LOS HOMBRES QUE TAPABAN A LAS MUJERES
Visto que, según propias declaraciones, muchachas o mujeres de al otro lado de la frontera, ellas se tapan por su religión, sus costumbres, su identidad o su gusto
y visto que a este lado de la frontera se las recibe a las tapadas como quien recibe a un grupo libre y “a su moda”,
visto que las legislaciones no saben muy bien a qué atenerse en materia de derechos y deberes, libertades y obligaciones de las partes: Estado / individuo o individuo / Estado,
visto además que no se lleva “no admitir”, y que “prohibir” va “contra las libertades”,
propongo directamente que, ni tontos ni marxistas y para dejar de discutir, a ellas las creamos y las toleremos con simpatía y, en cambio, no toleremos a sus machos: los hombres que tapaban a sus mujeres.
Propongo tolerancia cero para los que a sí mismos no se tapan y claramente imponen tanto miedo o respeto a la mujeres que si fuéramos una de ellas diríamos también lo mismo: “llevo el velo porque me gusta”; respuesta humana, casi no hay otra, cuando se contempla el tapadismo sistemático y de por vida. “Más vale que te guste el velo, muchacha, y que le digas al cristiano blanco que te gusta el velo, porque taparte te vas a tapar de todas formas”. Lo hemos leído en Nieve, de Orhan Pamuk.
Desde ElTendedero hace tiempo venimos proponiendo equiparar a los varones tapadistas con maltratadores de mujeres y, consecuentemente, ofrecerles a las mujeres tapadas los servicios del 061 por si quisieran utilizar el amparo del Estado contra el maltrato.
En los varones tapadistas se juntan tres puntas de ideología y creencias profundamente peligrosas: dogmatismo, machismo y violencia. Dogma para tener razón y ser fanáticos ante la sociedad, ante la familia y ante la religión; de ahí la aceptación y la incitación al suicidismo (contra el que las leyes de Occidente, por cierto, no tienen nada que hacer). No hay discurso más peligroso: tengo razón porque lo dice dios, porque soy macho y porque puedo matarte.
Propongo un desprecio y un vacío activo y, por supuesto, siempre pacífico contra los varones tapadistas. Desprecio y vacío pacífico: una mirada basta, con no mirarles basta, con no entrar en sus tiendas o hacer que pensamos: “Tapadista de mujeres, qué vergüenza”.
O que ellos también se tapen. El turbante tuareg es prenda masculina. En el mundo de beduinos y pastores taparse y cubrirse la cara era normal en los varones. ¿No dicen las mujeres que se tapan porque es costumbre? Pues que conserven su costumbre los varones y ellos también se tapen. ¿No se tapan las mujeres por cultura? Pues que sean cultos los varones y se tapen. ¿No se tapan las mujeres por religión? Pues que exterioricen la misma religión con el velo los varones. ¿No se tapan las mujeres porque les gusta taparse y se ven guapas y que van más seguras? Pues que los varones se animen a gustarse a sí mismos. ¡Que se tapen, que se tapen!
Lo que nosotros no debemos hacer (dicho en plan tópico y machista) es entrar en sus tiendas a que ellos, los varones tapadistas, miren a nuestra mujeres (lo de nuestras es un decir) sin que nosotros podamos mirar a las suyas (lo de suyas no es un decir). Lo que no podemos es predicar comercio justo y darles ocasión de negocio y mercancía a estos tales tapadistas.
No deberíamos visitar países que consienten hombres que tapan a sus mujeres.
Hacerles saber nuestro rechazo es lo que deberíamos hacer, sea a la fuerza pañuelo o velo o burka, sea con gusto o sea como sarna que con gusto no pica.
Descolonizar Ceuta y Melilla,
desentendernos del Polisario tapadista (poca liberación esperes de un grupo que tapa a sus mujeres).
Y ni pisar Marruecos.
Daniel Lebrato
¡Qué agradable seguir teniendo gente cerca que conserva la sensibilidad intacta! Y, como diría mi querido Gibran, «a ningún dios adoraría el vulgo de no contar con la resurrección»…
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Una vez más me descubro ante usted.
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