revista de prensa para empezar el año.

Para salir de las uvas que lució la televisiva de turno, [eLTeNDeDeRo] les propone una ojeada a tres artículos de opinión (graduados de más a menos interés), que tienen que ver con economía, literatura y filosofía. Servirán para volver a una realidad inevitable.


Manuel Delgado Cabeza. Élites de poder económico en Andalucía (1). Portal de Andalucía. 2 enero, 2021.

En la última década, mientras se recortaba casi todo lo social y empeoraban las condiciones de vida de la mayoría en el Estado español, el valor del patrimonio de las 200 grandes fortunas se ha duplicado, pasando de 129.400 a 266.500 millones de euros. Los diez mayores patrimonios pasan de acaparar un 32,1 del total de los 200, al 47,6 (Informe anual El Mundo). Este enriquecimiento de los más ricos no tiene como fuente lo productivo, como muestra la evolución del pib, que apenas crece en este período, ni es el resultado de trabajo, utilidad o función social alguna: es mera revalorización de activos financieros, inmobiliarios u otros; del aumento del precio de acciones y revalorizaciones anteriores; lucro sin contrapartida, como señala José Manuel Naredo en su Taxonomía del lucro. En 2020, de estas 200 grandes fortunas, más de la mitad están localizadas en Cataluña, Madrid y País Vasco. Andalucía se sitúa con 11 apellidos entre los 200 y el 2,2 del valor patrimonial, con dos actividades predominantes: la agroalimentaria y en menor medida el binomio construcción y turismo.

La evolución de los activos agrarios o agroalimentarios ha experimentado en las cuatro últimas décadas una doble trayectoria. Por un lado, la parte más saneada del acervo empresarial local ha sido apropiada y o puesta al servicio de grandes transnacionales, con una fuerte pérdida de protagonismo del capital y los grupos locales de poder. La novela de Caballero Bonald En la casa del padre da cuenta de cómo para esta vieja oligarquía agraria, en los 80 “todo tenía ya un áspero, un insoportable olor a decadencia”.

Dentro de este grupo nos encontramos apellidos Domecq, Osborne, Larios o Carbonell, cuyos patrimonios empresariales fueron adquiridos por grandes corporaciones a partir de mecanismos apoyados en la creación de valor como la emisión de títulos, deuda no exigible que les proporciona la apropiación de riqueza ya creada. En el caso de la adquisición, a finales de los noventa, del grupo Cruzcampo por Heineken (649 millones de euros), la multinacional cervecera consigue muy pronto sumar a esta apropiación la de plusvalías por valor de 300 millones de euros generadas por una operación de especulación inmobiliaria en los terrenos donde se situaba la fábrica. Para eso hubo que cambiar el plan urbanístico de Sevilla, que tenía como pilar básico la participación ciudadana. En una maniobra especulativa que se justifica por parte de la corporación municipal, gobernada por pacto Psoe Izquierda Unida, por la búsqueda y utilización de espacios de oportunidad bajo el lema “Sevilla, la construcción de un sueño”.

El otro camino seguido por esta burguesía agroalimentaria ha sido el de prosperar con la globalización de sus negocios o, utilizando su posición de poder, convirtiéndose en concesionarios de grandes corporaciones multinacionales. En este grupo, entre las familias que han expandido sus negocios hasta convertirlos en globales o han prosperado con la adjudicación de procesos de elaboración y distribución de grandes marcas multinacionales encontramos apellidos como González-Gordon, Osborne, Caballero, las ramas familiares Bohórquez Domecq o los Mora-Figueroa Domecq, todas fortunas ligadas en su origen a la vieja oligarquía terrateniente bodeguera jerezana.

De los integrantes de esta burguesía vinculada al marco de Jerez quienes han alcanzado los valores patrimoniales más altos, la familia Mora-Figueroa Domecq y Ana Bohórquez Escribano (4º y 6º lugar en Andalucía en 2020), lo han hecho como concesionarios de la mayor corporación mundial de bebidas: Coca-Cola, cuya franquicia, Rendelsur, ha ido experimentando un fuerte proceso de crecimiento, llegando a ocupar durante muchos años el segundo lugar, después de Heineken, entre las empresas agroalimentarias con sede en Andalucía.

Los Mora-Figueroa Domecq regentan hoy un extenso entramado de fincas, con 25.000 hectáreas de tierra de su propiedad, bodegas, suelo e inmobiliarias. Propietarios de grandes latifundios como Las Lomas, (12.000 hectáreas), son también los dueños del Santa María Polo Club de Soto Grande, punto de encuentro de las mayores fortunas del mundo. Como otras muchas familias de terratenientes andaluces, la familia Mora-Figueroa sobresalió́ por su apoyo a la sublevación militar de 1936 y al franquismo después. Como cuenta Paul Preston en el capítulo de El holocausto español, miembros de la familia Mora-Figueroa fueron destacados integrantes de Falange y participaron activamente en la insurrección encabezando una columna junto con otros representantes de la oligarquía terrateniente jerezana que llegó a conocerse como el Tercio Mora Figueroa, que protagonizó la toma y la represión de una parte de la provincia de Cádiz, de la Serranía de Ronda, de Málaga capital y de zonas de Córdoba y Badajoz. El premio a esta fidelidad terminaría siendo su mejor negocio: la concesión de Coca-Cola en Andalucía y Extremadura. El reparto de las licencias de esta marca la hizo en 1951 Juan Manuel Sáinz de Vicuña, casado con María Fernanda Primo de Rivera, nieta del anterior dictador y miembro también de esta oligarquía terrateniente jerezana.

