Cómo reluce la misión humanitaria de fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado, junto a oenegés y otras caridades verdaderamente admirables
Apenas publicado Qué pasa en Ceuta, me sopla Narbona, mi agente en El País:
—No te pierdas Bernabé López García en Jugar con fuego a ambos lados de El Tarajal. [Yo desconfié en principio porque, al extremista que soy, le parecía de esa España agradadora dada a rechazar los extremos con ese “vengan de donde vengan” que tanto detesto. Alguna razón me daba ver que para Bernabé López García la Crisis de Ceuta -título provisional- había sido como una Marcha Verde en infantiles (marcha de los menores) y también cuando sugiere que el dirigente polisario podría haber sido hospitalizado en Cuba o Venezuela. Luego me di cuenta que todo era lenguaje diplomático, ese que te da claves para una de espías, nunca para resolver un problema.]
Hasta los ojos tiene potegidos la criatura
Sostiene López García que se está pagando tarde y mal no haber llegado a un acuerdo sobre el Sáhara con Marruecos, eso que Hassan II llamaba territorios del sur. Ceuta y Melilla, según él, debían inscribirse en un marco mediterráneo, Gibraltar incluido. «Mohamed VI no ha calculado que con esa marcha de los menores hacia Ceuta se está alentando al auge de la extrema derecha -visible desde las elecciones andaluzas- que puede estallar a los dos lados de la frontera, con el polvorín por el cierre del tráfico de mercancías sobre la ciudad de Fnideq (antigua Castillejos) que ha privado de subsistencia a millares de marroquíes.»
El error español fue brindar a Marruecos pretexto para una indignación justificada: acoger a Brahim Ghali, secretario general del Frente Polisario, cuando Marruecos presionaba para sumar más países a la marroquinidad del Sáhara Occidental, después del reconocimiento por Donald Trump y tras suspender relaciones con Alemania por haber impulsado la convocatoria de un Consejo de Seguridad contra la medida. «Al hilo de Alemania, socio UE, España podría haber pretextado que Brahim Ghali es el factor de la otra parte que la Onu aún reconoce como interlocutor de Marruecos.» (Hasta aquí Bernabé López García para El País.)
Lo que sigue es un mate en tres movimientos:
1.
Directo desde la Zarzuela: Durante un encuentro con el senador Ed Muskie, enviado personal del presidente Jimmy Carter en gira por Europa, y el embajador de Usa en España, Terence Todman, el Rey Juan Carlos admitió que se podía ceder Melilla a Marruecos. Veía más complicado hacer lo mismo con Ceuta y especuló con ponerla bajo un protectorado internacional similar al que tuvo Tánger entre 1923 y 56, hasta la independencia del reino alauí. Un resumen de la conversación de más de hora y media quedó reflejado en telegrama secreto al Departamento de Estado (desclasificado en 2014) al que hace referencia el historiador Charles Powell, director del Real Instituto Elcano, en Rey de la democracia, publicado por Galaxia Gutenberg. El encuentro tuvo lugar el 30 de abril de 1979, tres años y medio después de la Marcha Verde, una crisis de la que surgió el vínculo entre Don Juan Carlos y Hassan II.
2.
Directo desde Marruecos: En una entrevista concedida a una cadena egipcia, Saadeddine El Othmani, del islamista Partido de la Justicia y el Desarrollo, ha dicho que el statu quo sobre Ceuta y Melilla dura ya cinco o seis siglos y que el debate se abrirá algún día: el Sahara es la prioridad. (La Gaceta de la Iberosfera, 21/12/2020)
3.
La tercera y última jugada la da un observador imparcial y no comprometido ni con la prensa ni con el consorcio de oenegés que manejan el cotarro humanitario: ¿Cuántos millones tenemos que pagar valencianos, catalanes y baleares para mantener el pasado colonial de Castilla en África por las plazas de Ceuta, Melilla, Perejil, etc.? (@Valencianistesc)
Quien ahí vea una conjura de extremos, fatalmente acierta. España es ese gran error histórico, ese Estado fallido madrastra de Estados fallidos por dinastías que nos han vendido, literal y académicamente, a un juego de cartas reales que luego se hicieron naciones o repúblicas (Francia, Inglaterra, Estados Unidos) y últimamente copan los grandes titulares.
Desde que acabó el monta tanto de los Reyes Católicos -a buenas horas sustituido por la política matrimonial- España ha sido Castilla en detrimento de todo lo que se movía. Ya, sin salir de la península, España y Portugal dan lección grotesca de estados disminuidos físicos y psíquicos cuanto más independientes. Ya se perdió Gibraltar de resultas de una Guerra de Sucesión que no hubiera nunca acontecido. Salvo por lo vendido por Franco a los Estados Unidos (bases aéreas de Morón, Zaragoza y Torrejón, y Base Naval de Rota) corresponde a los Borbones la infamia de la pérdida de España, negra historia tan negra cuando dio marcha atrás, como en el Tratado de Utrecht (1715), que costó a España Gibraltar y Menorca, como cuando quiso sacar pecho con Marruecos: Primera Guerra, 1859-60; Guerra de Margallo, 1893-94; Guerra de Melilla, 1909; Guerra del Rif, 1911-27.
Quien en la monarquía española vea un problema de eméritos y urdangarines, una urticaria de corrupciones que remediaría una república, se quedará tan corto de vista como quien en Cataluña veía fraudes del pujolismo, y no el afán de un colectivo -que ya alcanza el 52% del voto- por separarse de una España, de la que nos sobran los motivos.
No haber hecho frente al concepto España, a la construcción España o al costructo España (se dice ahora), ha sido el gran error del voto útil a Podemos, fuerza política más conservadora que toda la ultra derecha, por cuanto sus efectos y encandiles actúan sobre pobre gente que tiene a Pablo Iglesias y compañía en un altar de dioses caseros benefactores de España, del trabajo y la familia.
Yo solamente mane, tézel, fares: cuento, peso, divido, como quien me dio nombre, el profeta Daniel.
Pueden leerlo en ¿Quién como yo?, de Daniel Lebrato (1996)
Gracias: A. Narbona.