consentimiento de Rusia, el francés François Georges-Picot y el británico Mark Sykes negociaron el ahora famoso y entonces secreto Acuerdo Sykes-Picot. Durante muchos años Francia y Uk tomaron decisiones que acabaron creando estados sin naciones, por dos aristócratas que creían que el Om estaría mejor bajo el dominio europeo. Los árabes ignoraron por muchos años que París y Londres estaban maquinando un tratado que enterraba la promesa que los británicos les habían hecho de que si se rebelaban contra los otomanos, la caída de ese Imperio los volvería libres e independientes bajo la Liga de Naciones que antecedió a la Onu. Los británicos ayudaron a los árabes en la región a rebelarse en contra del dominio otomano, prometiendo a los árabes Palestina y a los franceses que iban a dividir algunos de los territorios con ellos y luego está la promesa que hicieron con la Declaración Balfour. Pero en la Conferencia de San Remo, el entonces primer ministro británico David Lloyd George, el exjefe de gobierno de Francia Alexandre Millerand, el premier italiano Francesco Nitti y el embajador japonés Keishirō Matsui coincidieron en que no toda la región estaba preparada para la independencia. En San Remo los conversaciones se centraron en los mandatos de los territorios que ya se habían repartido Francia y Uk. En particular, hubo un debate muy largo sobre Palestina y la Declaración Balfour. Firmada el 2 de noviembre de 1917, en plena 1ªGm, la Declaración Balfour fue un documento en el que el gobierno británico le prometió al pueblo judío un hogar en la región de Palestina. La Declaración Balfour, las 67 palabras que cambiaron la historia de Om. Los británicos y los franceses tenían previsto dividir la región del Levante, también conocida como Levante mediterráneo, de manera sectaria. Líbano fue concebido como un refugio para los cristianos maronitas y los drusos. Palestina albergaría una comunidad judía considerable, mientras que el valle de la Becá, cerca de la frontera entre Líbano y Siria, sería para los musulmanes chiitas y Siria para los musulmanes sunitas. Si bien la geografía ayudaba a justificar en parte esas líneas, la mayoría de los expertos coinciden en que las fronteras se hicieron con un lápiz y una regla, sin un mayor conocimiento de la región, y en que los trazados ideados por franceses y británicos no respondían a distinciones sectarias, tribales o étnicas sobre el terreno. En la Conferencia de San Remo los franceses apoyaban la inclusión de la Declaración Balfour en el mandato, pero también querían que se les garantizaran los derechos políticos de los habitantes de Palestina. Hubo dudas sobre si habría un mandato único británico o una zona controlada por Usa, pero luego de meses de discusiones diplomáticas, los británicos aceptaron incluir a los franceses en la reorganización del territorio porque se dieron cuenta de que no tenían los medios económicos para controlar todo Om. Los Usa se retiraron de las negociaciones luego de que su senado rechazara el Tratado de Versalles, que marcó el fin de la 1ªGm. En la conferencia también se habló de Armenia y de cómo podrían ser sus fronteras (Usa había rechazado la creación de un mandato para Armenia), así como de la posibilidad de un estado kurdo y de manera general del destino y el traspaso de ciertos territorios por parte del Imperio Otomano. Con el Tratado de Sèvres, firmado cuatro meses más tarde, en agosto de 1920, los otomanos cedieron las zonas acordadas, aceptando los mandatos británicos y franceses. Ese fue un paso más hacia la creación de Turquía, que se concretaría tres años después. El Acuerdo Sykes-Picot planeaba dividir Om en estados independientes, sujetos a los consejos de Londres y París, y establecer áreas de control en Irak. Sykes y Picot no consideraron diferencias étnicas, religiosas, lingüísticas o culturales, sentando así las bases para los actuales conflictos. Pero este plan fue abandonado con el surgimiento en 1919 de la idea de crear mandatos. En San Remo, las potencias coloniales se basaron en tres principios para definir las líneas fronterizas. El primero defendía un vínculo entre Palestina y la Biblia, por eso Lloyd George utilizó el Atlas de la geografía histórica de Tierra Santa, publicado en 1915 por el reverendo escocés George Adam Smith. Un segundo principio era que los franceses no querían que su mandato tuviera colonias judías. Así fue como el pequeño territorio entre Siria y Líbano, llamado Galilea, terminó siendo incluido en el mandato británico de Palestina y no en el francés de Siria, porque había asentamientos judíos allí. Y por último, Uk quería que existiera una continuidad territorial entre sus mandatos de Palestina e Irak. De esa manera se explica la especie de corredor que va desde Jordania hasta Irak, lo que hace que Siria no tenga una frontera común con Arabia Saudita. La imagen es que franceses e ingleses trazaron el mapa y los árabes lo colorearon. Por eso las fronteras que se establecieron en los años 20 ejemplifican las maldades de Occidente, pero nadie las ha cuestionado y los locales las adoptaron bastante rápido. Ya en la década de 1930, un sirio nacido en Irak era tratado como un extranjero. Y cuando los refugiados palestinos llegaron a Siria, Líbano o Jordania en 1948, también se les tomaba como extranjeros. Esto muestra que apenas un cuarto de siglo después de la definición de fronteras, estas existen y se interiorizaron. También se celebró en San Remo una segunda conferencia sobre el reparto de recursos petroleros. Al oficializar los mandatos, franceses y británicos culminaron sus charlas sobre el destino del oro negro que habían comenzado a negociar a principios de 1919. Con la retirada de los británicos del territorio palestino, los judíos proclamaron el Estado de Israel (14 de mayo de 1948), la tensión pasó de local a regional. Para los palestinos, comenzó la Nakba, la destrucción o catástrofe. Al mismo tiempo, los gobiernos árabes de Egipto, Irak, Jordania, Siria, Líbano y Arabia Saudita declararon la guerra a Israel y desataron un ataque militar conjunto contra el nuevo Estado. Soldados hebreos tomaron la parte vieja de Jerusalén, de Galilea y del desierto del Neguev. Numerosos palestinos fueron desplazados de sus tierras y tuvieron que refugiarse en Jordania, Líbano o Siria. En enero 1949 se firmó un armisticio. La segunda guerra árabe israelí se desencadenó cuando el presidente egipcio Nasser ordenó la nacionalización del canal de Suez en 1956. Las tropas israelíes se vieron obligadas a retirarse de los territorios ocupados, pero Israel consiguió una salida al mar Rojo. La guerra de los Seis Días, tercera guerra árabe israelí (1967). El presidente egipcio Nasser exigió la retirada de los cascos azules de la Onu que, desde la crisis de Suez, acampaban en el desierto del Sinaí. Nasser reemplazó las fuerzas de la Onu por soldados egipcios y cortó el acceso de Israel al mar Rojo. Siria concentró sus tropas en la frontera con Israel. El ejército hebreo se adelantó a un previsible ataque árabe y, sin previo aviso, destruyó casi todos los aparatos de la fuerza aérea enemiga cuando se encontraban estacionados en pistas y hangares de sus propias bases árabes. En solo seis días, los israelíes se apoderaron de toda Jerusalén y de Cisjordania (de Jordania), de la meseta del Golán (de Siria) y de la franja de Gaza y península del Sinaí (de Egipto). La guerra del Yom Kippur, cuarta guerra árabe israelí (1973). El 6 de octubre de 1973, mientras los judíos estaban en una de sus fiestas más señaladas, una coalición de países árabes lanzó un ataque militar por sorpresa contra Israel, pero el ejército israelí tomó la iniciativa. Por el norte, los judíos rebasaron los altos del Golán, y por el sur llegaron hasta el canal de Suez. La guerra del Líbano, quinta guerra árabe israelí (1982). Muchos de los palestinos desplazados a consecuencia de las guerras árabe israelíes se habían refugiado en Líbano, que fue donde la Organización para la Liberación de Palestina (Olp) y su jefe Yasser Arafat montaron su cuartel general para preparar los ataques contra territorio judío. El ejército israelí, en colaboración con los cristianos maronitas libaneses, ocupó en 1982 las principales ciudades libanesas (incluida la capital Beirut) y logró expulsar a Arafat y los suyos, que trasladaron la Olp a Túnez. Las fuerzas israelíes se retiraron y fueron sustituidas por cascos azules de la Onu proporcionados por Francia, Usa e Italia. Al año siguiente (1983), un ataque suicida por integristas musulmanes causó la muerte de 200 soldados usa y de 40 franceses. Ambos países ordenaron entonces la retirada de sus tropas de Líbano. La guerra civil libanesa entre cristianos y musulmanes continuó hasta 1991, fecha en la que el presidente libanés, Hrawi, y el sirio, Assad, firmaron un acuerdo de cooperación en virtud del cual se permitió la entrada de las tropas sirias en el territorio libanés. Desde entonces, Líbano ha quedado convertido en una dependencia siria. Como medida de autodefensa, el gobierno de Israel ordenó la ocupación militar del sur de Líbano y financió la creación de una milicia libanesa de mayoría cristiana y aliada de los judíos. Presiones internacionales y la escasa eficacia de los milicianos cristianos libaneses empujaron a Israel a retirar sus tropas de Líbano en la 1ª mitad del año 2000.

Desde 1948, árabes y judíos se habían enfrentado en varias guerras, pero el conflicto por la ocupación israelí de los territorios palestinos seguía abierto a finales del siglo 20. Así, en 1987, las fuerzas del ejército y la policía israelí luchaban contra la violenta resistencia de cientos de jóvenes y adolescentes palestinos que defendían, en las calles y a pedradas, los derechos de su pueblo. Esta revuelta popular palestina, que recibió el nombre de Intifada y dejó un saldo de más de 2 mil muertos, 80 mil heridos graves y casi 70 mil detenidos, coincidió con una oleada de atentados terroristas dirigidos contra la población civil de Israel en restaurantes, centros comerciales y transportes públicos que provocó más de 1.500 muertos y miles de heridos. La posibilidad de encontrar un final al prolongado conflicto entre la comunidad palestina y el Estado de Israel comenzó en la Conferencia de Madrid de 1991, cuando el gobierno israelí reconoció el derecho a la autodeterminación del pueblo palestino. En 1993, se alcanzó un acuerdo de paz firmado en Washington por el primer ministro israelí Isaac Rabin (un antiguo general del ejército) y por Yasir Arafat, líder de la Olp, que hasta entonces había sido considerada organización terrorista. Las negociaciones entre los enemigos irreconciliables se culminaron gracias a la mediación de la Onu y a la presión del presidente norteamericano Bill Clinton sobre dirigentes israelíes. Según el acuerdo suscrito, el gobierno israelí aceptaba el principio de paz a cambio de la entrega de tierras y se comprometía a retirar sus soldados de los territorios de Gaza y Cisjordania, donde vivían 120 mil colonos judíos y 2,3 millones de palestinos, que habían sido ocupados por el ejército israelí durante la guerra de 1967. Además, los israelíes aceptaron la creación de un gobierno autónomo palestino en los territorios devueltos, que sería el primer paso hacia el establecimiento de un futuro Estado palestino. No obstante, Israel se reservó el derecho a seguir conservando la ciudad de Jerusalén. Los palestinos se comprometieron a abandonar la lucha armada y reconocieron el derecho a la existencia del Estado de Israel, algo que todos los árabes se habían negado a aceptar desde 1948, cuando se propusieron arrojar a los judíos al mar. Sin embargo, tanto los radicales islámicos palestinos del grupo Hamás como los extremistas judíos se opusieron a este proceso de paz, por lo que continuaron repitiéndose los actos de violencia y los atentados terroristas, como el asesinato en 1995 de Isaac Rabin por un fanático hebreo ultraortodoxo. Entre 1996 y 1999, el gobierno israelí presidido por el líder del partido derechista Likud, Benjamín Netanyahu, paralizó la aplicación del contenido de los acuerdos, pero tras las elecciones de mayo de 1999, el nuevo jefe de gobierno israelí, Ehud Barak, ordenó la liberación de 200 presos palestinos y la cesión de más territorios cisjordanos a la Autoridad Nacional Palestina de Yasir Arafat. En 2001, los representantes de la Onu, Usa, Rusia y la Ue elaboraron un plan conocido como Hoja de Ruta, que se proponía acabar con todos los actos violentos (Intifada, atentados terroristas palestinos y ataques militares israelíes) para crear un clima de confianza y colaboración entre ambas partes que permitiera reactivar el proceso de paz. Asimismo, la Hoja de Ruta preveía la creación de un Estado palestino con su propia constitución y unas fronteras seguras y reconocidas. Los grupos palestinos más extremistas, con el apoyo de Irán y Siria, continuaron animando a la Intifada con nuevos actos indiscriminados contra civiles israelíes y lanzando cientos de misiles desde Gaza contra ciudades en territorio hebreo. Por su parte, el ejército israelí respondió destruyendo las viviendas de los familiares de los terroristas palestinos, planificando asesinatos selectivos contra líderes de Hamás e irrumpiendo con sus tanques en los territorios administrados por la Autoridad Nacional Palestina. Las complicaciones aumentaron durante la primavera de 2007 al estallar una violenta guerra civil entre grupos palestinos rivales, de manera que los fundamentalistas de Hamás se apoderaron de la región de Gaza tras expulsar al grupo moderado Al Fatah integrado en la Olp, que solo logró mantener bajo su control el territorio de Cisjordania. El 7 de octubre de 2023, mientras los israelíes festejaban la fiesta de Simjat Torá y los judíos que viven en el extranjero celebraban el último día de la fiesta de Sucot, grupos armados de militantes palestinos, de Hamás y de la Yihad Islámica Palestina, lanzaron un ataque contra Israel desde la Franja de Gaza con una andanada de cohetes y un ataque de comandos en camiones, motocicletas y parapentes motorizados. El ataque, Operación Inundación de Al-Aqsa, tomó a Israel por sorpresa pese a ocurrir al día siguiente al 50 aniversario de la guerra de Yom Kipur. Israel respondió con una represalia Operación Espadas de Hierro, con bombardeos y una posterior invasión de la Franja de Gaza.

