cuando me lo contaron sentí el frío (ensayo sobre la prostitución)

putas por las putas

CUANDO ME LO CONTARON SENTÍ EL FRÍO

***

Análisis y comentario crítico de la campaña

NO A LA EXPLOTACIÓN SEXUAL (año 2009)

Una sociedad digna se quita la sarna.

A una sociedad indigna, la sarna con gusto no pica.

Recuerde el alma dormida que este régimen es experto en músicas calladas, que nos han hurtado (sea cual sea nuestra postura) debates ideológicos sobre Otan o Neutralidad, Confesionalidad o Laicismo, Monarquía o República. Que llaman de paz a las misiones de guerra. No es que tengamos ganas de entrar en política, es que nada social deja de ser política, de polis y politesse: conductas que vienen de una comunidad y a esa comunidad la definen (tatuarse o masticar chicle). Tenemos también la obligación de pensar no sólo lo que la política dice, sino lo que calla o da a entender. La campaña “No a la explotación sexual” silencia, oculta o tapa otra más rotunda y directa, que hubiéramos agradecido: “No a la prostitución”. La campaña “No a la explotación sexual” está por mantener la prostitución (mejorada, sin proxenetas, lo que usted quiera, Ministra, pero prostitución prostitución). La prostituta deja de ser la que está prostituyéndose, el estado lamentable en que está la vida de una mujer, y pasa a ser un ser, una definición, una condición u oficio, y el puterío se sindica o legaliza como un trabajo aceptado (cómo la música o la albañilería). Usar el posavasos es echar un trago a la salud de la puta y su cliente, eso sí: libres al fin del proxeneta, pues qué bien. Están a punto de hacer con las mujeres sometidas a prostitución lo que hicieron con mujeres sometidas al tapadismo islámico: la normalidad de un mundo irreal. Si la versión oficial del tapadismo niega lo principal (que el pañuelito es el síntoma de un sistema de discriminaciones sucesivas que se manifiestan, no empiezan, en el pañuelo y acaban en burkas y lapidaciones), en la prostitución también se niega lo mayor y se pasa por alto lo principal: que a estas alturas, en la sociedad de derechos y valores, hay mujeres cuyo ‘trabajo’ sigue siendo servir sexualmente a los varones. Para que haya igualdad y para callarnos la boca, ya verán ustedes cómo la legalización se hará extensiva también a los prostitutos machos. Definitivamente, la revolución puede esperar.

Trata (o tráfico de personas) y prostitución son distinta cosa, aunque a la vez coincidan. La trata juega con la inmigración y la prostitución con la familia. Y hay alta y baja prostitución: en la alta no se da el proxeneta o se da camuflado de eufemismos. ¿Qué significa “no a la explotación”? ¿Clientes bien educados o agencias refinadas no explotan a las mujeres, no reproducen la prostitución?

La raíz de la prostitución está en el modelo de familia que los obispos jaleaban el otro día en Madrid: familia patriarcal y sexualidad de la penetración, sociedades falocráticas que llevan a algunos a buscar y procurar servicios sexuales que su concepto de normalidad o su entorno cotidiano no les permiten tener. En esos casos, y cuando no hay más remedio, el varón paga, aunque pagar no es lo habitual: abusos, prepotencias, coacciones les salen gratis a los varones dominantes de sus mujeres (dominio económico), pese a ciertos ejemplares endebles o afeminados, últimamente: coeducados.

Donde hay igualdad y mutuo consentimiento puede haber pago de ruin o de gentil manera, pero no hay prostitución. Prostitución es: sometimiento y obediencia por falta de medios y por miedo a la pobreza o al despido, claves de cualquier trabajo y del sexo asalariado; asco o placer, a convenir. En esa cadena el proxeneta encarna una figura no tan lejana: la del mediador o intermediario. Ocurre que el chulo es de la misma carne que la puta, del mismo barrio viene. Agencias de contactos y cáterings de servicios funcionan en otra dimensión, son de otra galaxia.

El grupo proxeneta no es un grupo de votantes; las prostitutas a la holandesa sí lo son, se las escucha en la tele y se les da entrada en los foros al amparo del derecho de asociación. Contando con ese sector de prostitutas de élite, y en línea con el neoliberalismo europeo, los mismos que prohibirán las corridas de toros –ojo a Cataluña– quieren poner escaparates, como en el barrio rojo de Ámsterdam, a las prostitutas jóvenes de más valor ‘de cambio’. El valor ‘de uso’ de la prostituta (juventud y belleza, no digamos virginidad) se deteriora pronto y necesita, como el deportista profesional, ganar mucho en poco tiempo. La voracidad de las ‘interesadas’ puede resultar fatal. Darles audiencia es como escuchar a traficantes o camellos y basar en ellos una futura ley de drogodependencia.