Para ilustrar en los últimos años la conexión de estos clanes organizados con las redes de poder que garantizan la reproducción de sus posiciones de privilegio desde el Estado, se puede tomar el caso de Miguel Arias Cañete, máxima expresión de las puertas giratorias y punto de intersección de diversos círculos de influencia económica y política. Casado con Micaela Domecq Solís-Beaumont, una de las mayores latifundistas de Andalucía, cuya familia recibió 1,8 millones de euros en subvenciones de la PAC mientras Arias Cañete era ministro de agricultura a través de empresas a las que él estuvo vinculado como administrador. El cruce entre los apellidos Domecq y Arias produce una densa maraña de intereses empresariales cuyo capital acumulado fue desviado en parte a paraísos fiscales, como mostraba la aparición de Micaela Domecq en los Papeles de Panamá, ejemplo de cómo estas élites andaluzas continúan utilizando con impunidad el aparato del Estado, ampliado ahora al de la Unión Europea, para ampliar su riqueza y su poder. Continúan vigentes las palabras de Joaquín Costa en su Oligarquía y Caciquismo de 1901: El gobierno del Estado no es un régimen parlamentario viciado por corruptelas y abusos, sino un régimen oligárquico servido por instituciones aparentemente parlamentarias donde eso que llamamos desviaciones y corruptelas constituye la forma verdadera del Estado.

La Junta de Andalucía replica, acompaña y participa de este neocaciquismo desde una posición de clara subalternidad. ¿Qué hubiera dicho aquel jornalero andaluz que en la Segunda República, ante el capataz mandado por el amo para comprar su voto exclamó, negándose,

—En mi hambre, mando yo.

al enterarse de que los supuestos representantes del pueblo al que él pertenecía otorgaban en 2006 a Cayetana Fitz-James, Duquesa de Alba, veinte veces Grande de España, el título de Hija Predilecta de Andalucía?


Víctor Moreno. ¿Dónde está la literatura en Patria? Nuevatribuna. Crítica Literaria. 24 de diciembre de 2020.

No tengo idea de cuál fue la intencionalidad de F. Aramburu cuando escribió Patria (2016) y, a posteriori, cuando vendió su historia a una serie cinematográfica (2020). Tampoco lo lamento. No reniego del análisis ideológico de una novela. Defiendo la existencia de un método que diagnostique cómo un autor inserta ese mundo de las ideas en un relato, sin que estas se vean en el texto como la luz del día, como sucede en Patria.

Una novela que sigue alimentando las razones para que sigan existiendo dos tipos de lectores enfrentados no es buena señal, ni ideológica, ni literaria. Desde este punto de vista, se trataría de una pésima novela si se tiene en cuenta que contradice las buenas intenciones del autor que buscaba la superación del conflicto a un nivel emocional y catártico entre las partes. En efecto. Tras su lectura, los buenos optan por los buenos y los malos por los malos. Y no creo que, tras su lectura, haya muchas conversiones, sino, al contrario. Los bloques enfrentados ideológicamente, antes de leer la novela, seguirán situándose en el mismo dique del autismo ideológico después de leerla, y, desgraciadamente, seguirán sin aceptar que una novela pueda estar bien escrita si va en contra del propio pensamiento. Nadie puede decir que Patria sea una buena o mala novela, si no se demuestra con un análisis riguroso de ella, basado en criterios literarios que hacen posible tal bondad o maldad estética. Afirmar que es una mala novela, porque su tesis no concuerda con mis criterios; o, al contrario, sostener que es una buena novela, porque defiende lo mismo que yo pienso, sigue siendo un criterio tan humano como peligroso para la salud de la literatura. No debería olvidarse que una novela puede estar muy bien escrita y no gustarme. Y que una novela puede gustarme infinito y ser, sin embargo, una depravación escrita. Que un escritor consiga que el lector sienta afinidad o repugnancia por un personaje es, qué duda cabe, un acierto literario. Y Aramburu, por las respuestas producidas en sus seguidores y detractores, lo ha conseguido plenamente. Pero, si observamos esas opiniones contrariadas, comprobaremos que no se basan en criterios literarios, sino derivadas de un maniqueísmo ideológico patente. Para un escritor, que asegura que el poder de su escritura está en su estética, ver que las críticas, tanto positivas como negativas, solo se aguantan en pivotes políticos y no en valores literarios no debería agradarle lo más mínimo. Y a la crítica literaria, tampoco, no por honradez intelectual, sino por si siguen manteniendo el axioma de Stendhal que tanto les gustaba repetir en los 80: la política en una obra literaria es un pistoletazo en medio de un concierto.