El Imperio turco otomano (1299-1922), con Constantinopla como capital y del islam suní, poseía 29 provincias, además de Moldavia, Transilvania, Valaquia y Crimea, como estados vasallos. Limitaba al oeste con Marruecos, al este con Persia, al norte con el Zarato ruso, la Monarquía de los Habsburgo y la Mancomunidad de Polonia Lituania, y al sur con Sudán, Eritrea, Somalia y el Emirato de Diriyah (Arabia). El Imperio turco otomano estuvo entre Oriente y Occidente durante seis siglos. En su decadencia se unió a Alemania y Austria Hungría en la 1ªGm, en la que serían derrotados por el Imperio Británico, Francia y Usa. Tras el colapso del Imperio turco otomano, viene la República [secular] de Turquía, con Mustafá Kemal Atatürk.

Durante la 1ªGm, los británicos incitaron la rebelión panárabe para escindir a los otomanos. Prometieron la creación de un reino árabe unificado que incluiría Irak, Siria, Líbano, Jordania y Palestina. Sin embargo, en los Tratados Sykes-Picot de 1916, Inglaterra y Francia se repartieron en secreto la región: Francia se quedaba con Siria y Líbano, e Inglaterra con el resto. Un año más tarde, en 1917, proclamaron la Declaración Balfour del gobierno británico (canciller Arthur James Balfour) con la anuencia del gobierno francés hacia un Estado de Israel. Sykes-Picot: la línea en la arena que durante un siglo ha marcado Om. Tras más de un siglo del reparto de esferas de influencia entre Londres y París acordado en 1916, se renueva el debate sobre la artificialidad de un Om compuesto por tribus con banderas confinadas en un mapa que cada vez tiene menos sentido.

El 16 de mayo de 1916, Uk y Francia trazaron una línea en la arena que durante un siglo ha determinado el mapa de Om, ahora más cuestionado que nunca. Conocido como el pacto Sykes-Picot, aquel acuerdo secreto con participación de Rusia aspiraba a establecer esferas de influencia, repartirse toda la región y capitalizar el gran vacío de poder planteado por el previsible colapso del Imperio Otomano tras su derrota en la 1ªGm. En retrospectiva, los nuevos Estados formulados a partir del gran poder califal turco, con arbitrarias fronteras dibujadas frecuentemente con sospechosas líneas rectas, han demostrado con creces su naturaleza artificial y crónica incapacidad para generar vertebrados proyectos nacionales. Con un balance que se inclina hacia lo inviable y una proliferación de conflictos sectarios, más allá de la brutal cohesión facilitada por regímenes dictatoriales. Algunas de las partes más agraviadas que en la parisina conferencia de paz de 1919 no encontraron satisfacción para sus aspiraciones nacionales, como los kurdos, han renovado su impulso para repensar los parámetros colonialistas formulados hace un siglo. Mientras que, en la práctica, el Estado Islámico se ha dedicado a dibujar su propio mapa dentro de Irak y Siria en torno a su autoproclamado califato. Al cumplirse cien años de Sykes-Picot, la cuestión inevitable es si Om no es más que un grupo de tribus con banderas confinadas en el ocaso de una línea sobre la arena cada vez con menos sentido. A y B. El mapa original del pacto Sykes-Picot es de una simpleza pasmosa para todas las consecuencias que ha tenido. Con una sobredosis de líneas rectas, todo el territorio controlado por el imperio otomano en Om fue repartido básicamente en dos zonas, directamente identificadas como A y B, con una línea divisoria que abarcaba desde Kirkuk, en Irak, hasta Haifa, en la actual Israel. La primera parte (Siria, Líbano y el norte de Irak) quedaba bajo la influencia de Francia y la segunda (el sur de Irak, Kuwait, Transjordania y Palestina), dentro de la responsabilidad de Uk. Rusia, al que se ofreció una parte de Turquía como incentivo para continuar luchando en la Gran Guerra contra Alemania, quedaría fuera del reparto tras la revolución bolchevique. Incluso para la disputada Tierra Santa, Sykes-Picot anticipaba como solución un sistema de administración internacional. En última instancia, todo este alarde de cartografía colonialista fue negociado en plena 1ªGm para repartirse los territorios controlados con más o menos negligencia desde el siglo 16 por el Imperio Otomano. Los gestores de esta interesada partición, oficialmente conocida como el Acuerdo de Asia Menor, fueron el francés François Marie Denis Georges-Picot y el británico Mark Sykes. Los dos negociadores tenían bastante en común. Eran aristócratas, veteranos de la administración colonial de sus respectivos imperios, conocedores de la región y estaban convencidos de que el futuro de Om sería bastante mejor bajo la interesada tutela de Londres y París. Sykes, a los 39 años, sucumbió en París a la gran epidemia de gripe de 1919, sin ver los resultados de su plan. Picot, tío abuelo del presidente Valery Giscard d’Estaing, murió también en París pero en 1951, a la provecta edad de 80 años. El acuerdo Sykes-Picot fue negociado en secreto y sin ninguna participación árabe. Para Londres, siempre en defensa de sus enormes intereses coloniales, la zona resultaba especialmente deseable no solo por su naciente producción petrolífera sino también como parte de los esfuerzos para asegurarse rutas terrestres y marítimas con la India. Nada nuevo ya que garantizarse el dominio de la India y defender esa gran joya colonial había monopolizado una buena parte de la política exterior británica durante el siglo 19. Para Francia, el acuerdo suponía proteger sus crecientes relaciones comerciales con los grandes puertos de Beirut, Sidón y Tiro. Desde el punto de vista árabe, Sykes-Picot supuso el comienzo de una sucesión de traiciones e injerencias occidentales. Y también la génesis de toda clase de fervientes movimientos de vindicación nacionalista cuyo primer objetivo no será instaurar gobiernos democráticos sino acabar con la influencia colonial y los sistemas políticos impuestos desde fuera. De hecho, esa mezcla alternativa de nacionalismo y militarismo habría terminado por convertirse en la fuerza política dominante en la región desde mediados del siglo 20 hasta las primaveras árabes del 2011. La existencia de Sykes-Picot no fue conocida hasta un año después de su firma, gracias a la revolución bolchevique. Ya que el Imperio zarista había dado su aquiescencia al reparto franco británico con el incentivo de recibir una parte de la interesada partición del Imperio Otomano, con la revolución, Rusia quedó excluida del reparto de todo ese botín que para Moscú suponía satisfacer sus recurrentes ambiciones turcas y extender su control sobre Estambul, los estrechos y Armenia. Leon Trotsky filtró a diversos periódicos la exclusiva de Sykes-Picot en noviembre de 1917. De esta manera, aspiraba a desacreditar la perfidia de los poderes de la Triple Entente y denunciar sus ambiciones imperiales. A las tres semanas de presentarse la Declaración Balfour con el compromiso británico para crear una patria judía en Palestina, Leon Trotsky filtró a diversos periódicos la exclusiva de Sykes-Picot en noviembre de 1917. El soviético comisario de Asuntos Exteriores, de esta manera, aspiraba a desacreditar la perfidia de los poderes de la Triple Entente y denunciar sus ambiciones imperiales sobre el resto del mundo. El mapa de la Royal Geographical Society que acompañaba el acuerdo dejaba en evidencia el impúdico descaro de todo ese reparto. Durante el consiguiente escándalo internacional, especialmente los británicos quedaron en evidencia, la desconfianza entre árabes y sionistas se multiplicó y los turcos, encantados. Desde Uk, el acuerdo Sykes-Picot supuso el incumplimiento de las promesas de reconocimiento e independencia formuladas a los árabes a cambio de rebelarse en la retaguardia del Imperio Otomano. Una insurgencia promovida con dinero, algunas armas y la figura decisiva de Thomas Edward Lawrence, más conocido como Lawrence de Arabia. En una célebre escena de la famosa película de 1962, Husayn ibn Ali, jerife de La Meca, reconoce a Lawrence su capacidad para mentir con mucha más persuasión que otros oficiales británicos porque es casi un árabe. Con bastante ironía histórica, el clásico libro de T. E. Lawrence Seven Pillars of Wisdom resucitó en 2003, al convertirse casi en lectura obligada para el Pentágono después de la invasión de Irak. Con especial atención a sus reflexiones sobre cómo derrotar con guerrillas insurgentes a las fuerzas militares del Imperio Otomano durante la campaña librada entre 1916 y 1918. El militar británico explicaba que los ejércitos regulares son como plantas, inmóviles, firmemente enraizadas, alimentadas por largos tallos hasta la cabeza. En contraste, las fuerzas insurgentes actúan como una especie de vapor letal, que libran batallas de minutos y se caracterizan por su velocidad y resistencia, ubicuidad e independencia de las arterias de suministro. A su juicio, para los militares turcos enfrentados en un clásico conflicto asimétrico contra la creciente rebelión árabe la guerra fue sucia y lenta, como comer sopa con un cuchillo. El gran problema de las fronteras dibujadas a partir del pacto Sykes-Picot, con su cómoda pero artificial tendencia hacia la línea recta, es que no se correspondían con realidades de población homogénea (un Líbano para cristianos, una Palestina con una considerable población judía, un valle de la Beká para chiíes, y Siria para los suníes). Pero el resultado final fueron nuevos países con vocación de cajón de sastre, que no se corresponden a distinciones religiosas, tribales o étnicas. Y que en la práctica agruparon con calzador a diversas comunidades que desde el final de las Cruzadas hasta el colonialismo europeo del siglo 19 habían vivido separadas. Con todo, estas diferencias más bien irreconciliables quedaron relegadas en cierta manera por la lucha anticolonial y el nacionalismo, que sobre todo con Nasser en Egipto plantearon la visión de un mundo árabe unido capaz de eclipsar profundas diferencias sociodemográficas. Entre 1980 y 90, Hafez Al Assad, Sadam Husein y Gadafi terminaron actuando como factores de cohesión. Pero desde las revoluciones del 2011 y la disrupción del Estado Islámico, todas esas divisiones, enfrentamientos y frustraciones han salido a la palestra. Tras la destrucción de múltiples imperios como consecuencia de la 1ªGm, y bajo la presión del presidente Wilson de Usa, defensor del principio de autodeterminación para solucionar el nuevo puzle internacional planteado tras la Guerra, Francia y Uk tuvieron que limitar sus ambiciones. Y las dos potencias coloniales optaron por ejercer un sistema de esferas de influencia y establecer gobiernos indígenas y administraciones afines. Aunque el arreglo acordado por Sykes y Picot no comprendía el norte de África, el amigable empeño de repartirse esferas de influencia entre las dos metrópolis hegemónicas terminó extendiéndose también hacia esa zona. Con Egipto bajo control británico y la región del Magreb dominada por los franceses. En su esfuerzo por ejercer poder indirectamente, los británicos, por ejemplo, instalaron dos hijos de su principal aliado árabe en los nuevos tronos de Jordania e Irak, pero reservando la mayor parte de las responsabilidades ejecutivas para el gobierno de Su Graciosa Majestad. A pesar de no seguir un modelo tradicional de colonización, la mayoría de los territorios afectados por el pacto Sykes-Picot no alcanzaron su total y efectiva independencia hasta después de la 2ªGm. Desde entonces, el nacionalismo árabe ha venido insistiendo en que todo ese entramado colonial no fue más que un esfuerzo deliberado para mantener a la región dividida y debilitada, incapaz de recrear la grandeza, sofisticación y esplendor en comparación a Occidente que los árabes alcanzaron durante la edad media. En retrospectiva, el sistema impuesto por Sykes-Picot no habría hecho más que complicar el fracaso colectivo árabe a la hora de forjar una identidad propia entre el nacionalismo secular y el islamismo. Una crisis de identidad complicada por desigualdades abismales y dificultades, a menudo insalvables, a la hora de lograr una necesaria modernización política y económica. En general, la mayoría de los países afectados por Sykes-Picot han sido incapaces de formular verdaderos proyectos nacionales para solventar su cúmulo de contradicciones internas. Y sus problemas no han hecho más que multiplicarse. Ya que entre los principales detonantes de la actual crisis estaría la explosión demográfica registrada por el mundo árabe durante las últimas cuatro décadas. Con una población duplicada que supera los 330 millones de personas, de los cuales dos tercios tienen menos de 35 años. A todos estos problemas habría que sumar la espiral de enfrentamientos dentro del cisma religioso entre chiís y suníes que arrastra el islam desde el siglo 7 por el conflicto en torno a la sucesión del profeta Mahoma. Un problema sectario complicado con el pulso que en múltiples frentes mantienen Arabia Saudí e Irán por la hegemonía en Om. El penúltimo protagonista en esta saga tan disfuncional sería el Estado Islámico, empeñado en redibujar el mapa de Om a partir de sus victorias en Irak y Siria. Esta organización terrorista, a pesar de sus derrotas gracias a la intervención internacional, planteó desde un principio la prioridad de revertir Sykes-Picot por la vía del control territorial y la construcción de su propia entidad estatal. Su máximo líder, Abu Bakr al-Bagdadi, en el discurso pronunciado al presentarse por primera vez en público en julio de 2014 en la Gran Mezquita de Mosul, ya insistió en que este bendecido avance no se detendrá hasta que no clavemos el último clavo en el ataúd de la conspiración Sykes-Picot. En el famoso video de propagada yihadista divulgado en inglés con el título End of Sykes-Picot, los milicianos del Estado Islámico ya advertían claramente que la frontera entre Siria e Irak no era la única que aspiraban a redibujar en su ambición por crear un califato regional, siguiendo la inspiración de los últimos cuatro siglos del Imperio Otomano y la ortodoxia suní. Por lo menos desde el verano de 2014, Usa viene reconociendo de forma tácita, y a veces explícita, el agotamiento del mapa planteado por Sykes-Picot. En declaraciones al New York Times, el presidente Obama explicó que lo que estamos viendo en Om y partes del norte de África es el desplome de un orden que se remonta a la 1ªGm. Incluso como parte de una forzada búsqueda de alternativas por parte de la Casa Blanca, algunos analistas de política internacional destacan el distanciamiento protagonizado por la Administración Obama con sus dos principales aliados en la región: Arabia Saudí e Israel. La guerra civil en Siria, acompañada por la pasividad de Washington y la oportunista intervención de Putin a favor del régimen de Damasco, también sirvió para multiplicar las especulaciones sobre hasta qué punto Rusia y Usa podrían reformular un nuevo orden en la región pese a mantener posiciones que solo coinciden en combatir la amenaza del Estado Islámico. En una parte del mundo acostumbrada a pensar en términos de conspiraciones y decisiones teledirigidas, se empieza a hablar como alternativa a Sykes-Picot de un acuerdo Kerry-Lavrov que de forma delirante empezaría con una supuesta partición de Siria. El mundo árabe, gracias en parte a intervenciones como Sykes-Picot, comparte una popular narrativa dominada por la animosidad de occidente hacia Om en particular y el mundo islámico en general. Este victimismo ahora viene acompañado por la traumática realidad de un Irak fragmentado en tres bandos: una parte suní controlada en buena parte por el Estado Islámico, un proto-Estado kurdo y una zona que se extiende desde la capital Bagdad hacia el sur bajo un régimen chií. Con una similar estructura, tan fragmentada como sectaria, también reproducida en Siria. Todo este sangriento caos contrasta con la ausencia de creíbles esfuerzos para hacer posible un nuevo orden en Om que eventualmente facilite mejor seguridad, gobierno y bienestar económico a sus habitantes. De hecho, el actual conflicto en la región genera comparaciones con la Guerra de los Treinta Años (1618-48) pero sin que se perciba en el horizonte el equivalente a una Paz de Westfalia con un nuevo orden basado en Estados (no dinastías, tribus, imperios o religiones) como piedra angular. Según ha explicado Joost Hiltermann, del International Crisis Group, todas las fronteras en el mundo, cada a su manera, son artificiales. A su juicio, con el tiempo, algunas veces con el paso de mucho tiempo, las contradicciones internas terminan por destruir el orden imperante pero la forma que tendrá un nuevo orden alternativo, o serie de nuevos órdenes, es toda una incógnita. Los kurdos, como parte más agraviada en ese reparto, han renovado sus presiones para encontrar una satisfacción a sus aspiraciones nacionales. De hecho, la posibilidad de una entidad kurda en el este de Anatolia, donde hace un siglo los kurdos eran una mayoría relevante de la población, solo fue vagamente planteada en el posterior Tratado de Sèvres de 1920. Sin embargo, ese compromiso no pudo implementarse por el triunfo del movimiento nacional turco bajo el liderazgo de Mustafa Kemal Atatürk y fue reemplazado por el Tratado de Lausana de 1923, que reconocía la nueva república sin mención alguna para los kurdos. Según recalcaba recientemente su líder Masoud Barzani: Cien años de fracaso son suficientes. Necesitamos buscar nuevas opciones. © 2024 Fundación Análisis de Política Exterior.

