huelga general contra las elecciones del 28‑A.

La democracia, que era la solución, ha pasado a ser el problema.
(El Viejo Topo)

La teoría distinguía entre huelga, huelga general, huelga general política (para derrocar a un partido en el poder) y huelga general revolucionaria (para un cambio de modelo o de sistema). Desde que la clase obrera está absorbida por el bienestar del Estado del Bienestar, la huelga, todas las huelgas, han perdido su esencia. Hoy el paro laboral es privilegio de oficios de élite tipo controladores o pilotos aéreos, o en el otro extremo, subempleos que nadie quería, como el servicio de recogida de basuras. Sin aviones y con la peste se puede bloquear un país.

El Mayo del 68 consistió en huelgas y manifestaciones. Antes de los militares del general Pinochet, a la Unidad Popular de Salvador Allende (Chile, 1973) se la cargó una huelga de la patronal del transporte. En Portugal, la dictadura salazarista duró lo que tardó una huelga del ejército (Revolución de los Claveles, 25 de abril de 1974). Y en Venezuela hemos visto cómo un sabotaje en el suministro eléctrico puede inducir a la contra. Y es que todas las revoluciones, pero también todas las involuciones, han coincidido con períodos de carencia y carestía muchas veces motivadas por huelgas estratégicas.

En sociedades muy funcionariadas donde los gobiernos imponen servicios mínimos abusivos y la patronal el descuento en nómina, la huelga es arcaísmo de un lenguaje de lucha sindical que consolida y conserva lo peor de una sociedad. Basta pensar las huelgas de Navantia o del sector del taxi. El Bienestar es lo que tiene, que, por defender el suyo propio, el trabajador, hombre o mujer, vacía de contenido viejas y nobles consignas. Otro tipo son las huelgas como del 8 de marzo por la mujer o del 15M por el clima. El significante huelga persiste pero el significado ha cambiado.

Una modalidad de huelga que tampoco es huelga sería un boicot activo, crítico y masivo a votar en las urnas como forma de vaciar al Estado y a la clase política del pedestal democrático a donde fue elevada. Vista la Fiscalía contra el Procés, quien vote el 28 de abril estará votando al Estado que con nuestro dinero financia esa Fiscalía que está por condenar a doce buenas personas buenas (de las que se puede discrepar) por seguir un mandato que (nos guste o no) salió de las mismas urnas de cristal que el día 28 nos pondrán por delante. La reacción ética no puede ser más sencilla: No con mi voto. No iré a votar. No porque me abstenga (como quien no tiene claro qué partido elegir), sino porque me declaro objetor de conciencia contra la democracia española. Colegios electorales vacíos ese día. ¿Se imaginan? Y no nos venga la izquierda electoral con que ganaría la derecha. La derecha incluye también Izquierda Unida o Podemos en tanto guardan y custodian el orden establecido con su unidad de España, con su obediencia al Rey y con su Fiscalía furiosa. No nos consta otra cosa.

□ Serie de entradas en [eLTeNDeDeRo] sobre este asunto:

ventajas de no ir a votar. 28/02/19

ventajas de no ir a votar. (2) 01/03/19

sobre el abstencionismo crítico. 02/03/19

vindicación de la igualdad. 07/03/19

la izquierda política. 10/03/19


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