MANERAS DE PENSAR (estructuralismo y dialéctica ante la cuestión catalana)

Lengua y dialecto

MANERAS DE PENSAR
Estructuralismo y dialéctica ante la cuestión catalana

El estructuralismo ideó un sistema de razonamiento ideal para analizar lo que es, no lo que debería ser. La lengua es y la justicia social debería ser, y a eso llegamos mediante el razonamiento dialéctico. Estructuralismo y dialéctica son sistemas ternarios y los dos actúan por oposición. La dialéctica opone tesis y antítesis para llegar a una síntesis en la que la tesis, el punto de partida, se supera, desaparece. Un ejemplo del marxismo clásico sería: sociedad de clases > socialismo > sociedad sin clases. El estructuralismo opone positivo, negativo y nomarcado: masculino / femenino / sin género, y no supera nada, lo que había, sigue habiéndolo. Parte del fracaso del lenguaje coeducado, de géneros, llamado a superar la oposición a/o que regula la de macho y hembra, se debe al formalismo estructural al que la lingüística nos tiene acostumbrados y que es nuestra manera de pensar. Todos podríamos usar el español de la e, hije, niñe, sobrine, y, sin embargo, ninguno estamos dispuestos, y ese rechazo, esa pereza, obedece a nuestro estructuralismo mental. Cuando realidades dialécticas, que merecen una antítesis para llegar a una síntesis de superación, las analizamos sin salir de su estructura, nuestras opiniones no pueden ser más que tres: a favor, en contra o abstención. ¿Qué pasa?, que la realidad aquella que era dialéctica la hemos hecho plana, hemos dejado de cuestionarla, la hemos eternizado como la lingüística estructural partió de la eternidad del lenguaje. Es lo que vemos con la mayoría de opiniones que se vierten sobre la cuestión catalana, que rara vez se lee o se oye analizar por el método dialéctico, siempre por el estructural: a favor o en contra y quienes pasan del tema, se abstienen. Y aun así, abstenerse, optar por ser término nomarcado, es, en este asunto, bien difícil. Porque el término positivo, el nacionalismo, enmascara que un nacionalismo se opone a otro nacionalismo (españolista a catalán, catalán a españolista) y que los dos términos son parte de lo mismo, de igual modo que masculino y femenino son parte del conjunto género o Sevilla y Betis, del conjunto fútbol. Solo quien no entra en el juego, solo quien se queda verdaderamente al margen del bochornoso espectáculo es capaz de objetivar el debate. Pero, amigo, entonces usted tiene un problema o se lo buscan. Porque para ser no catalanista usted tendría que ser no españolista, no nacionalista en el sentido de ninguna nación, o sea, no patria, no ejército, no monarquía, no Constitución y, por supuesto, no Tribunal Constitucional. Jodido. Que el catalanismo es absurdo, es evidente, pero no se quede usted ahí y admita que todo nacionalismo es absurdo; el españolista, el primero: rey, presidente, bandera, fuerzas armadas, todo eso es absurdo. Y ahí nos duele porque no es seguro que quienes arremeten contra el nacionalismo catalán sean conscientes del nacionalismo a la madrileña o a la andaluza que dicen no defender pero en el fondo defienden. eLTeNDeDeRo aconseja no quedarse en nomarcados ni quedarse en el estructuralismo nacional. Abran la cabeza a la dialéctica, verán qué fácil. Tesis: lo que hay, el punto de partida: el nacionalismo, cualquier nacionalismo, todo nacionalismo. Antítesis: acabar con los poderes fácticos que administran los territorios, fronteras figuradas, políticas, fiscales, tributarias, etcétera. Síntesis: la aldea global. Quien con esos ojos ve el partido que ahora se juega, tendrá que admitir que la aldea global queda un poco lejos y esperar que este partido, que no es el nuestro, termine cuanto antes sin malos rollos, sin insultos y sin violencia y con ayuda de la democracia, en la que el dialéctico tampoco cree (porque no cree en la política profesional), pero, al menos, es el juego estructural más consensuado y consagrado por el uso. Es decir que, siendo igual de nocivo, de absurdo y de idiota ser nacionalista, y ya que todavía hay nacionalismos, se deje a Cataluña decidir qué definición se da a sí misma como territorio y con qué grado de dependencia o independencia respecto de España. A usted y a mí, cuando vayamos a Cataluña o de Cataluña vengan a Andalucía, ¿qué más nos da?

Ni tontos ni marxistas, 29 10 2015

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