El Acuerdo Pykes-Picot fue un pacto secreto entre Francia y Uk, con el consentimiento de la Rusia aún presoviética, para el reparto de las posesiones del Imperio Otomano tras la 1ªGm. Ratificado en mayo de 1916, el acuerdo estipulaba que, pese a las promesas realizadas a los árabes a cambio de su levantamiento contra los turcos, Siria, Irak, Líbano y Palestina se dividirían en áreas administradas por británicos y franceses. Finalmente, en la Conferencia de Paz de París (1919) se optó por un reparto de territorios entre británicos y franceses bajo la forma de mandatos de la Sociedad de Naciones. El acuerdo toma su nombre de sus dos principales negociadores, Mark Sykes, por Uk, y François Georges-Picot, por Francia. Tras una serie de conversaciones que habían comenzado en noviembre de 1915, los términos del pacto fueron detallados en una carta que el embajador francés en Londres, Paul Cambon, envió al ministro de Exteriores británico, Edward Grey, el 9 de mayo de 1916. El pacto fue confirmado unos días después, el 16 de mayo, en la carta con la que Grey contestó a Cambon. El documento final se firmó el 19 de mayo, a lo que siguió un intercambio de notas formales el día 21 de ese mismo mes. Tras el triunfo de la Revolución Rusa, el acuerdo fue divulgado por los bolcheviques el 23 de noviembre de 1917, y publicado asimismo tres días más tarde en el diario británico The Manchester Guardian.

El acuerdo Sykes-Picot: nunca tan pocos hicieron daño a tantos. En 1916, británicos y franceses se repartieron Om con dos lápices. En este arreglo secreto se enraiza más de un siglo de conflictos, caos y odio. El Estado Islámico tiene en su ideario la destrucción de este pacto. La sentencia que da título a este reportaje corresponde al historiador Juan Francisco Cano Elgarresta, que resume así, parafraseando a Winston Churchill, las consecuencias del acuerdo secreto firmado por Uk y Francia en plena 1ªGm. En un pacto a espaldas de todos, las dos potencias decidieron sobre la vida y la muerte de varias generaciones de los pueblos de Om. Y lo hicieron empleando útiles de colegial: sendos lápices de colores. Corría 1916 y la flor de la juventud europea sangraba en la Gran Guerra. Los imperios británico y francés, con la aquiescencia de la Rusia zarista, encargaron a sus representantes Mark Sykes y François George-Picot el diseño de un compromiso mutuo que delimitara sus futuras áreas de influencia sobre los territorios de la entonces llamada Asia Menor. Esta región estaba bajo el control del Imperio Otomano, aliado de las potencias centrales y, por tanto, enemigo jurado de Londres y París. Aquellos anodinos funcionarios no firmaron un tratado, ni rubricaron documento oficial alguno. Simplemente garrapatearon unas líneas sobre un mapa, que atravesaban Om desde Acre (Palestina) hasta Kirkuk (Irak), repartiendo el pastel. Francia pasaría a gestionar lo que hoy es Siria y su influencia encontraría su límite en Mosul, mientras que Uk dominaría Basora y Bagdad y extendería su autoridad hasta Irán. Para Rusia, Armenia y parte del Kurdistán. Y Palestina quedaría sometida a un mandato internacional tan difuso como sus fronteras. Todo ello se decidió sin tener en cuenta el crisol de etnias del área, ni la religión, ni la geografía. Una auténtica barbaridad, condena Elgarresta. El plano, con sus garabatos, fue ratificado por ambos países el 16 de mayo y enviado junto con dos notas por el secretario de Asuntos Exteriores británico, Edward Grey, a su homólogo francés, Paul Cambon. De esta forma tan pedestre traicionaron al pueblo árabe, aliado en la contienda, decidieron el destino de naciones enteras sin su conocimiento y sentaron las bases para un siglo de guerras, caos, odio y miseria. Acabó la guerra y el otomano sultán Mehmed V tuvo que afrontar su desmembramiento y reparto por parte de los vencedores. Sykes-Picot se haría realidad a través de posteriores tratados. La madeja diplomática fue dejando prescindibles por el camino: los italianos, quienes debían recibir el suroeste de Anatolia, se quedaron fuera, lo que contribuyó a crear el clima de rencor que culminaría con el ascenso de Mussolini; y Rusia, ya dominada por los soviets, también fue dejada al margen. Un gesto que Lenin no perdonó. Sin embargo, la más grande de las felonías del acuerdo se cometió contra los árabes. Galvanizados por el agente británico Thomas Lawrence (Lawrence de Arabia) y Faysal, el hijo del Jerife de la Meca, se habían levantado en armas contra el dominio turco durante la Gran Guerra, seducidos por un dorado futuro que nunca llegó. Se les prometió la creación de un gran Estado árabe, la Gran Siria, cuenta Elgarresta, Lawrence de Arabia y Henry McMahon (alto comisario británico en El Cairo) se habían comprometido a ello a cambio de su lucha contra los turcos. Les engañaron. El Tratado de Sèvres (agosto de 1920) dio forma definitiva al avispero de Om. Turquía salvaba la península de Anatolia y Estambul, gracias al indomable Mustafa Kemal Ataturk; Uk obtenía Palestina, Irak y Transjordania (topónimo acuñado por los occidentales); y Francia obtenía Siria, de la que luego escindirá Líbano. Se creaba así un mosaico de estados exprés que aglutinaban a musulmanes chiíes y suníes, kurdos y cristianos, túrquicos y drusos. Al frente de los países recién inventados se colocaron algunos reyes títeres de la familia de los Hachemíes, que estaba llamada a sentarse en el trono del superestado árabe que nunca fue. Abdallah y Faisal, los dos hijos del emir de la Meca, Husaín Ibn Alí, fueron puestos en la poltrona de Transjordania e Irak, respectivamente. Las potencias europeas aplicaron la política del divide y vencerás, imponiendo monarquías ajenas, excepto en el caso de los Al Saud que crearon Arabia Saudí. Se crearon estados artificiales por el interés de las potencias europeas, considerando a los pueblos de la región como menores de edad. Así se creó la dinámica de enfrentamientos que llega hasta nuestros días: Irak, Líbano, el conflicto árabe israelí, fue desastroso. A esta mezcla reactiva solo le faltaba un componente para estallar: el sionismo. En noviembre de 1917, el ministro de Asuntos Exteriores británico, Arthur James Balfour, hizo su célebre declaración, que generó euforia y entusiasmo entre los sionistas de todo el mundo. El gobierno de Su Majestad contempla favorablemente el establecimiento de una patria nacional para el pueblo judío en Palestina. Entendiéndose claramente que no se hará nada que pueda perjudicar los derechos civiles y religiosos de las comunidades no judías existentes en Palestina. Tan nobles intenciones fueron anunciadas en una carta dirigida al líder de la comunidad sionista en Londres, el barón Lionel Walter Rothschild. Sin embargo, el respeto a las comunidades no judías se evaporó en otra carta de Balfour al Gobierno británico fechada en enero de 1919: En Palestina ni siquiera nos proponemos pasar por la formalidad de consultar los deseos de los actuales habitantes del país. Las cuatro grandes potencias están comprometidas con el sionismo, y el sionismo, bueno o malo, correcto o incorrecto, está anclado en antiquísimas tradiciones, en necesidades actuales y en esperanzas futuras de mucha mayor importancia que los deseos o preocupaciones de los 700 mil árabes que ahora habitan esta antigua tierra. Meses después, el tratado de Versalles dio el control de Palestina a Londres, y en 1920 ya había un clima de enfrentamiento abierto entre judíos y árabes. La declaración Balfour, uno de los pilares del sionismo, fue contemporánea a Sykes-Picot y lo complementó en su siniestro diseño de la que quizá sea la región más conflictiva del planeta. Y redundó, de nuevo, en beneficios inmediatos para los imperios occidentales. Las vergüenzas de Uk y Francia quedaron al descubierto cuando Lenin filtró el hasta entonces supersecreto acuerdo Sykes-Picot a los periódicos Izvestia y Pravda y The Manchester Guardian. Los árabes descubrieron que habían sido utilizados consolidándose un resentimiento en toda la región que las décadas venideras no han hecho sino intensificar. Si Lawrence de Arabia hubiera podido cumplir su promesa de un gran imperio árabe, el territorio estaría más cohesionado. No obstante, el proyecto de un Estado unificado nunca fue tomado en serio, por el petróleo. Los occidentales no estaban dispuestos a dejar ese enorme poder energético en manos de una sola familia. La idea de un Estado árabe unido era patrimonio de los Hachemíes y de algunas élites urbanas formadas en occidente. Aunque los británicos no tenían intención de cumplir sus promesas al jerife de la Meca, un gran imperio árabe, desde Siria a Yemen, era y es inviable. El motivo son las grandes diferencias que separan a los distintos pueblos árabes, muy diversos entre sí aunque se les suele tratar de forma monolítica. No solo por Sykes-Picot, sino también por su dominio colonial, Francia y Uk tienen mucha responsabilidad histórica en los conflictos que hoy atenazan Om. Es increíble cómo dos personas y dos lápices han determinado el sufrimiento de tantos millones de seres humanos durante más de 100 años. El historiador replica así a los que piensan que el acuerdo Sykes-Picot es tan solo un vago recuerdo de una época ya superada: Uno de los primeros actos simbólicos del Estado Islámico (EI) fue borrar para siempre las líneas de Sykes-Picot. El califato es un monstruo muy actual, que nos devuelve la responsabilidad por los errores cometidos por británicos y franceses en el pasado. Un pasado cercano cuya vigencia queda demostrada por cada vida que se cobran las balas y las bombas en Jerusalén, Hebrón, Damasco o Bagdad. Jose Sánchez Mendoza ©

