Sostiene mi amigo de izquierdas que a España están rompiéndola los de arriba para que en España no quepamos los de abajo. O sea, que hay problemas que se están desatendiendo por la irrupción de la cuestión catalana en nuestras vidas: un análisis tipo Psoe + IU + Podemos, izquierda electoral toda ella renuente o mirando para otro lado como si no hubiese doce personas (españoles catalanes) en el banquillo de los acusados por Vox, la ultraderecha, y por una Fiscalía que pagamos mi amigo y yo y los de abajo.
La que llaman independencia de Cataluña –concepto máximo que deberíamos rehusar: la fase no es independentismo sino referundismo– de ninguna manera rompe España. No estamos ante la balsa de piedra de Saramago. El referundismo sería reconocer el derecho a decidir tanto de Cataluña como de cualquier autonomía, podría ser Andalucía. ¿Qué tienen contra ese derecho mentes lúcidas y bien orientadas, gente no comprometida con la política como cortijo ni con España como orgullo histórico? –¡Yo estoy de acuerdo!, dice mi amigo, pero es que lo de Cataluña no es de Cataluña: es de toda España que toda España tendría que votar! Y piensa [eLTeNDeDeRo]: Esto es como el ¿Qué tengo yo, que mi amistad procuras?, de Lope de Vega: ¡Cuántas veces la izquierda me decía: alma, asómate a la democracia, verás con cuántas urnas llamar porfía. Y cuántas, democracia soberana, mañana refrendaremos, respondía, para lo mismo no refrendar mañana.
Pasan ¿diez, treinta años? desde que alguien desde la izquierda dijo: España Estado federal o reforma de la Constitución para el encaje de las nacionalidades. Pasan elecciones y elecciones y ni el Estado convoca a referéndum sobre la cuestión territorial ni la gente como mi amigo, republicano y federal, se moviliza para exigir ese referéndum o esa reforma de la Constitución. Lo que arrancó por Lope de Vega está acabando como el perro del hortelano, que ni vota ni deja votar.
Otro día hablábamos cómo quienes se plantean España por la parte catalana que les duele, podrían, siendo coherentes, plantearse todo el mapa de España y ver lo que al mapa de España falta y sobra. Reconocerían que Ceuta y Melilla son África; que Gibraltar volviera a ser España (y más, ahora que Reino Unido sale de la UE); que las bases de Morón y Rota son pérdida de soberanía y cesión de territorio; y que España sería más Estado y más Europa si España se integrara con Portugal en una República Ibérica, República Catalana incluida.
Quien vote el 28 de abril estará votando un Estado que con nuestro dinero financia una Fiscalía que está por condenar a doce del patíbulo (de quienes se puede discrepar) por obedecer un mandato que (nos guste o no) salió de las mismas urnas de cristal que el día 28 nos pondrán por delante. Échenle una ojeada a Rosario Sevilla Soler, Reacciones a la independencia de Cuba. Verán cómo la cuestión cubana la izquierda española la contempló con parecida lejanía. Mismo desastre del 98.