Informe Podemos, esta es la historia.

Informe Podemos, esta es la historia.


Primera Parte. Cuando éramos antifascistas.

Nunca me fie de Podemos. Solamente el modo superestar de ser líderes sus dirigentes, previamente elegidos entre una masa de electores compulsados en democracia; solo ese ser el Coletas y acceder al Consejo con tu mujer, a su vez obnubilada en un paisaje de siglas por un idioma pendiente; solo esa entrada en partido que desinhibió tan potente movimiento como era el primer Podemos, cuando el movimiento no exigía límites entre lo que sería o fue Podemos, Democracia Real, ¡ya! o 15-M (corría el año 2011, año al que yo me apunté); solo esas críticas que ahora repaso me llevaron a esta reflexión el año 14:

Me preguntan por Podemos. Miren ustedes. El medio es el mensaje. Como expresión, cualquier fenómeno Podemos es interesante. Como organización, ya empezamos con los problemas: liderazgo, ejecutiva, financiación, escaños, militantes. Si el mensaje de Podemos no se impone al medio, que es la política convencional de territorio, elección y democracia, Podemos no podrá nada. La única estrategia de Podemos sería cuestionar el principio de representación que divide en dos a la ciudadanía, en electores y elegidos, cuestionar las fronteras, y las del mapa de España, y negar de una vez una administración (o democracia) que no responde a la estadística, y esto se vería en justa proporción a una población representada por riguroso, vinculante y transitorio azar. Cualquier política basada en unas ideas, en un programa y en unas personas, antes o después acaba pidiendo adhesiones, lo que se presta a manipulación y a culto a la personalidad. Hasta ahora, los partidos progresistas han querido insuflar en sus clientes naturales (mujeres, trabajadores, minorías) unas ideas tenidas por avanzadas. Pero la prueba del fracaso son las ideas convencionales, religiosas, marujonas o futboleras, de la mayoría de esa población, que por algo elige banqueros, actores, esposas, viudas o registradores de la propiedad para ponerlos al frente del Estado. Dejemos las ideas y vamos a hablar de números. En adelante, con que la política refleje lo que somos y cuántos somos, no lo que pensamos, con que ponga y quite de la cosa pública como ya se hace de las juntas de vecinos, jurados populares o mesas electorales, que van por toca, el resultado tendría la fuerza y la lógica suficientes para abordar la cuestión palpitante que, por supuesto, sigue siendo la economía y el reparto del tiempo libre y la riqueza. (Tinta de calamar, 13, año 2014)

Vino después (septiembre 2015) lo que eLTeNDeDeRo llamó anibalismo: Se llama anibalismo o síndrome de Aníbal a una variante del pánico escénico, estado inhibitorio que padece quien teniéndolo todo a favor para ganar la escena, se niega. Es lo que le pasó a Aníbal Barca (247-183), general cartaginés, quien, después de haberle dado una soberana paliza a las legiones romanas (Cannas, 2 de agosto de 216), no cayó sobre Roma, que tenía a su alcance, lo que hubiera cambiado el curso de la Historia. La lógica de Roma, en cambio, fue implacable y su venganza, terrible: Delenda est Carthago. Y años más tarde Cartago fue borrada del mapa (146). En la reciente historia de España, la última ocasión de tomar Roma la tuvo Pablo Iglesias mientras Podemos fue un movimiento, un magma, un estado de opinión, fenómeno de masas que Podemos ha desperdiciado. Tras anunciar una segunda Transición, que acabaría con el régimen de la primera, tras amagar con hacer saltar la Constitución de 1978, y teniendo tanto apoyo y toda la indignación que venía cuajando desde el 15-M, Pablo Iglesias cayó en las redes de La Sexta hasta reconvertir su lenguaje en lo que ahora es: el de un jefe convencional de un partido convencional. De segunda Transición, ni se habla. El caso Pablo Iglesias recuerda a Felipe González. En 1982 el Psoe obtuvo el 48,11 de los votos; el PCE, el 4,02. Esa mayoría social, pasada por la ley d’Hont, era absoluta en el Congreso y en el Senado, y Felipe González ganó su investidura por 207 a 116. Con esa goleada de escándalo, el Psoe reaccionó como Aníbal. Teniéndolo todo a favor para devolver a España lo que le arrebató la larga noche del franquismo, el nuevo y flamante presidente no tuvo valentía para legislar y cumplir sus compromisos de campaña: continuidad dinástica, eclesiástica y militar, concordato con la Santa Sede, integración en la Alianza Atlántica. Hasta que el PP de José María Aznar echó a Felipe de la Moncloa, lo que repetirá Rajoy con el breve capítulo de Zapatero. Delenda est Izquierdía. Y la izquierda fue destruida.

En abril de este año 21 ante las elecciones a la Asamblea de Madrid de martes 4 de mayo:

Un fantasma recorre España aventado por una ultra de Vox, contra Podemos y Pablo Iglesias: el fantasma del frente popular democrático o antifascista, de la España de izquierdas contra la España de derechas de Vox y Ciudadanos y del PP, lo que exime de ir en contra del aparato del Estado, policía, judicatura, 155 contra el independentismo en Cataluña. Pablo Iglesias Turrión, que hoy tiene 42 años y vivió a los 20 la caída de Pujol, ha navegado la mitad de su vida contra el derecho a decidir de Cataluña; seguía con su copla “gente / casta” y “lo que de verdad importa a los españoles” mientras apoyaba un vago referundismo dentro de un marco federal nunca muy comprometido en programa para su coalición con el Psoe de Pedro Sánchez. Durante todo ese tiempo Pablo Iglesias estuvo desaparecido. Ya el remate fue Juan Carlos Monedero echándole la culpa del fenómeno Vox al soberanismo.

La España Unida Podemos de “lo que de verdad importa a los españoles” era terrón de azúcar que se da a los animales para que hagan su esperado número en el circo. Eso, supongo, es auténtico populismo: fingir que el antifascismo se levanta contra Vox, y no: el antifascismo hacía falta como cuajó en España el Pacto por la Libertad en los años 60: todos unidos por la democracia y contra la dictadura, fuese cual fuese la causa o el origen de la represalia. Por ese filtro, que no lo era, pasaron luchas y solidaridades con todo tipo de luchas, desde cristianos por el socialismo, terrorismos aberzales, quinquis como el Lute o casos como los de El crimen de Cuenca. Nunca preguntamos al represaliado Y tú, ¿de quién eres? Lo de Podemos con Cataluña ha resultado una abyecta cobardía que solo Vox como enemigo ha podido disimular. Allá quien se lo crea.

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