De Wikipedia, la enciclopedia libre: El Acuerdo Sykes-Picot, conocido oficialmente como el Acuerdo de Asia Menor, fue un acuerdo secreto entre Uk y Francia para definir Om caso de victoria contra el Imperio Otomano en la 1ªGm. Las negociaciones se desarrollaron entre noviembre de 1915 y marzo de 1916, se firmó el acuerdo el 16 de mayo de 1916, y fue expuesto al público por Izvestia y Pravda el 23 de noviembre de 1917 y por el diario británico The Manchester Guardian el 26 de noviembre de 1917. Se considera que el acuerdo dio forma a la región. Se definieron las fronteras de Irak y Siria, y ha llevado hasta el conflicto actual entre Israel y el pueblo palestino. Se negaron las promesas hechas a los árabes de una patria nacional y árabe en el área de Gran Siria. Se repartió a los británicos el control de las áreas desde la línea de la costa del mar Mediterráneo hasta el Río Jordan, Jordania, el sur de Irak y una pequeña área que incluyó los puertos de Haifa y Acre para dejar acceso al Mediterráneo. Se repartió a los franceses el control del sureste de Turquía, el norte de Irak, Siria y Líbano. El Imperio ruso iba a recibir Estambul, los Estrechos Turcos y Armenia. Se dejaron libres a los poderes para decidir las fronteras dentro de sus propias áreas. Se esperaron más negociaciones con otros poderes incluyendo a Rusia y Husayn ibn Ali, jerife de La Meca, para determinar la administración internacional. Dada la derrota eventual del 1918 y la subsiguiente partición del Imperio Otomano, el acuerdo efectivamente dividió las provincias árabes de los otomanos fuera de la península arábiga en áreas de influencia y control de los británicos y franceses y se propuso una administración internacional para Palestina. Los británicos formaron el Mandato británico de Palestina, 1920-48, y el Mandato británico de Irak, 1920-32, mientras el Mandato francés de Siria y Líbano duró de 1923 hasta 1946. El gobierno de los zares en Rusia fue una parte menor en el acuerdo y cuando ocurrió la Revolución rusa, fueron los bolcheviques quienes publicaron el acuerdo el 23 de noviembre de 1917, con el resultado de que los británicos se avergonzaron, los árabes se consternaron y los turcos se alegraron. Sigue Wikipedia: En Inglaterra, oficialmente, se habló del sionismo por primera vez en un gabinete británico el 9 de noviembre de 1914, cuatro días después de la declaración de guerra contra el Imperio Otomano. David Lloyd George, canciller de hacienda se refirió al destino último de Palestina. Diez años antes, la federación sionista de Uk empleó al bufete de Lloyd George (Lloyd George, Roberts & Co) para trabajar en el programa para la Uganda británica. En una discusión con Herbert Samuel, Lloyd George le aseguró que deseaba mucho ver un estado judío que se estableciera en Palestina. Después Samuel resumió la posición sionista en una conversación con Edward Grey, canciller inglés. Habló de las aspiraciones sionistas para establecerse un estado judío en Palestina y la importancia de su ubicación geográfica para el Imperio británico. En sus memorias, Samuel dice: Mencioné que había dos condiciones esenciales: que el estado debía ser neutralizado, porque no podría ser bastante grande para defenderse, y que debía garantizarse el acceso libre de peregrinos cristianos. Dije también que sería una gran ventaja si el resto de Siria fuese anexado por Francia, porque sería mucho mejor que el estado tuviera como vecino a un poder europeo y no al turco. La misma noche, el primer ministro Herbert Henry Asquith anunció en un discurso que una meta de la guerra era desmembrar el Imperio Otomano, solo es el gobierno otomano, y no nosotros no, quienes han tañido de muerte el dominio otomano, no solo en Europa, sino también en Asia. En enero de 1915, Samuel entregó un memorándum titulado The Future of Palestine al gabinete, después de discusiones con el sionista Jaim Weizmann y Lloyd George. El 5 de febrero de 1915, Samuel tuvo otra discusión con Grey: Cuando le pregunté qué era su solución, él me dijo que podría ser posible neutralizar el país bajo una garantía internacional e instaurar en el gobierno del país algún tipo de consejo establecido por los judíos. Después de más conversaciones con Lloyd George y Grey, Samuel circuló un texto revisado al gabinete a mediados de marzo de 1915. El informe del Comité de Bunsen, entregado en junio de 1915, no consideró ni el sionismo ni la cuestión judía, a pesar de reunirse para determinar la política británica en tiempos de guerra hacia el Imperio Otomano. Antes de la salida de Sykes para reunirse con el ministro de Exteriores ruso, Serguéi Sazónov, en Petrogrado el 27 de febrero de 1916, Samuel se le acercó con un plan en forma de memorándum. Sykes escribió a Samuel, sugiriéndole que si Bélgica asumiera la administración de Palestina, ello sería más aceptable para Francia que una administración internacional, que los franceses aceptaron y los sionistas no. George Curzon dijo que las grandes potencias tenían un compromiso con el Acuerdo Règlement Organique, que versaba sobre gobernar sin interferir en los asuntos de las comunidades maronita, cristiana ortodoxa, drusa y musulmana. Según el Valiato de Beirut de junio de 1861 y septiembre de 1864, los derechos conferidos a Francia en el área azul bajo el Tratado Sykes-Picot no eran compatibles con dicho acuerdo. En mayo de 1917, William Ormsby-Gore escribió: Las intenciones francesas en Siria son seguramente incompatibles con los objetivos de guerra de los Aliados según se definen al Gobierno ruso. Si la autodeterminación de las nacionalidades es el objetivo, tanto la interferencia de Francia en la selección de consejeros por el gobierno árabe como la sugerencia por parte de Francia de los emires de ser seleccionados por los árabes en Mosul, Alepo y Damasco parecerían absolutamente incompatibles con nuestras ideas de liberar a la nación árabe y de establecer un Estado árabe libre e independiente. El Gobierno británico, al autorizar las cartas enviadas al rey Hussein antes del estallido de la revuelta por Henry McMahon, parecía plantear dudas sobre si nuestras promesas al rey Hussein como jefe de la nación árabe son consistentes con las intenciones francesas de hacer, no solo Siria, sino Mesopotamia Alta otro Túnez. Si nuestro apoyo al rey Hussein y a otros líderes árabes de origen y prestigio menos distinguidos nos importa algo, significa que estamos dispuestos a reconocer la plena independencia soberana de los árabes de Arabia y Siria. Parecería oportuno, informar al gobierno francés de nuestras detalladas promesas al rey Hussein, y dejar claro a este, si él o algún otro debe ser el gobernante de Damasco, que es la única capital posible para un Estado árabe, podía comandar la obediencia de los otros emires árabes. El plan Sykes-Picot describe cómo Uk y Francia estaban dispuestos a reconocer y proteger un estado árabe e independiente, o confederación de estados árabes, bajo la soberanía de un jefe árabe dentro de las zonas que se marcan A y B en el mapa. Finalmente, las negociaciones incluyeron a Rusia. Desde que los aliados occidentales entraron a la guerra, la Rusia zarista presionó para lograr su antigua ambición de obtener una entrada marítima al Mediterráneo mediante el dominio del estrecho de los Dardanelos. Cuando el Imperio otomano turco se convirtió en aliado del enemigo alemán, los rusos lograron que en 1915 los aliados occidentales apoyaran sus exigencias de acceso a las costas mediterráneas, que debían concretarse si eran vencedores en la guerra. El Tratado de Paz de Brest Litovsk (marzo 1918), firmado entre el gobierno bolchevique de Rusia y el Imperio alemán, liberó a los restantes aliados del cumplimiento de los términos de estos acuerdos con los rusos. No obstante, durante la Revolución de Octubre, los bolcheviques hicieron público el contenido de este y otros acuerdos secretos, lo que causó muchas dificultades a las alianzas que los británicos tenían con los líderes nacionalistas árabes. Los acuerdos están basados en la partición de Om en cinco zonas: una de control británico, una de control francés; una de influencia británica o protectorado británico; una de influencia francesa o protectorado francés y una de administración internacional (que incluía las ciudades de Jerusalén y Nazaret). Originalmente los acuerdos mencionan también una zona de control ruso, pero al parecer estos fueron cambiados de mutuo acuerdo en 1917 y luego fueron refrendados durante la conferencia de San Remo y recibieron también un aval de la Sociedad de Naciones. El 3 de enero de 1916 Mark Sykes representando a Uk y François Georges-Picot representando a Francia acordaron la división general del Om una vez terminada la guerra y derrotado el imperio otomano. Francia recibiría la Siria de hoy y su zona costera, de que se convertiría la mayor parte en Líbano actual. Ejercería un ámbito de influencia hacia el Este, hasta Mosul. Los británicos obtuvieron Basora y Bagdad y un ámbito de influencia hacia el Este, hasta Persia (el futuro Irán). Palestina quedó indefinida, pero finalmente fue otorgada como el Mandato británico de Palestina bajo la Sociedad de Naciones. En el momento de las negociaciones de Sykes-Picot, los británicos negociaban también con el jerife de La Meca, Husayn ibn Ali, el apoyo aliado a una revuelta contra los otomanos, de la que debería surgir un Estado árabe unificado en todos los territorios arrebatados a los turcos, desde Siria hasta el Yemen. De estas negociaciones, cuyos acuerdos Uk no tenía intención de cumplir (pues contradecían las propias conversaciones Sykes-Picot) surgió la Rebelión Árabe, que supondrá la efímera independencia del Hiyaz, la aún más efímera unificación de los territorios árabes otomanos bajo la acción de las tropas árabes y, finalmente, la colocación de la dinastía de los hachemíes en varios tronos de la zona y la creación del nuevo reino de Transjordania. En la rebelión participa como enlace británico Thomas Edward Lawrence (Lawrence de Arabia). Igualmente los británicos, cautelosos con sus palabras, alentaron a los judíos al señalar que veían con buenos ojos el establecimiento de un futuro estado judío en Palestina, Declaración Balfour. Los británicos también alentaban las aspiraciones nacionalistas de las comunidades árabes en los mismos territorios. Ilustración de una noticia sobre telegramas publicados por Trotski en el Manchester Guardian, lunes el 26 de noviembre de 1917. Fue la primera referencia en el idioma inglés al acuerdo que llevó los nombres de sus dos negociadores.

Después de la Revolución rusa, se denegaron las reclamaciones rusas sobre territorios en el Imperio Otomano, y por eso los bolcheviques publicaron un ejemplo del Acuerdo Sykes-Picot, (igual que otros tratados) con los textos enteros en Izvestia y Pravda el 23 de noviembre de 1917; el 26 del mismo mes The Manchester Guardian se hizo eco de este hecho. Esta divulgación causó gran revuelto entre los aliados y avivó una gran desconfianza entre ellos y los árabes.

La Declaración Anglo-Francesa de noviembre de 1918 prometió que Uk y Francia «asistiría en el establecimiento de gobiernos y administraciones nativos en Siria y Mesopotamia» para «instalar gobiernos y administraciones nacionales que derivan su autoridad del libre ejercicio de la iniciativa y elección de los pueblos nativos». A regañadientes, los franceses acordaron publicar la declaración tras la insistencia de los británicos. El acta de una reunión del gabinete de guerra británico revela que citó las leyes de conquista y ocupación militar para evitar compartir la administración con los franceses bajo un régimen civil.

La aclaración de Lloyd George

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Zonas ocupadas y zonas de influencia francesas (azul), británicas (rojo) y rusas (verde) según el Acuerdo Sykes-Picot. En una reunión en Downing Street el 16 de diciembre de 1915 Sykes había declarado: «me gustaría dibujar una línea desde el e en Acre hasta la k en Kirkuk»

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David Lloyd George en 1915

Las notas tomadas por los británicos durante una reunión entre los Cuatro Grandes en París el 20 de marzo de 1919 y a la que habían asistido Woodrow Wilson, Georges Clemenceau y Vittorio Emanuele Orlando además de Lloyd George y lord Balfour, muestran la aclaración de Lloyd George sobre la historia del acuerdo.

Las áreas azules eran las concedidas a los franceses, en las que a estos se les permitía «establecer las administraciones o controles, directos o indirectos, que deseen o consideren conveniente acordar con los estados árabes o confederaciones de estados árabes»; según los británicos, no incluían Damasco, Homs, Hama, o Alepo. En el área A (véase el mapa), Francia se comprometía a «reconocer y mantener un estado árabe e independiente o confederaciones de estados árabes».

