Se empieza haciendo el Camino de Santiago. Por supuesto: no por motivación religiosa, sino por el camino en sí, por la gente, por la experiencia personal, etecé, etecé.
Se sigue por ir al Rocío en días de Rocío, por ver cómo es aquello, el camino, las paradas, la Aldea, el ambiente, etc.
Se continúa viendo la procesión de Macarena o Gran Poder, que tanto se oye su devoción y convocatoria, además del arte que me han dicho que atesoran.
Puede ser la romería de la virgen o el santo que está en su ermita, tan cerca del pueblo aquel, tan bonito, tan entrañable, tan tranquilo y rural.
Se empieza por una foto, por una invitación, por una curiosidad, por la bebida y la comida, por el baile y el cante, por los trajes regionales, y ya eres parte de la cadena trófica:
participante estadístico > continuador ocasional / cultural / turístico / antropológico / lúdico / crítico (ponga ahí el pretexto) > de la Iglesia > que sostiene el Estado de Israel > que solivianta al pueblo árabe cuyo islamismo podría matarte una fiesta de estas.
Rompe la cadena. No salgas en la foto. No participes.