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La corte del rey bobo
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EL DISCURSO DEL REY
De tanto oírse llamar en tercera persona
su ilustrísima, su señoría,
su santidad, su excelencia o su alteza,
extravían el tratamiento y en las noches
de invierno, cuando sus mujeres les riñen
porque roncan, llegan a creer
que su etcétera no está o que no son ellos.
Por eso, cuando nadie las ve, sus majestades
(que esa es otra: aguantar el femenino
y, encima, los plurales mayestáticos),
mientras los demás se tocan los huevos o las narices,
ellos, el cetro, la vara, la mitra o la corona,
el sello o el anillo, y al hablar se hacen un lío.
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