Tras el Acuerdo Sykes–Picot, se adoptó el sistema de mandatos de la Sociedad de Naciones. Si se permitiera un mandato sobre estos territorios, Francia querría aquella parte que se había reservado para ella. Lloyd George dijo que no se podía romper el acuerdo al que Uk había llegado con Husayn ibn Ali (jerife de La Meca). Preguntó a los representantes franceses si tenían intención de ocupar Damasco, porque de ser así, sería una violación del tratado que los británicos habían hecho con Husayn. Stéphen Pichon dijo que Francia no tenía ningún acuerdo con el rey Husayn. Lloyd George replicó que todo el acuerdo de Sykes-Picot se basaba en la correspondencia entre Henry McMahon y el rey Husayn, que era la razón por la que el rey Husayn había comprometido sus recursos para ayudar a Uk a ganar la guerra contra los otomanos en la 1ªGm. Lloyd George afirmó que Francia había aceptado ese compromiso británico cuando firmó el Acuerdo Sykes-Picot. Si el gobierno británico ahora aceptaba que Damasco, Homs, Hama, y Alepo estuvieran incluidos en la esfera de influencia directa de los franceses, los británicos tendrían que romper su promesa con los árabes, y no estaban dispuestos a esto. Se firmó el acuerdo de Sykes-Picot, donde Francia reconoció la independencia árabe, después de la carta británica mandada a Husayn. Francia y Uk estaban dispuestos a reconocer y mantener un Estado independiente y árabe en las áreas marcadas como A y B bajo la soberanía de un jefe árabe. Damasco, Homs, Hama, y Alepo se excluirían de la zona azul (administración francesa) y se incluyeron en un estado independiente árabe. A partir de la Conferencia de Paz de París (1919), Uk no solamente obtuvo un mandato en Palestina, sino también tomó Mosul, al que agregó Basora y Bagdad para crear el reino de Irak. Recortó a Siria (ya ocupada por Francia) un territorio, que añadió a Irak, y la Alta Galilea para poder transportar mediante oleoducto el petróleo de Mosul a Haifa. Todas estas adjudicaciones territoriales estaban en consonancia con las directrices de los acuerdos Sykes-Picot. Compensó a la familia Hussein por ser expulsados de Siria, separando Transjordania de Palestina, que otorgó al segundo hijo de Hussein, Abd Allah como monarca. Irak se lo otorgó a Faysal como monarca, pero siempre manteniendo un mandato o un protectorado sobre los territorios. Una preocupación más para los británicos, que tenían muchas colonias pobladas por musulmanes, era eliminar el poder del califa turco sobre el panislamismo. Esta es una de las razones por las que apoyaron al jerife Husayn ibn Ali en la Meca y dejaron a Abdul Aziz ibn Saud en el centro de Arabia, para que sirvieran de contrapeso a cualquier movimiento panislámico. Se movieron para reducir la influencia individual del califa a través de Om fomentando el nacionalismo secular árabe y creando, cuando fue posible, nuevos pequeños estados, de una forma compatible con la política exterior del Imperio británico. Donde se vieron frustrados los planes del tratado Sykes-Picot fue en Turquía al surgir la figura de Mustafa Kemal Atatürk para dirigir la Guerra de Independencia Turca y liberar a ese país del control foráneo que se intentaba al finalizar la guerra. Pero en general, el tratado fue implementado en los términos para los que fue concebido. Las consecuencias de su implementación crearon las condiciones de dominio francés y británico y los conflictos regionales que han impedido una paz duradera desde esas fechas.

En 1947 el gobierno británico deja Palestina en manos de la Onu, quien dividió el territorio en dos estados, declarando Jerusalén como ciudad internacional bajo su custodia. La Liga Árabe (fundada en 1945 con 22 países miembros) advirtió que usaría las armas. El 14 de mayo de 1948, al expirar el mandato británico de Palestina se proclamó el Estado de Israel. Más de 700 mil árabes perdieron sus hogares. Sus vecinos árabes atacan Israel, que incrementó su territorio un 26 por ciento mientras Jordania ocupó Judea y Samaria, hoy Cisjordania, y Egipto la Franja de Gaza, cuya soberanía no estaba asentada en ningún tratado. La humillante derrota en la guerra del 48 exacerbó el nacionalismo árabe, que acusaba la traición de Francia e Inglaterra a sus promesas durante la 1ªGm. En 1952 un grupo de oficiales del ejército egipcio derrocó al rey Faruk I y proclamó la República, que sería gobernada por el Consejo de la Revolución dirigido por quien sería el líder árabe panarabista más notable de ese tiempo: Gamal Abdel Nasser. El panarabismo pronto mostró su germen marxista, planteando la abolición de la propiedad privada, la nacionalización de las empresas de capital extranjero, la reforma agraria, postulando que el Estado proporcionaría educación laica (anti islámica) y salud gratuitos a toda la población, a la vez que instigaba a guerrillas que actuaban en y contra de Israel. En 1947 se fundó el Partido del Renacimiento Árabe Socialista (Baaz, resurrección), nacionalista árabe, laico y socialista, con ramas en Siria e Irak, donde ascendieron al poder en 1963. (Baaz fue el partido de Saddam Hussein.) Nasser nacionalizó el Canal de Suez frente a británicos y franceses, lo que aprovechó Israel para invadir la península del Sinaí. Nasser ordenó el hundimiento de barcos mercantes que transitaban por el canal y así escaló el conflicto involucrando a Usa y Urss. La Guerra del Sinaí se verificó entre el 29 de octubre y el 5 de noviembre. Inglaterra y Francia dejan de ser factor decisivo en la zona mientras Usa y Urss asumen ese papel. En 1964 Nasser relevó a Josip Broz Tito como dirigente de los Países no Alineados.

La opinión pública árabe seguía exigiendo combatir a Israel y Egipto, Siria, Jordania e Irak estaban planteando una alianza. En 1967 Israel les ataca por sorpresa (Guerra de los Seis Días) y logra una extraordinaria victoria tomando la simbólica Jerusalén Oriental, los Altos de Golán, Cisjordania, la Franja de Gaza y la Península del Sinaí. La Urss y el bloque comunista rompieron con Israel, alineando así al Magreb y al Om, pero no a la Península Arábiga y a sus enormes reservas petroleras, que permanecen en la órbita occidental. Esa enorme riqueza era explotada por las grandes transnacionales petroleras conocidas como Las Siete Hermanas, que fijaban los precios del hidrocarburo, hasta que en 1960, en Bagdad y a iniciativa de Venezuela se funda la Organización de Países Productores de Petróleo, Opep, con Arabia Saudí, Irak, Irán, Kuwait y Venezuela como miembros fundadores. El 6 de octubre de 1973, durante el Yom Kippur (celebración religiosa judía) Egipto y Siria lanzan un ataque sorpresa a Israel quien al contraataque logra otra victoria sobre los árabes, puesto que Jordania, Irak, Marruecos, Arabia Saudí, Libia, Kuwait, Argelia y Sudán enviaron tropas, incluso las hubo de Pakistán, Cuba y Corea del Norte que empleaban armamento de fabricación soviética, mientras que Israel de factura Usa. Después de estos eventos se da la primera crisis del petróleo, a raíz de la decisión de la Organización de Países Árabes Productores de Petróleo (Egipto y Siria no pertenecían a la Opep) de no vender el energético a los países que habían apoyado a Israel durante la Guerra del Yom Kippur, mientras los demás miembros de la Opep aprovechaban la coyuntura para cuadruplicar sus precios. Desde entonces se han incitado diversos conflictos para que los precios del crudo desestabilicen a la economía global. Esta derrota tuvo un alto costo político para el panarabismo socialista pro soviético. El caso más significativo es Irán, país que al deponer al gobierno pro occidental del Sah Reza Palehvi (1979) se constituye en una República Islámica que impulsa grupos fundamentalistas terroristas como Al Qaeda. En 1969, mediante un golpe de estado, Muamar el Gadafi, seguidor de Nasser, toma el poder en Libia y proclama una república socialista intentando sin éxito unificar a Libia con Egipto, Siria, Irak y Sudán, y también con Túnez, Argelia, Marruecos y Chad. En 1964 y con el impulso de la Liga Árabe, se funda la Organización para la Liberación de Palestina. La Olp operó muchos años en territorio jordano, hasta que el rey Hussein les combate, y traslada sus operaciones a territorio libanés, suscitando una terrible guerra civil (1975-85) entre Israel y Siria.

Al organizarse los mandatos europeos después de 1918 en los países árabes de Om, territorio que había pertenecido al Imperio Otomano hasta antes de la guerra de 1914, surgen en esos pueblos los movimientos de resistencia nacionalista y da comienzo el proceso de descolonización. Los mandatos británicos, organizados como monarquías árabes, pronto habrían de convertirse en gobiernos autónomos aunque bajo tutela británica. Transjordania consiguió en 1928 una independencia limitada mediante un tratado con Uk e Irak se convirtió en Estado independiente en 1930. Palestina quedó bajo administración directa de los ingleses debido a los conflictos de intereses territoriales entre árabes y judíos. Los mandatos franceses se habían organizado como repúblicas y tanto Siria como Líbano obtuvieron durante este periodo una autonomía controlada. En la península Arábiga se constituyó en 1932 el reino unificado y feudal de Arabia Saudita, después de algunos conflictos entre grupos étnicos que luchaban por la hegemonía de la región. Por último, en 1934 se organizó también Yemen como reino independiente. Este panorama político se mantuvo sin grandes cambios hasta la 2ªGm, cuando los pueblos árabes estuvieron a favor de los aliados. Al término de la guerra crecen en número las independencias de los países árabes y se consolidan aquellas que ya habían iniciado el proceso de autonomía, aunque en los nuevos gobiernos independientes las élites económicas ejercían fuerte influencia y sostuvieron una política conservadora favorable a sus intereses capitalistas, situación que habría de ocasionar movimientos revolucionarios. Siria y Líbano obtuvieron su independencia en 1946, y también Transjordania que se convierte en el reino de Jordania. En Palestina la situación es distinta; al terminar el mandato británico surge en la región un nuevo e importante factor de conflicto al ponerse en práctica la repartición territorial acordada por la Onu en 1947 y al crearse el año siguiente el Estado de Israel. Este hecho provoca de manera inmediata una guerra entre estos dos pueblos que continuó con fuertes enfrentamientos bélicos en 1956, 1967 y 1973, en los que se impuso la superioridad israelita que obtuvo territorios adicionales a los que tenían al establecerse el Estado de Israel. Como resultado, en 1964 se establece en Jerusalén la Olp. Otra fase importante en el proceso de descolonización de los pueblos árabes estuvo caracterizada por las revoluciones iniciadas a partir de 1952, cuando el movimiento encabezado en Egipto por Gamal Abdel Nasser destituyó al rey Faruk y proclamó la república. La revolución egipcia se extendió a otros países árabes en donde surgieron movimientos populares de tendencia socialista, enfrentados al conservadurismo de los grupos sostenidos por Occidente. Las revoluciones árabes permitieron el establecimiento de nuevas repúblicas: Sudán en 1955, Irak en 1958, Yemen del Norte en 1962 y ese mismo año Argelia al obtener su independencia; Libia fue proclamada república en 1969. Además de los pueblos árabes, pertenecen al islam otros pueblos asiáticos: Turquía, heredera del Imperio Otomano; Irán, de ancestral tradición histórica que remonta al Imperio persa; y Afganistán, país que se formó con las invasiones de persas, mongoles y turcos. En épocas más recientes, estos tres países estuvieron sometidos a las ambiciones imperialistas de ingleses, franceses y rusos y, después de la 1ªGm, entraron en un periodo de decadencia y conflictos internos debido a las presiones ejercidas por la rivalidad imperialista. Esa situación conflictiva llevó a esos países a iniciar, en el periodo de entreguerras, un proceso de reformas tendentes a organizarse como estados modernos, cada uno con las características adecuadas a su particular desarrollo político y socioeconómico.

Turquía. Entre 1918 y 1923, se llevó a cabo la guerra de independencia turca, encabezada por Mustafá Kemal Atatürk (seudónimo que significa padre de los turcos), quien, después de expulsar a las fuerzas de ocupación griegas, inglesas, francesas e italianas, firmó el Tratado de Lausana (1923), según el cual las zonas turcas de Tracia oriental y Anatolia formarían parte de un único Estado. Tras esta victoria, se proclamó la república y Mustafá Kemal asumió la presidencia y luego se redactó una constitución que delegaba el poder legislativo en una cámara única, la Asamblea, encargada de elegir al presidente que había de ocupar el poder ejecutivo junto con el Consejo de ministros; la participación política se concentraba en un partido único cuya ideología respaldaba la existencia de un Estado autoritario y nacionalista, una economía dirigida por el gobierno y una educación laica. Se suprimieron los tribunales musulmanes y los centros religiosos de enseñanza, así como algunas prácticas que habían formado parte de la cultura islámica durante siglos, entre ellas la poligamia; en cambio se adoptaron normas y leyes basadas en la cultura europea. En 1928, tras algunos disturbios en la región del Kurdistán reprimidos por el gobierno, Turquía continuó el proceso de occidentalización: se suprimieron de la constitución aspectos religiosos, la enseñanza obligatoria de las lenguas árabe y persa, y en la década de los 30 prosiguió la modernización con la fundación de escuelas de enseñanza superior, con la entrada de la mujer a la educación, lo cual constituía un cambio social muy radical, y con la organización del sistema bancario. Al morir Mustafá Kemal en 1938, toma el poder Ismet Inonü, segundo presidente de Turquía, quien democratizó el régimen y permitió la introducción de partidos políticos de oposición, así como la autorización para la enseñanza religiosa. En política exterior, Inonü mantuvo al país neutral durante casi toda la 2ªGm, hasta febrero de 1945, cuando declaró la guerra a los países del Eje. Tras la guerra, la Urss intentó incluir a Turquía en su esfera de influencia a través del control de las provincias occidentales turcas y de los estrechos. En respuesta, el gobierno turco aceptó la ayuda ofrecida por Usa y estableció acuerdos de cooperación económica y militar. En 1952, Turquía pasaba a ser miembro de la Otan.

