En lengua, solo esto es cierto: 1º. La corrección no es comparada. Quiere decir: no en relación a otras lengas (el andaluz frente al castellano o el español frente al inglés), sino en relación a ellas mismas. Si en andaluz se dice pescaíto frito, quien diga la noche del *pescadito estará diciéndolo mal. 2º. Manda la ley del mínimo esfuerzo. Pedimos un kilo papas en vez de un kilo de papas o de patatas. Pero debemos evitar pensar *de que que no aporta nada a pensar que. 3º. Toda lengua bien hablada fue una lengua que se habló mal, de la que es dialecto o variante: el castellano, del latín; el andaluz, del castellano, y así. En lengua se puede decir que evolución y avance es corrupción (como el yogur o el queso son leche estropeada). Dicho lo cual, en esta parte del mundo las lenguas han evolucionado (se han corrompido o degradado) en dirección norte sur y de más escritos a menos, lo cual se explica por la dirección y la sociología de la conquista de los reinos peninsulares y por su prolongación en América.[1] Las hablas andaluzas ‑como todas‑ son un resultado y no están sujetas a evaluación.
Cuando hablamos de lo mejor y de lo peor, disfrazado de lo correcto o de lo incorrecto, en realidad estamos hablando de nosotros mismos, y ahí sí: ahí nos dividimos en más o menos cultos, tolerantes, pasotas, pijos, peperos de cortijo o susanistas del Psoe y del arsa y olé, que están envenenando el tema soberanista incluso en su propio partido contra el PSC.[2] Por último, quien reivindica no sé qué alma del Sur, recuerde que sin salir de Andalucía hay un doble clasismo lingüístico. Uno es el del andaluz seseante (habla de Sevilla), tenido por superior al andaluz ceceante[3]. Otro es la sobreactuación lingüística, esa que lleva a despreciar al castellano parlante, al soso, a quien no baila, a quien no cuenta chistes, a quien no dice mi arma como es debido. Veremos una Cataluña que será lo que quiera ser, nos guste o no y, si no nos gusta, que nos vayan dando. Ya le dieron a Inglaterra cuando Estados Unidos se independizó y ahora le dan a Europa con el Brexit. No pasa nada. Mi definición es vertical, por mi clase social, no horizontal, por el suelo que piso ni por la lengua que hablo. Se lo diré a Manu Sánchez la próxima vez que viajemos a Barcelona.
[1] Este proceso lo ilustra el gallego ‑gallego de Galicia, de Portugal y de Brasil‑ y el catalán, desde el Principado hasta la punta de Xátiva: evolución es pérdida. Y si, como parece, Oriente Medio acaba siendo de Estados Unidos, no querrán que el inglés de los marines sea el de Harvard.
[2] Nueva York la construyeron los chinos y no se creen con derechos sobre la ciudad, algo que sí quieren andaluces graciosillos: derecho a decidir sobre Cataluña quienes no deciden ni sobre Andalucía.
[3] En un instituto en Sevilla yo he tenido un brillantísimo alumno de El Coronil, acomplejado, que estaba, por culpa de su ceceo.