En una viñeta dice el cliente que la mujer se siente amenazada y no puede hablar. Se nos ocurre preguntar por qué la mujer tendría que hablar con quien perpetúa su condición de prostituta, que es el cliente. Otro muchacho identifica ser libre con no tener proxeneta. ¡Así da gusto ser libre! Dan ganas de proponerle al joven que contrate los servicios de su profesora, de su madre o de su hermana, que seguramente estarán todavía más en libertad y en igualdad. Un tercero se pregunta: Y yo que defiendo los Derechos Humanos… ¿Por qué ayudo a que los proxenetas se hagan ricos? Este pragmatismo se podría aplicar a la mendicidad o las drogas: –Y yo que defiendo los Derechos Humanos, ¿por qué ayudo con mi caridad a que la mendicidad continúe y la caridad se haga rica? –Y yo que defiendo los Derechos Humanos, ¿por qué ayudo con mi canutito a que los narcos se hagan ricos?

Se escribe Derechos Humanos con mayúscula cuando son los de las Naciones Unidas. La Declaración de la Onu se redactó en un vértigo de campos de exterminio y de Segunda Guerra Mundial. En mayo de 1948 se proclamó el Estado de Israel. La Declaración Universal de los Derechos Humanos tiene fecha 10 de diciembre de aquel año y va primordialmente dirigida a consagrar derechos de hábeas corpus contra los malos tratos y torturas, y a dictar una especie de Constitución Democrática Universal contra regímenes autoritarios. Los artículos que consagran derechos humanos y en tiempos de paz son sólo seis, de 30, y tan genéricos como: derecho a la seguridad social, derecho al trabajo (al que nunca se le llama digno), al descanso, a un nivel de vida, a la educación, y a la cultura. Se acabó. Ya me dirán qué significa presumir de Derechos Humanos. No habérselos leído.

Si una Onu menos títere redactase otra Declaración Universal de los Derechos Humanos, esa Declaración diría que los Estados tienen el deber, la obligación, de erradicar el trabajo indigno como primer paso para la erradicación del trabajo en tanto “explotación del hombre por el hombre”. La Onu puede y debe tener perspectivas altruistas y medio utópicas que marquen el camino a Estados y naciones. La prostitución, como trabajo indigno, tendría que pasar al índice de trabajos prohibidos. Allí ya están desde hace tiempo los verdugos de los países más civilizados y deberían estar mendigos y personas anuncio de las de “compro oro”, mujeres orientales vendedoras ambulantes con diademas luminosas; indigno el negrito en el semáforo, indigno tanto esfuerzo en levantar tribunas, portadas de feria, arcos de triunfo para que pase su majestad el Corpus. Con esas horas de trabajo, en mi ciudad se hubiera erradicado el chabolismo.

Para obviar la indignidad, la campaña pondera positivamente al cliente que en ningún momento parece el tipo odioso que tenemos en la cabeza. Los chavales de la viñeta 4 casi parecen nuestros alumnos. Quien va de putas no es esa juventud. Ir de putas es rijoso y suburbial y esa rijosidad no la corrige ni tiene nada que ver con la prostitución de saunas o masajes en grandes hoteles o circuitos de lujo donde el proxeneta se llamará agencia de masajes o de relaciones personales. ¿Combatirá Igualdad esa alta prostitución? Otro engaño es hacer creer que el problema radica en el tráfico o trata de personas (que es gran problema) y no en la propia prostitución. Borrando los aspectos ‘laborales’ del bajo puterío y negando el avance de los tiempos, seguiremos hablando acrítica y tópicamente del “oficio más viejo del mundo”. Así cualquiera.

Y para probarlo, nada mejor que ponerse los firmantes de la campaña a hacer prostituciones ya sin proxenetas, libres y con todos sus derechos humanos: venga esa bragueta, venga ese abrirse de piernas, venga esa mamada que da asco. Suena fatal, ¿a que sí? Pues para los oídos de sus hijas o esposas, para la Reina de España o para la mujer del Presidente, que en esto las instituciones tienen que dar ejemplo. Por supuesto, todo estaría dentro del sindicato y con la inspección en regla, pago con tarjeta y tique de si no queda satisfecho, etcétera.

El lenguaje cuanto más soez, más revelador de lo terrible de las cosas. Lo que es bueno para su señorías tiene que ser bueno para su criada, o aquí se acabaron las grandes frases. Y la frase es que el pensamiento vil disfrazado de posibilismo progresista (¡es lo que hay!, ¡qué más quisiéramos!) se lo está comiendo todo, y con papas:

sarna que no pica.

2 comentarios en “cuando me lo contaron sentí el frío (ensayo sobre la prostitución)

  1. Que te voy a decir sino que me parece lúcido, muy lúcido, que hay tanto por hacer, empezando por utilizar la palabra precisa en el lugar preciso.
    Gracias.

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  2. Qué te voy a decir, sino que es lúcido, que queda tanto por decir/hacer, que hay que poner la palabra precisa en el sitio preciso.
    Que te doy las gracias.

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