Irán. Los siglos 19 y 20 están marcados por la pugna entre Uk y Rusia por la hegemonía en Irán, que dividió al país en tres zonas, una de influencia rusa en el norte, otra de influencia británica en el sur y una zona neutral que separaba las dos primeras. En 1901, Uk obtuvo una concesión para explotar los recursos petroleros de Irán durante los siguientes 60 años y más tarde se estableció una compañía petrolera, la Anglopersian Oil Company. El aumento de la intervención extranjera, así como la debilidad y corrupción de los gobernantes iraníes, condujeron a la aparición de un movimiento nacionalista que reclamaba la formación de un gobierno constitucional. Durante la 1ªGm, a pesar de que Irán se había declarado neutral, se vio sometido a la intervención de rusos, turcos, británicos y alemanes que dejaron al país en un lamentable caos político. Entre 1919 y 21 siguió siendo objeto de ambiciones de Uk y de Rusia, aunque ya para ese momento los éxitos obtenidos en Turquía por Mustafá Kemal servían de estímulo al pueblo iraní para iniciar la lucha contra la opresión interna y el colonialismo europeo. En 1925, tras una serie de golpes de Estado, Reza Khan pone fin a la dinastía Qadjar anterior y es proclamado como sha con el nombre de Reza Pahlevi, quien funda una nueva dinastía y realiza una serie de reformas tendentes a modernizar el país. Al comenzar la 2ªGm, Alemania, Turquía, Uk y la Urss intentaron sin éxito firmar alianzas con Irán. Pese a ello, en 1941 Uk y la Urss ocuparon áreas del país para proteger campos petroleros de una posible intervención alemana. Como resultado de la invasión aliada, todos los ciudadanos de países del Eje son expulsados, y sus embajadas y consulados fueron cerrados. Los aliados asumieron el control de la red de comunicaciones de Irán, y Reza Sha Pahlevi, que simpatizaba con el nazismo, fue forzado a la abdicación y al exilio; le sucedió su hijo Mohamed Reza. El fin de la guerra desestabilizó aún más al país. Las importantes minorías étnicas del Kurdistán y de Azerbaiyán se separaron de Irán y se constituyeron en repúblicas autónomas con apoyo de la Urss; sin embargo, atacadas por las tropas iraníes, las débiles nuevas repúblicas fueron de nuevo sometidas al control de Mohamed Reza. En 1951, Muhammad Hidayat Mossadeq, líder nacionalista, fue nombrado presidente del gobierno iraní, caracterizando su gestión administrativa por un rechazo a toda intervención extranjera, occidental o soviética. Su preocupación era el petróleo cuya nacionalización realizó en marzo de 1951, lo que provocó una ruptura con Uk que en respuesta estableció un bloqueo comercial. La crisis del petróleo tuvo repercusiones internas en el país, al intentar Mossadeq, apoyado por grupos populares, un golpe de Estado que terminó en fracaso debido en gran parte a la ayuda de Usa. A partir de 1953, el sha inicia una monarquía absolutista y se dedica a impulsar el desarrollo económico y la modernización del país, rompiendo con muchas tradiciones islámicas a semejanza de lo que había hecho Turquía.

Afganistán. Este país asiático situado al norte de Irán, agitado durante mucho tiempo por luchas internas entre diferentes tribus que se disputaban el poder, empieza un proceso de reunificación a mediados del siglo 19, dirigido por un monarca que se interesó también en lograr un acercamiento con Occidente. La preocupación de Uk por mantener la independencia de Afganistán ante la amenaza de expansión de parte de sus vecinos rusos, otomanos e iraníes dio por resultado que los británicos ejercieran cada vez mayor influencia sobre el gobierno afgano, a pesar de los intentos de este por evitarlo. En 1907, los gobiernos británico y ruso prometieron respetar la integridad territorial de Afganistán, pero el emir Amanullah, dirigente afgano, determinado a lograr la independencia completa de su país declaró la guerra a Uk en mayo de 1919. Los británicos, enfrentados a la vez con el creciente movimiento de liberación en la India, negociaron un tratado de paz reconociendo Afganistán como Estado soberano e independiente. Guiado por los programas de modernización de Irán y Turquía, Amanullah instituyó una serie de reformas. En 1923, se instauró un régimen constitucional mediante el cual se abolieron los títulos de la nobleza, se decretó la educación para las mujeres y se pusieron en vigor otras medidas radicales que rompían con la tradición. El programa reformista provocó la rebelión de 1929 que llevó a la abdicación de Amanullah. Después de un periodo de gran inestabilidad política, en 1932 ocupó el trono Mohamed Zahir Shah y, a partir de entonces, el gobierno intensificó el programa de modernización y estableció relaciones con Alemania, Italia y Japón. Al comenzar la 2ªGm, Afganistán se declaró neutral; sin embargo, a petición de Uk y la Urss, en 1941 Zahir Shah expulsó a más de 200 agentes alemanes e italianos. Al año siguiente, Usa estableció relaciones con Afganistán.


Esta es la lista de los territorios por descolonizar según la Onu. En África: Sáhara Occidental (de España, sin presencia desde 1976), Santa Elena (de Uk). En América: Anguila (de Uk), Bermudas (de Uk), Islas Vírgenes Británicas (de Uk), Islas Caimán (de Uk), Malvinas, Georgias del Sur y Sándwich del Sur (de Uk), Montserrat (de Uk), Islas Turcas y Caicos (de Uk), Islas Vírgenes de los Usa, Guayana Francesa, Puerto Rico (de Usa). En Europa: Gibraltar (de Uk). En Oceanía: Guam (de Usa), Nueva Caledonia (de Francia), Pitcairn (de Uk), Samoa Americana (de Usa), Tokelau (de Nueva Zelanda), Polinesia Francesa (de Francia).

El mundo árabe comprende 17 estados: Arabia Saudí, Argelia, Bahréin, Egipto, Emiratos Árabes Unidos, Irak, Jordania, Kuwait, Líbano, Libia, Marruecos, Mauritania, Omán, Qatar, Siria, Túnez, Yemen. Tenemos: monarquía en Arabia Saudí, Bahréin, Jordania y Marruecos; república en Argelia, Egipto, Irak, Líbano, Mauritania, Siria, Túnez y Yemen; sultanato de Omán; emirato en Emiratos Árabes Unidos; estado en Kuwait y Qatar. Nos queda Libia, que aun no ha redactado texto constitucional (desde Muamar al-Gadafi, ↓2011), quien había adoptado los congresos populares. Nos queda también el Sahara Occidental, igual que la Autoridad Nacional Palestina o de Cisjordania y la Franja de Gaza.

En Irak persiste una lucha entre los chiitas, que son mayoría, los sunitas, a los que pertenecía Sadam Hussein, y los kurdos, quienes reclaman una nación independiente. La Siria actual, legada por el mandato francés, está constituida por una mayoría sunita, seguida por minorías alauitas, a la que pertenece la familia gobernante al Asad, pero también está habitada por comunidades cristianas, drusas y judías. En 2011 los sirios inspirados por la primavera árabe comienzan un levantamiento pacífico contra el presidente Bashar al Asad.

La descolonización, cuyas repercusiones afectaron a unos 1.500 millones de personas y a la mitad de la superficie del planeta, se inició al fin de la 2ªGm. En 1966, la cifra de nuevos países, todos ellos ex colonias, se elevaba a 54. Algunos de los factores que se encuentran en el origen del proceso de descolonización son: a) Factores psicológicos. El pequeño grupo de nativos que había recibido su educación en escuelas y universidades de las metrópolis superó el sentimiento de inferioridad y reclamó el acceso a los máximos puestos de responsabilidad en el gobierno de sus respectivos países. b) Causas sociales. La desaparición de las tradicionales estructuras tribales no fue sustituida por ninguna estructura social capaz de enfrentarse con eficacia a nuevas situaciones como la expansión del urbanismo. Además, los europeos se negaron a reconocer el esfuerzo de las colonias durante las dos guerras mundiales, en pérdidas humanas y económicas. La crisis económica de 1929 evidenció que los territorios coloniales estaban subordinados a las prioridades de las metrópolis. c) Factores ideológicos. Los sentimientos nacionalistas eran desconocidos entre la población nativa de los territorios coloniales. Sin embargo, los europeos buscaron la colaboración voluntaria de las colonias intentando convencerlas de las diferencias con respecto a sus vecinos y de la bondad de esas diferencias. El resultado fue la aparición de ideas similares como negritud o panarabismo que significaron una negación de los valores occidentales europeos. Otros factores fueron: La creación de la Onu en 1945, que incluía el derecho de autodeterminación de los pueblos dentro del nuevo derecho internacional. La pérdida de poder económico y de influencia diplomática de los países europeos tras las dos guerras mundiales. El apoyo de la Urss a los movimientos independentistas. Por su parte, los gobernantes de Usa se resistieron a respaldar las luchas por la liberación por temor a que los comunistas se hicieran con el poder en los nuevos países independientes, pero se vieron obligados a los movimientos independentistas. Los diferentes procesos de descolonización se llevaron de tres formas: por mutuo acuerdo, por métodos violentos y mediante negociaciones diplomáticas y actividad militar.

El gobierno británico se desprendió de sus colonias de manera casi siempre pacífica, mediante la educación de una élite nativa capaz de dirigir el gobierno de los nuevos países independientes, e integrando a la mayor parte de estos en la Commonwealth. Salvaguardaba así sus intereses. Francia trató de asimilar a los pueblos sometidos a su poder colonial creando un símil a Commonwealth, pero fracasó y sus colonias accedieron a la independencia de forma muy diferente. Algo parecido ocurrió con las colonias de otros países europeos.

La dominación de gran parte de Asia por potencias extranjeras llevó a ese continente a sufrir las consecuencias de la 2ªGm. En las colonias asiáticas se tomó conciencia de que en esa guerra no se defendían sus intereses sino los de las metrópolis. Sin embargo, las potencias coloniales se mostraron incapaces de evitar la invasión militar japonesa, que provocó más abusos a los mismos. Entre los años 45 y 55, la mayor parte de las colonias asiáticas reclamó y obtuvo su independencia por cualquiera de las tres formas: violenta, pacífica, mixta.

En 1885 se había fundado en India el Partido del Congreso, que estaba integrado por muchos hindúes britanizados. En el transcurso de la 1ªGm y bajo la dirección de Gandhi, este partido reclamó un régimen de autogobierno para la India con instituciones copiadas de la metrópoli. Como medio para luchar contra el poder colonial, Ghandi excluyó el uso de la violencia, defendió la resistencia pasiva y propuso a la población nativa india el seguimiento de una táctica de desobediencia civil frente a cualquier orden procedente de las autoridades y funcionarios británicos, como negarse al pago de impuestos. En 1905 se creó la Liga Musulmana, que durante la 2ªGm propuso la creación un estado musulmán independiente en una parte del territorio indio bajo control británico. Al acabar la guerra, el gobierno británico propuso a los dirigentes de estas dos grandes formaciones políticas la elaboración de una nueva constitución que reconociese la realidad de dos comunidades religiosas, la hindú y la musulmana. Los representantes de la comunidad islámica rechazaron el plan británico y, en 1947, la metrópoli aceptó la división del país en dos estados diferentes: La Unión India (donde la mayoría de la población profesaba el hinduismo) y Pakistán (de población musulmana). La Unión India estaba dirigida por Mahatma Ghandi y por Pandit Nehru. En este nuevo Estado quedó el territorio de Cachemira, cuyos habitantes eran mayoría musulmanes. Pakistán fue presidido por Jinnah Mohamed Alí y quedó dividido en dos zonas: el Pakistán Occidental y el Oriental (o Bengala oriental), separadas por 1.700 km. El reajuste de fronteras por el trazado de las de Cachemira, provocó pronto enfrentamientos militares entre ambos estados, así como el desplazamiento de aquellos grupos de población con religiones minoritarias. Ghandi, que se había convertido en un símbolo del pacifismo conocido en todo el mundo, fue asesinado por un nacionalista hindú que deseaba mostrar así su descontento por la tolerancia frente a los musulmanes. En 1971 Pakistán Oriental formó un nuevo Estado independiente: Bangladesh.

Pocos días después de la rendición de Japón, que durante la 2ªGm había ocupado Indonesia, Sukarno declaró la independencia del país, 17 de agosto de 1945. El gobierno holandés reconoció los hechos consumados y solicitó que las propiedades de los europeos fueran respetadas por las nuevas autoridades indonesias. Dos años más tarde, el ejército holandés, pretextando que no se respetaban tales propiedades, ocupó las principales ciudades del país; los indonesios renunciaron a la lucha y solicitaron la intervención de la Onu. Poco después se alcanzó un nuevo acuerdo de paz que tampoco fue cumplido por los holandeses. Entonces, los seguidores de Sukarno optaron por la formación de guerrillas y, al mismo tiempo, animaron a la población a desobedecer las órdenes de las autoridades holandesas. Los holandeses, que carecían de aliados en Asia y tampoco obtuvieron el respaldo de Usa, se vieron forzados a impulsar la Unión Holandesa Indonésica en 1949 (ambos estados en teórico pie de igualdad). Esta fórmula política fue desechada por Sukarno, que proclamó la independencia de Indonesia en 1954. El nuevo país era muy complejo, ya que tenía una gran heterogeneidad religiosa (cristianos, musulmanes, hinduistas y budistas) y cultural (más de 25 lenguas) y geográfica (más de 2 mil islas).

Los japoneses se apoderaron de Indochina durante la 2ªGm aprovechando la ocupación de Francia por el ejército alemán. La nueva potencia invasora encontró la resistencia del Partido Comunista de Indochina, dirigido por Ho Chi Ming. Tras la derrota de Japón, Ho Chi Ming proclamó la República Democrática de Vietnam (1945), pero el gobierno francés se negó a reconocerla. Después de varios años de enfrentamientos armados, las tropas francesas fueron derrotadas en Dien Bien Phu (1954) y el gobierno de París terminó por reconocer la independencia de Camboya y Laos. Por su parte, Vietnam quedó dividido en dos zonas separadas por el paralelo 17: Vietnam del Norte, apoyado por países comunistas, y Vietnam del Sur, gobernado por el emperador Bao Dai y apoyado por países capitalistas. Cuando las tropas francesas abandonaron Indochina, el ejército comunista de Vietnam del Norte quiso ocupar el territorio de Vietnam del Sur, comenzando así la llamada Guerra del Vietnam.

