Disculpen la obviedad. La Historia y todas las patrias se asientan en la propiedad de la tierra. La suma de las lindes de los campos pasó a ser la linde de un Estado frente a otro Estado, cada uno con su frontera, su aduana y su milicia. Que el modo de producción fuese esclavista, feudal o capitalista, no modificaba el resultado: el Estado como administrador de fincas que unos pocos propietarios explotaban a la vez que explotaban a sus esclavos, siervos o trabajadores. Industria, servicios, comunicaciones, bolsa de valores, la revolución científico técnica y la era informática o del conocimiento, más la globalización, pudieron darle distinto aire a lo nacional y a lo internacional, con nuevas fronteras ya no territoriales sino comerciales o financieras, pero el territorio (el cortijito de “esto es mío”) seguía y sigue configurando naciones y mentalidades de sus poblantes, autóctonos o emigrantes. Por algo, la revolución alzó una casa común: la Internacional.
Quienes, obligados a ser demócratas y progresistas, se quedan en los peroesques de si el derecho de autodeterminación es así o es asao, que si la deuda histórica de Cataluña, que si los odiosos Pujol…, no pasan de la epidermis del problema. Las fronteras son el problema. El otro es la pervivencia de las clases sociales y de la lucha de clases. Pero ese no es el partido que se juega ni en Cataluña ni en España. Al partido, pues.
Una mente libre y no propietaria, apátrida o anti fronteriza, anti capitalista o asentada en su individualismo, podría y debería aprovechar que Cataluña pasa por España (no por su mente y sus ideas de usted, entendámonos: como el Pisuerga pasa por Valladolid) para apoyar la abolición de toda España, es decir, para deconstruir (se dice ahora) el Estado de España, monarquía o república, federación o entes autonómicos. Verían que no pasa absolutamente nada. De paso, también podrían ensayar a imaginarse como no demócratas de la actual democracia. De buena nos habríamos librado, empezando por la actual clase política con su vergonzosa izquierda. Lo a gustito que irían al váter.
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