La trampa del programa

LA TRAMPA DEL PROGRAMA en Google Doc

LA TRAMPA DEL PROGRAMA

En muy pocos puntos se resume el propósito y el significado de un proyecto político de cambio. Con muy pocos titulares, con buena publicidad y sin demasiados nombres propios que acaben en acoso mediático o en culto a la personalidad. Y sin caer, tampoco, en la letra chica del programa: medidas, plazos y cuantías que no hacen más que servir de argumento al enemigo, como se está viendo en el tratamiento a dirigentes y propuestas de Podemos. Lo que importa es lo que une, más que jugar a si se suben o se bajan los impuestos o qué será de la deuda pública. Todo habrá que discutirlo, pero de momento el programa no haría más que dividir: unos, con su carta a los reyes magos de los partidos y estos ofreciendo política a la carta. En vez de eso, que el cambio consista en acabar con el trío PP, PSOE y Casa Real y en abrir un proceso constituyente, planteando las próximas elecciones generales como un referéndum, de sí o no, o como la toma del Estado, que es modernamente la toma de las urnas, y con su mismo lenguaje: democrático, pacífico y virtual. Y, por supuesto, constitucional.

Izquierda Unida, Podemos o el proyecto que agrupe a las siglas por el cambio necesitan tres quintos o dos tercios de las Cortes para dejar en suspenso la Constitución de 1978 y poner en cuestión: (1º) la forma y jefatura del Estado, (2º) el mapa de España, con autonomías o federaciones, (3º) la españolidad de Ceuta, Melilla, Andorra, Gibraltar y bases de Rota y de Morón, (4º) hacia la neutralidad de España en el concierto de las naciones, (5º) con renuncia a la guerra como forma de resolver conflictos, y (6º) hacia los Estados Unidos de la Península Ibérica o como se quieran llamar.

Cuando todo eso está por ver, lo mejor es no discutirlo ahora, sino una vez tomado el Congreso, vía democrática, en las Elecciones Generales de 2015. Izquierda Unida, Podemos o quienes se sumen al proyecto tienen que recoger la abstención, el voto en blanco, el voto indignado y el voto proveniente de cualquier otra formación política, con tal de que quien vote el proyecto sepa que está votando por una nueva época y otra manera de hacer las cosas.

Vamos a seguirle el juego a quien acusa al cambio de populismo y de que el cambio no tiene programa: no lo tengamos. Ni tontos ni marxistas, primero ganemos la mayoría y ya veremos en qué la gastamos. Una mayoría estadística sabrá imponer sus prioridades y sabrá por dónde empezar a hacer política. Cuando el programa sea la gente al frente del Estado.

La trampa del programa, diciembre de 2014

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