El gobierno Usa reconoció en 1946 la independencia de Filipinas, que había sido ocupado en 1898 después de España. Ese mismo año, y sin demasiados problemas, Siria y Líbano se liberaron del dominio colonial de Francia. Por su parte, el gobierno británico dio por finalizado su mandato colonial sobre el territorio de Palestina en 1948; además, Uk reconoció la independencia de Jordania, mientras que los judíos proclamaron el Estado de Israel. Tras negociaciones con los independentistas, el gobierno británico prefirió reconocer en 1948 la independencia de Ceilán (actual Sri Lanka) y de Birmania (actual Myanmar); lo mismo sucedió en 1957 con la Federación Malaya (hoy Malaysia).

Los primeros países independientes de África fueron Liberia (creada en 1847 como consecuencia del establecimiento de antiguos esclavos usa) y Egipto (en 1922, al desmembrarse el imperio turco). Etiopía, que había sido siempre independiente, perdió su libertad a causa de la invasión de las tropas italianas de Mussolini. El despertar de África hacia la independencia fue más tardío que el asiático debido, en gran parte, a la ausencia de unos territorios nacionales bien definidos antes de la colonización europea (lo demuestra que las nuevas naciones coincidan con las colonias) y a la falta de dirigentes nativos con capacidad y carisma. La independencia de la mayoría de los países africanos se completó entre 1955 y 1965, fruto de las luchas de las propias colonias y de la presión de la Onu. También se produjeron las tres formas posibles de descolonización: violenta, pacífica, mixta.

Argelia, que era una colonia francesa desde el reinado de Luis Felipe de Orleáns en el siglo 19, había tenido un importante papel durante la 2ªGm, ya que allí se había constituido el gobierno de la Francia Libre opuesto al gobierno francés de Vichy, que colaboraba con las tropas nazis de invasión. En Argelia, colonia bastante próspera, vivía un millón de personas de origen francés; por ello, para Francia, Argelia no era una colonia, sino una prolongación del territorio metropolitano. Sin embargo, en 1954 comenzó una insurrección antifrancesa dirigida por el Frente de Liberación Nacional (Fln), que estaba integrado en su casi totalidad por musulmanes, para exigir una Argelia independiente. El envío de tropas desde Francia para enfrentarse a las fuerzas independentistas dividió a la sociedad francesa. Jóvenes e intelectuales se manifestaron en contra, mientras que los sectores más conservadores estaban a favor. La lucha tuvo dos frentes: el militar y el diplomático. En el diplomático, el gobierno de Francia se enfrentó a los países afroasiáticos en la Onu; en el militar, los franceses no lograron ningún éxito decisivo. El enquistamiento del problema argelino facilitó el regreso al poder del general De Gaulle y el nacimiento de la V República Francesa. De Gaulle propuso, septiembre de 1959, una consulta a la población. Los sectores colonialistas más intransigentes crearon una Organización del Ejército Secreto (en francés: Organisation de l’Armée Secrète, Oas), cuya figura era el general Salan, que se dedicó a realizar actos terroristas. En marzo de 1962, Francia reconoció la independencia de Argelia, cuyo primer presidente fue Ahmed Ben Bella. Cientos de miles de colonos franceses se vieron obligados a abandonar el suelo argelino.

El Movimiento Nacional Congoleño dirigido por Kasabubu y Lumumba consiguió que el gobierno belga reconociese la independencia del Congo en 1960. Kasabubu, presidente y Lumumba, jefe del gobierno. En el correspondiente tratado se acordó que los oficiales militares, funcionarios y técnicos belgas permaneciesen en el país hasta que pudieran ser reemplazados por nativos; pero Lumumba llevó una política nacionalista y los belgas abandonaron el país, que quedó en el caos. Las tropas belgas volvieron a ocupar el territorio, que tuvieron que abandonar por presiones de la Onu. Se produjo entonces una dura guerra civil a causa del intento de secesión de Katanga (la provincia congoleña más rica), que estaba gobernada por Tsombé, quien contaba con el tácito apoyo de los belgas. El coronel Mobutu acabó con la secesión katangueña. Poco después Mobutu dio un golpe de Estado e inició una larga y corrupta dictadura que acabó en 1997.

La mayor parte del continente africano se descolonizó por métodos pacíficos, aunque no faltaron enfrentamientos violentos en Kenia, Angola y Mozambique. Los primeros territorios en descolonizarse fueron los del África blanca, al Norte del Sahara. Francia y España reconocieron la independencia de Marruecos en 1956, fecha en la que Túnez también se liberó de Francia. Libia fue declarado independiente por la Onu en 1951 (había sido colonia italiana y durante la 2ªGm ocupada por británicos, franceses y usa). Su independencia estimuló las ansias del África subsahariana. El imperio colonial británico fue perdiendo territorios. Ghana se independizó en 1957, Nigeria en 1960, Sudáfrica en 1961 (los colonos blancos declararon unilateral la independencia), Uganda en 1962, Kenia en 1963, Tanzania (formada de la unión del mandato sobre la antigua colonia alemana de Tanganica y Zanzíbar) en 1963, Malawi en 1964, Zambia (antes Rhodesia del Norte) en 1964 y Zimbabwe (antes Rhodesia del Sur) se convirtió en un país independiente en 1980. Por otra parte, Francia concedió la independencia a todas sus colonias subsaharianas en 1958. El gobierno de Franco reconoció la independencia de la posesión colonial española de Guinea Ecuatorial en 1968. Portugal concedió la libertad a Guinea Bissau en 1974, y un año más tarde a Angola y Mozambique.

El caprichoso trazado de las fronteras de África llevado a cabo por las potencias coloniales provocó, con frecuencia, que un mismo pueblo o tribu quedara dividido entre varios estados o pueblos diferentes y enfrentados por rivalidades tradicionales fueran incluidos dentro de un mismo territorio. Además, los colonizadores europeos explotaron y se aprovecharon de los recursos naturales. Desde el comienzo de la descolonización hasta nuestros días se han producido más de cuarenta guerras en suelo africano, que han ocasionado más de 10 millones de muertos y otros 20 millones de desplazados. En los últimos años, la epidemia de sida también ha golpeado con especial dureza a la población del África subsahariana. Los cuarenta conflictos citados podemos dividirlos en dos grandes grupos: conflictos de índole tribal y conflictos de índole religiosa. Los conflictos por motivos religiosos han tenido lugar en los países islámicos situados al Norte del Sahara; mientras que los enfrentamientos de carácter tribal se han producido al Sur del gran desierto. Al comenzar la década de los 90 había guerras civiles en Etiopía, Somalia, Sahara Occidental, Mauritania, Senegal, Liberia, Malí, Sierra Leona, Chad, Sudán, Angola, Uganda, Burundi, Ruanda, Mozambique. Todas ellas tenían un componente político: dilucidar qué grupo étnico ocupaba el poder.

En Libia, en 1969, se produjo una revolución encabezada por un capitán llamado Muamar al-Gadafi, que destronó al rey Idris y proclamó la república. Gadafi impuso una política antioccidental y panarabista (tentativas frustradas de unificación con Siria y Egipto). En 1981, el ejército libio invadió Chad a pesar de las protestas y el rechazo de los países árabes, hasta que una grave derrota sufrida en 1987 obligó a los libios a abandonar el territorio del Chad.

En 1969, el general Barre inició una dictadura en Somalia y empleó la fuerza para someter a las diversas tribus del país; estas, de inicio desunidas, formaron frente común en 1982, y nueve años después lograron hacer huir al dictador somalí. Los vencedores, que no se pusieron de acuerdo en la forma de dirigir el país, se enzarzaron en un nuevo conflicto que provocó la muerte de 350 mil personas, con 300 mil por hambre, en dos años. A finales de 1992, la Onu optó enviar fuerzas de interposición contra todas las facciones somalíes. Las tropas de la Onu se vieron obligadas a abandonar el país en 1994, y Somalia quedó en la miseria y fragmentada en diversas zonas bajo el control de los diferentes clanes armados. La mayoría de la población de Burundi y Ruanda pertenece a la etnia hutu y una minoría es de la etnia tutsi. Durante la época del dominio colonial belga, la etnia tutsi fue favorecida por la metrópoli. Tras la proclamación de la independencia, los tutsis lograron hacerse con el control del ejército y las fuerzas de seguridad. Muchos años después, en 1993, accedió a la presidencia de Burundi un hutu que fue asesinado por miembros del ejército solo un mes después de su nombramiento. Entonces se reprodujeron los enfrentamientos entre las dos etnias y comenzaron las matanzas. Un nuevo presidente, también de la etnia hutu, murió junto al presidente de Ruanda en un sospechoso accidente de aviación, y en ambos países se recrudeció la violencia. Cientos de miles de personas murieron en Burundi, y más de 1,5 millones de hutus tuvieron que huir de Ruanda para establecerse en Zaire y Tanzania, donde perecieron de hambre. La población de Zaire soportaba desde 1965 la corrupta dictadura de Mobutu. La llegada masiva de los refugiados hutus provocó la reacción de 300 mil tutsis zaireños, que se rebelaron contra Mobutu e impusieron como presidente a Kabila. Este nuevo gobernante no tardó en una nueva dictadura personal y cambió el nombre del país, que pasó a República Democrática del Congo. A la descolonización de Angola, el comunista Movimiento Popular de Liberación de Angola (Mpla) se hizo con el gobierno frente al rival Unión Nacional para la Independencia de Angola (Unita). Ninguno de los bandos logró imponerse al otro, y en 1992 se celebraron unas elecciones que ganó el Mpla. La Unita no aceptó y reanudó los combates. En 1995 ya habían muerto un millón de personas en Angola. Mozambique sufrió durante 14 años una guerra civil similar a la de Angola entre el gobierno comunista del Frente de Liberación de Mozambique (Frelimo) y la Resistencia Nacional Mozambiqueña (Renamo). Aquí tampoco logró imponerse ninguno de los dos bandos en conflicto, por lo que se llegó a un acuerdo para la celebración de elecciones libres, que tuvieron lugar en 1994. En Etiopía hubo otra guerra a causa del intento secesionista de la población de la región de Eritrea, que logró su objetivo en 1993. En 1991 comenzó un conflicto civil en Liberia que, desde entonces, ha provocado la muerte de casi 200 mil personas. La intervención de tropas de pacificación Oua, Organización para la Unidad Africana, logró poner fin a los enfrentamientos.

Después de la descolonización, casi todos los nuevos países afroasiáticos con la excepción de los que estaban integrados en la Commonwealth rechazaron los modos de vida occidentales con la esperanza de que un cambio radical de valores pudiera contribuir a resolver con más rapidez el atraso económico y la pobreza. Además, élites dirigentes y habitantes recibieron con entusiasmo los ideales soviéticos. Pasada la euforia inicial que siguió a la liberación, la independencia no significó un aumento de la riqueza. A finales de los años 1960, la desilusión empujó a las minorías más cultas e influyentes de Asia y África a retornar los valores occidentales. También aceptaron las ayudas económicas procedentes de Usa y de las potencias coloniales europeas, que se entregaban con la intención de controlar a los receptores. Estas ayudas tampoco resolvieron el problema del subdesarrollo y solo sirvieron para superar algunas hambrunas puntuales. Además, muchos de los gobernantes de los países afroasiáticos eran dictadores corruptos que se negaron a emplear el dinero recibido del exterior para crear estructuras productivas y utilizaron esos fondos para su enriquecimiento personal y para mantenerse en el poder. Ante el aumento de la frustración, el agravamiento de los problemas económicos y la insuficiencia de la ayuda financiera exterior, algunos grupos y dirigentes afroasiáticos buscaron vías alternativas. Algunos propusieron un igualitarismo socialista de raíces autóctonas y otros la vuelta a los orígenes de un integrismo islámico.

Los integristas islámicos afirman que las desgracias de los países pobres se deben a que su población se ha apartado de Alá, y que solo el Corán devolverá a los pueblos islámicos a la Edad de Oro, que fue el periodo posterior a la predicación de Mahoma. El movimiento integrista que sostiene esta doctrina purista o salafista ha logrado extenderse por gran parte de Asia y del norte de África. La Ue, preocupada por el avance del integrismo musulmán, convocó en 1995 una conferencia euromediterránea con la intención de potenciar el desarrollo económico en el norte del continente africano y con el objetivo de crear una zona de libre comercio en este área antes del año 2010.

