¿Arde Kabul?

Como norma, me es más fácil entender el mundo por lo que veo, antes que por lo que explique el historiador o el cronista. Las cosas son lo que son y bibliografía y fuentes pueden no ser más que académicos dibujos hechos al modélico modo o servicio de la buena conciencia. Entre las fuentes de las mentiras aceptadas corren con fuerza las que caben bajo los títulos de la política, la democracia, el feminismo, el grupo arte y cultura o alianza de civilización junto al libro frente a las redes sociales.

La democracia, por ejemplo, nos hace ver juego entre iguales lo que nunca lo fue ni lo quiso ser, caso que nos ha ocupado en torno a origen y funciones de las Carreras de Caballos de Sanlúcar o de donde sea. Señor: el caballo de monta, purasangre o no, se sabe lo que es. Se llama hípica en deporte, caballería en el ejército, un español desde el Quijote reconoce al caballero. Abrir el mundo del hipódromo a las grandes masas hoy votantes, ayer sin voto, no tiene rigor histórico. La jaca del contrabandista de Camas recoge los varios cuentos que Sanlúcar se cuenta para que la dejen en paz. Requisitos de justicia poética que bajan el tono a lo injusto del mundo que establece divisiones insuperables: unos a pie y otros a caballo… ¡algo habrá que contar! (También el tenista se cuenta la fábula del recogepelotas que llegó a ganar Wimbledon. Y también el golf se democratiza en modernas urbanizaciones que son comunidades cerradas.) Tenista, golfista y jinete de postín saben valor y precio, lo que cuesta su afición o su pasión: lo llamamos clase, clase de clases sociales, por más que la democracia ponga su eufemismo.

Contrario al eufemismo, de Afganistán llegan noticias alarmadas por el grupo democracia y el grupo feminismo, basta ver las redes sociales: mujeres y niñas afganas corren serio peligro por el abandono en que las deja el amiguito yanqui y aliados (España, UE).

Para yo creérmelo, tendría yo que creerme la tangana que esconde la práctica de la política (esa obsesión por las siglas votables) y la probada eficacia de dos inventos feroces: democracia y feminismo; una democracia que tapa (vela o esconde) la humillación de electores por parte de elegidos y un feminismo que tapa (vela o esconde) la condición de lo mujer o femenino.

Lo femenino empieza a escribirse el día de la falda y el pantalón, efepé que configura dos miradas: pornografía o erotismo, cuya frontera es la mostración o no del sexo activo masculino. Despejada la pornografía, lo que circula aquí y allí es un erotismo como pornografía de bajo grado: lo que se dejar ver bajo las faldas y los escotes, tema que evitan las mujeres feministas.

No tendré que ir a Afganistán para saber que allí, entre la religión y otras convenciones, también las mujeres y sus portavoces femeninos mienten más que hablan.

Deja un comentario