Desde que ardió el referundismo en Cataluña, una hoguera de odio recorre España. La clase pensante, llamada a poner orden en las ideas, o ha mirado a la Constitución o ha mirado a su izquierdo lado en nombre de que el Procés era de derechas. El pueblo, por su parte, ha sacado agravios y chistes malos contra lo catalán y Cataluña, y hoy no se puede respirar. Tribunales y Tribunal Supremo hacen pasar por juzgados y cárceles personas cuyo único delito ha sido su derecho a decidir en referéndum, tan simple cosa en democracia como esa, tan fácil de conceder, tan difícil de denegar. Ochenta años después de Franco y sus golpistas ha vuelto a España (porque no se había ido) el bando nacional.