El sha o emperador de Persia (antes de Irán) emprendió en 1962 un programa reformista de inspiración occidental conocido como la Revolución Blanca. Las medidas aprobadas entonces suponían la abolición de la servidumbre, el reconocimiento de la igualdad de derechos para las mujeres y la desamortización de las tierras pertenecientes al clero islámico para su reparto entre los campesinos. La pérdida de sus tierras desagradó a los clérigos musulmanes, que declararon su abierta oposición a estas reformas y acusaron al sha de comportarse como un mal musulmán. Esos clérigos exigían el abandono de la política prooccidental del gobierno del sha y reclamaban el regreso a los orígenes del islam para asumir en toda su integridad y pureza el mensaje del profeta Mahoma. Uno de los más destacados era el ayatolá Ruhollah Jomeini, expulsado del país por su violenta oposición al sha y exiliado en París. La Revolución Blanca no acaba de dar los frutos esperados, y la población iraní comenzó a apoyar cada vez con más fuerza al clero. Jomeini, desde su exilio parisino, enviaba cintas grabadas en las que animaba al pueblo a levantarse en armas contra el régimen del sha; estas grabaciones eran escuchadas en las mezquitas por los fieles musulmanes durante la oración de los viernes. En 1978 hubo huelgas y manifestaciones contra el sha quien, enfermo y falto de apoyos interiores y exteriores, optó por abandonar el país un año más tarde. Entonces Jomeini regresó, proclamó la República Islámica de Irán e impuso la sharia o ley islámica como la única fuente normativa del derecho civil, penal y público. El mismo Jomeini se convirtió en máxima autoridad política y religiosa secundado por miembros de la jerarquía islámica. Los usa, que siempre habían apoyado a los israelíes en sus guerras contra los árabes, se convirtieron para los musulmanes en los mayores enemigos de la religión islámica. Por este motivo y por la asistencia médica que había recibido el sha en Usa, una multitud asaltó la embajada usa en Teherán reteniendo a todos los funcionarios y diplomáticos usa como rehenes durante 442 días. El triunfo de Jomeini y la impotencia de Usa, cuyas tropas fueron incapaces, proporcionaron un gran prestigio al integrismo islámico iraní. Millones de musulmanes se convencieron de que apoyados en la pureza islámica era posible derrotar al poderoso enemigo norteamericano, a sus aliados europeos occidentales y a Israel, el otro gran enemigo del islam. El movimiento integrista islámico consiguió apoyos masivos entre la población de otros países de Asia como Afganistán, y en Turquía, Indonesia y Filipinas.

Afganistán, que es un país montañoso y habitado por diferentes tribus, siempre logró mantener su independencia a pesar de que Uk ejerció un protectorado nominal sobre este territorio durante el siglo 19. Muchos años después, en 1972, una serie de malas cosechas extendieron el malestar entre la población afgana. Al año siguiente, el rey (sha) Mohamad Zahir fue depuesto por su cuñado y primer ministro Mohamad Daud, quien fue asesinado en 1978. El nuevo gobierno firmó un tratado con la Urss. Al año siguiente se produjeron graves disturbios en el país y el presidente Babrak Karmal solicitó la ayuda militar soviética. Durante diez años, más de medio millón de soldados soviéticos fueron incapaces de controlar el país y de someter a los guerrilleros muyahidines (combatientes por la fe) que, con ayuda del armamento recibido de Usa, realizaban ataques cada vez más audaces. Castigados por las enfermedades y hostigados por los muyahidines, los soldados soviéticos abandonaron el país aprovechando una petición de la Onu. Con la marcha de las últimas tropas soviéticas, 1989, se desató una lucha entre los victoriosos muyahidines. En 1994, un grupo conocido como los talibanes (buscadores de la verdad), del que formaban parte muchos estudiantes de teología, acusaron a los muyahidines de traición al islam. Estos talibanes, que ya dominaban el 90 por ciento del país en 1997, establecieron la sharia en su forma más rigorista: a las mujeres se les prohibió todo tipo de trabajo fuera del hogar, incluso a médicas y profesoras. Solo en el norte del país quedó un pequeño territorio bajo control de guerrilleros muyahidines. En Afganistán encontró refugio Osama bin Laden, líder musulmán integrista que fue acusado de ordenar y planificar el atentado terrorista contra las Torres Gemelas de Nueva York el 11 de septiembre de 2001. Un mes después, Usa desató un ataque militar contra el régimen talibán afgano.

La separación laicista entre instituciones políticas y religión impuesta a principios del siglo 20 por Kemal Ataturk, considerado el padre de la moderna Turquía, quedó amenazada cuando el islamista Partido del Bienestar ganó las elecciones municipales turcas en 1994 y cuando Erbakan accedió a la jefatura del gobierno dos años después. Aunque Erbakan dimitió en 1997 y el Partido del Bienestar fue prohibido, los islamistas extremistas turcos fundaron otro nuevo partido que sigue teniendo una gran influencia en la vida política de Turquía. El integrismo también ha causado serios problemas en Líbano (grupo Hezbolá), en Palestina (grupo Hamás) y en algunas provincias con población musulmana en Rusia (como Chechenia).

Tras la independencia de Argelia y durante treinta años, el Fln (Frente de Liberación Nacional) consiguió monopolizar el poder en Argelia con el respaldo del ejército. Pese a que Argelia tenía unos altos ingresos derivados de la venta de petróleo y de gas natural, el nivel medio de vida de la población argelina continuaba siendo parecido al de la época de la colonización francesa. Ante la presión de la opinión pública, el gobierno introdujo el multipartidismo en 1989 y dos años después, diciembre 91, se celebraron las primeras elecciones libres. En la primera vuelta de las elecciones alcanzó el triunfo, con el 47 por ciento de los votos, el Frente Islámico de Salvación (Fis), cuyo programa político incluía la transformación de Argelia en una república islámica. La reacción del gobierno, que pretendía mantenerse en el poder aunque solo había obtenido el 23 por ciento de los votos emitidos, consistió en sacar las tropas a las calles, anular los resultados electorales e ilegalizar al Fis. Los integristas islámicos desataron una oleada de atentados. A fin de 1999, los enfrentamientos entre los islamistas y fuerzas militares y policiales gubernamentales ya habían provocado más de 100 mil muertos, entre los que se encontraba el mismo presidente de la república Mohamed Budiaf (asesinado en 1992). El nuevo presidente, Liamin Zerual, inició conversaciones de paz con los representantes salafistas y convocó nuevas elecciones para 1999. Su resultado llevó a la presidencia a Buteflika, que se oponía al movimiento integrista, pero que concedió una amplia amnistía para evitar el estallido de una abierta guerra civil en Argelia. En los primeros meses del año 2000 algunos grupos islámicos aceptaron la legalidad y la vuelta a la normalidad, que aún no se ha restablecido por completo. En 1989 una junta militar se hizo con el poder en el Sudán, impuso la sharia y comenzó una sangrienta guerra contra la población del sur del país, mayoritaria cristiana.

En la Constitución de Mauritania también se ha introducido la sharia (ley islámica), pero las autoridades han logrado impedir las actividades de los grupos islámicos más radicalizados y violentos. Del mismo modo, los grupos integristas musulmanes han sido perseguidos por las fuerzas policiales en Marruecos, Túnez, Libia e incluso Egipto (a pesar del asesinato del presidente Sadat en 1981).

El movimiento de los países no alineados. Este movimiento internacional, que reunió a muchos países afroasiáticos y algunos sudamericanos, se gestó en la Conferencia de Bandung de 1955 en pleno enfrentamiento soviético norteamericano durante los años más duros de la Guerra Fría. En aquel momento, países que habían accedido a su independencia intentaban fijar una posición conjunta para su acción exterior y diplomática al margen de Usa y Urss. En la primera reunión del movimiento No Alineado, que tuvo lugar en la ciudad de Belgrado en 1961 con la participación de representantes de 28 países, se afirmó el neutralismo, el pacifismo y el derecho de los pueblos de Asia, África y América a desarrollarse sin ningún tipo de injerencia política o interferencia económica externa. Allí también se solicitó una transformación radical de las relaciones internacionales basada en el respeto mutuo, la cooperación, la igualdad de derechos, la convivencia pacífica y la lucha contra la discriminación racial. Los principales impulsores de este movimiento fueron el presidente egipcio Nasser, el primer ministro de la India Nehru y el presidente indonesio Sukarno. Este movimiento continuó creciendo y en la reunión de 1970 en Lusaka ya participaron 54 países como miembros de pleno derecho. En sus diferentes declaraciones conjuntas, los No Alineados insistieron en la negativa a formar parte de alianzas militares y en el rechazo a admitir bases militares extranjeras en sus territorios. En la 7ª Conferencia Cumbre del Movimiento, que se llevó a cabo en Nueva Delhi en 1983, se volvió a reiterar el llamamiento al desarme internacional y la exigencia de una transformación en los mecanismos de intercambio económico a escala planetaria en beneficio de los países más subdesarrollados. Sin embargo, en el seno del movimiento no faltaron ásperos enfrentamientos bilaterales y hasta conflictos bélicos entre algunos de los países miembros.

El mantenimiento del sistema de apartheid en Suráfrica y el conflicto palestinoisraelí en Om eran dos de los problemas más graves que habían quedado irresueltos tras los procesos de descolonización en Asia y África. El primero de ellos fue resuelto durante la década final del siglo 20, pero el enfrentamiento entre israelíes y palestinos prosigue sin que se haya podido encontrar una solución definitiva.

Entre 1948 y 1994, la minoría blanca (un 18 por ciento de la población total del país) logró retener el poder y gobernar en Suráfrica mediante la exclusión y el sometimiento de la población de raza negra, que sufrió una completa discriminación política, social, económica y educativa. Así, y hasta finales del siglo 20, se mantuvo en Suráfrica, uno de los países más extensos y con mayores riquezas naturales del continente, un sistema político y legislativo basado en la desigualdad y en la segregación racial que recibió el nombre de apartheid. Este cruel sistema racista, que fue impuesto por los blancos como reacción ante el avance de los procesos de descolonización en el continente africano tras el fin de la 2ªGm, se creó con el propósito de asegurar el completo control de la minoría blanca sobre la totalidad del país. La mayoría negra (70 por ciento de la población total) recibía una educación y una asistencia médica de calidad inferior, y carecía de todos los derechos (incluso se negó el derecho de voto a los negros). Así, en 1990, el 70 por ciento de los negros eran analfabetos, cerca del 40 estaban desempleados y había solo un médico por cada 90 mil habitantes de raza negra. Por el contrario, analfabetismo y paro inexistentes entre la minoritaria y privilegiada población de raza blanca, cuya atención sanitaria era equiparable a la de los países más ricos de Europa con un médico por cada 620 personas. Las leyes del apartheid, que fue condenado repetidas veces por la Onu por significar un crimen contra la humanidad, institucionalizaban el racismo y pretendían imponer una completa separación racial en todos los ámbitos de la vida social. Los matrimonios interraciales fueron prohibidos para impedir la mezcla de razas; las relaciones sexuales entre negros y blancos eran castigadas al considerarse inmorales y abominables; y además, se impuso la absoluta separación entre razas en playas, fábricas, oficinas, parques públicos, autobuses, trenes, bares, escuelas, zonas de residencia, cines e incluso en las iglesias. El mantenimiento del opresivo sistema de apartheid obligó a la policía (blanca) sudafricana a recurrir a la fuerza para aplastar los repetidos levantamientos de la población negra. Aunque estos motines fueron siempre sofocados dejando centenares de víctimas amenazaban con paralizar las actividades productivas, puesto que los negros surafricanos formaban la clase trabajadora y la economía del país no podía funcionar sin ellos. A finales de los años ochenta, los gobernantes blancos sudafricanos cedieron al comprender que la supervivencia del sistema de apartheid era casi imposible y que su sostenimiento indefinido exigiría el recurso permanente a la violencia represiva contra la población negra, cuya resistencia estaba cada vez mejor organizada. Asimismo, hubo dos motivos más que contribuyeron a la desaparición del apartheid. En primer lugar, el aumento de las movilizaciones de las organizaciones antirracistas de todo el mundo. En segundo lugar, la intensificación de las presiones diplomáticas y económicas internacionales, que dejaron al gobierno sudafricano en una situación de completo aislamiento (por ejemplo, Usa, Rusia y otros países europeos impusieron fuertes sanciones comerciales y los deportistas sudafricanos también quedaron excluidos de la participación en todas las competiciones internacionales). Por todo ello, en 1990, el presidente Frederick de Klerk inició el desmantelamiento del apartheid mediante el anuncio de reformas democratizadoras. De este modo, el principal partido negro opositor, el African National Congress (Anc) fue legalizado y su líder Nelson Mandela fue puesto en libertad tras permanecer encarcelado durante 27 años. Además, fueron liberados más de 10 mil presos políticos negros a cambio de un compromiso por parte del Anc para abandonar la lucha armada de manera definitiva. La población blanca aceptó las iniciativas de F. de Klerk y aprobó en referéndum, con un 69 por ciento de los votos, la supresión de las leyes del apartheid. Al mismo tiempo, se entablaron conversaciones entre dirigentes blancos y negros para proceder a la aprobación pactada de una nueva constitución. En 1994, se celebraron las primeras elecciones multirraciales libres y democráticas en Sudáfrica. La victoria fue para Nelson Mandela, que obtuvo 12 millones de votos y fue elegido nuevo presidente, cargo que ocupó hasta su retirada de la vida política activa en 1999, cuando fue sucedido al frente del gobierno y del Anc por Thabo Mbeki.


Enlaces o fuentes:

PDF La invención del pueblo judío

https://doi.org/10.24241/NotesInt.2023/299/es

Medio Oriente entre los Imperialismos (1945-1973) | Status Puebla

Conflicto árabe israelí

Del Acuerdo Sykes-Picot al Estado Islámico – Dialnet

Medio Oriente: cómo Francia y Uk se repartieron la región hace un siglo – Bbc News Mundo

El islam tiene un grave problema: jamás conoció la secularización | Cadal

PDF. La descolonización de los pueblos islámicos de Oriente Próximo. Gloria M. Delgado, Pearson Educación, México, 1999 

PDF. El islam: dogma religioso y dinámica histórica, Nieves Paradela Alonso

PDF. LA DESCOLONIZACION

El acuerdo Sykes-Picot: nunca tan pocos hicieron daño a tantos

La inexorable Globalización, o respuestas al Libro Gris del Neofascismo Cultural.

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