Cada monarquía tiene su propia corrupción. Donde antes fallaba un rey porque no follaba y era incapaz de dar al reino heredero, hoy falla por llevarse, en plan moderno, una comisioncita por gastos de gestión y representación, que es para lo que fue mandado, a Arabia o a donde sea.
Corrupción es pasar por democrática una institución reñida con cualquier poder que venga del pueblo. Y ese poder no solo se expresa por elecciones; también, por plebiscitos o referendos. Felipe, Letizia y las infantas, que tienen la campaña hecha, son capaces de presentarse y ganar. Y un Macron español, ¿para qué? La presidencia de la república, como monarquía sustituta, fue respuesta al horror vacui ante un rey decapitado, y hoy tampoco se sostiene; menos aún, el predicamento de una casa real árbitra de paz entre las dos Españas, siendo la otra la nostalgia por la Segunda República, que pide referéndum con su bandera tricolor.
De 1700 a 1715, Tratado de Utrecht, la corona española (española, por decir algo) escenifica la corrupción de la sangre o del semen. En 1700 muere sin descendencia Carlos II, último Austria, y llega el primer Borbón, Felipe V, Guerra de Sucesión y pérdida de Menorca y del Peñón de Gibraltar. El descosido por Gibraltar se despacha al ‘democrático’ modo: “El Peñón es lo que los llanitos quieren ser”. Que se lo cuenten a Cataluña.
Después de Utrecht, el carlismo: otra vez España en guerra por culpa de la real coyunda y los reales partos. Bajo diversos nombres y bajo el lema Dios, Patria, Rey (más Fueros), el Partido Carlista, desde 1833, protagonizó tres guerras civiles (1833-76) y conspiró contra dos repúblicas, Primera (1873) y Segunda (1931), como milicia del Requeté, que en 1937 pasó a Falange Española.
Lástima que la vieja izquierda Pce Psoe (Carrillo y González, 1977), sabiendo la Corona baluarte de la extrema derecha, haya empeñado al país en reconducir la realeza. A esa izquierda, que ahora marca distancias con el rey emérito, por cuanto salpica al reinante, habrá que recordarle que suprimir buenamente la Jefatura del Estado es el camino más corto a la república.
Otro día hablamos de republicar tanto museo Reina Sofía, tanta avenida Juan Carlos Primero, tanto premio Infanta de Asturias.
Allá el Real Betis si sigue siendo real.
En portada, Rafa Iglesias interpreta el tema Urdangarín: meter mano y sacar cacho.