Se supone que el escritor es un cultivador de matices puestos en escena gracias a la ambigüedad literaria y ante la cual el lector se ve obligado a reflexionar y decidirse por sí mismo. Este ámbito de la libertad del lector no existe en Patria, porque el autor no la permite. Al final, e inexcusablemente, te identificas con los buenos que se supone son como tú, y desprecias a los malos porque son tu antítesis. El lector no es que sea tonto o listo, es que no le queda otra salida. Se siente atrapado. Porque, el universo de Aramburu es hermético. Hay que ser muy tonto para no inclinarse por los buenos vascos, es decir, por las víctimas de un bando que piensan, leen y viajan, mientras que los vascos malos, son unos mendrugos mentales, calculadores y mendaces. Nabokov, aunque estuviese de acuerdo con la tesis de Patria, escupiría sobre ella.


Nuevatribuna. 01/01/21. Reflexiones filosóficas para después de la pandemia. José María Manzano Callejo.

Una primera reflexión que me planteo es meditar sobre la idea de la vida y de la muerte. Conceptos aparentemente tan antagónicos forman parte de la misma realidad. Porque generalmente nos planteamos estas reflexiones en momentos de incertidumbre. Parece que un primer pensamiento que nos asalta es el miedo a lo desconocido, pero de forma más profunda lo que nos aterra es el miedo a la nada, a desaparecer y sobre todo a tomar conciencia de que somos seres finitos.

Algunos círculos filosóficos apuntan que lo contrario a la vida no es morir, sino mal vivir. Morir es la consecuencia lógica de existir Para aprender a morir, es fundamental aprender a vivir.

A veces creemos que la filosofía es algo ajeno a nosotros como la formación académica lo es a algunos personajes públicos en nuestro país. Verdaderamente esto no es así. La filosofía se encarga de estudiar cualquier problema que afecta al ser humano, realiza un esfuerzo por pensar para vivir un poco mejor. La gente de a pie, al igual que los filósofos, se cuestionan preguntas sobre la realidad que les rodea, sobre cómo pueden mejorar esta realidad para ellos y los cercanos a ellos.

Todos tendemos a repetir aquellas experiencias que nos han sido gratificantes, esto lo hacemos sin haber teorizado sobre ello, tal como hizo Frederich Nieztsche en su teoría del eterno retorno, en la que propone como ideal de vida aquella que desearíamos que se repitiera infinitas veces.

Para muchos de nosotros el pensamiento de que los sentidos nos engañan y la realidad es independiente de lo que nosotros pensemos es bastante común: Pues ya fue formulado en su Teoría de las Ideas por Platón.

¿Quién de nosotros no ha pensado alguna vez sobre la dualidad alma/cuerpo? El racionalista Descartes aportó esta dualidad del cuerpo y una sustancia espiritual que lo dirige y es la fuente de nuestra consciencia.

Muchas veces nos preguntamos si el progreso no va a tener un efecto boomerang que se vuelva contra nosotros. Ya Jean Jacob Rousseau, hace dos siglos con su Teoría del Buen Salvaje nos viene a decir que un niño no socializado completamente (el buen salvaje), seguramente se comportaría más éticamente que un adulto contaminado por las convenciones sociales.

Quien de nosotros no ha tenido el pensamiento y el paso al acto en cuanto a crítica sobre la tradición y la autoridad. Pues en los años cuarenta la filósofa estadounidense Martha Nussbaum, premio Príncipe de Asturias de ciencias sociales 2012, creía que la filosofía aportaba los instrumentos para esta crítica.

Todos nosotros de forma real o ideal luchamos por ser felices. André Comte-Sponville, filósofo francés, nos transmite la idea de que la filosofía ayuda a pensar sobre nuestra realidad para dejar de vivir una vida estúpida e intentar por ello ser más felices.

En una sociedad como la actual, consumista y sin tiempo aparente para pararse a pensar, podemos creer que la filosofía está en situación agónica. Todo lo contrario, la filosofía en nuestra sociedad debe ayudar a cuestionarse la realidad. Esto nos llevará a una mejor toma de decisiones no basada sólo en motivos casi exclusivamente materiales. Si no tenemos en cuenta esto caeremos en el esperpento que vivimos actualmente en la pandemia que padecemos, donde nuestros políticos, en muchas ocasiones pretenden que predominen los criterios económicos sobre los de salud pública.

Ojalá nos ocurra como al filósofo estadounidense Michael J Sandel: me dejé seducir por la filosofía y todavía no me he recuperado…por todos los sitios donde viajo la gente debate sobre, la justicia, la igualdad, la libertad, la solidaridad, la responsabilidad, la memoria histórica…

Una crítica frecuente a la filosofía, es su aparente falta de utilidad práctica. Un filósofo español actual, Carlos Fernández Liria, cree que sin la filosofía la vida carecería de sentido en sí misma. ¿Tendría sentido vivir sin cuestionarse los principios más básicos del existir? Eso sería mantenernos en una vida inauténtica en el sentido que le dio Heidegger.

Por tanto, para concluir, afirmamos con Marina Garcés, que no se trata de si la filosofía es o no es útil, sencillamente es necesaria.

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